Desde 2008, el 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Esta fecha es promovida por la ONU a partir de su Resolución 62/136. En este documento, las naciones firmantes se comprometen a mejorar las condiciones de vida de las mujeres marginadas pero que se encuentran activas en las labores del campo. Esto incluye a indígenas y a cualquier otra mujer que, sin importar su origen, sus manos estén generando vida y alimento por medio de la tierra y las granjas.
Yolisbeth Ruiz García
El fenómeno que se ha manifestado en el campo desde hace tiempo, es que las mujeres se han vuelto la base de desarrollo económico y productivo. Se les considera parte importante del soporte alimentario del mundo, debido a que suelen estar más comprometidas con su comunidad, se capacitan en la prevención de desastres y son fieles protectoras de la ecología.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo de las manos femeninas, la legislación de algunos de sus lugares de origen les niega el derecho a la propiedad de la tierra que trabajan. Es sabido que en muchas comunidades de todo el mundo, la herencia de las tierras y la compra y venta de los títulos de propiedad son solo un negocio para los hombres; los mismos que se han alejado de las labores del campo. Ellas han tenido que tomar el control mientras portan a sus hijos en la espalda.
Es por eso que las asociaciones defensoras de los derechos de la mujer rural han solicitado a la ONU y a los países que pertenecen a esta organización, que las protejan con leyes que permitan el acceso a la titularidad de la tierra; ellas la trabajan, ellas deben ser las propietarias.
Dentro de los objetivos del milenio que deberían cumplirse en 2015, se encuentra precisamente el abatimiento de la pobreza alimentaria y la protección de las comunidades vulnerables. En este sentido, las campesinas son una piedra angular para lograr este objetivo.
Mujer rural de México
Para el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (Inegi), una población rural es aquella en donde habitan menos de 2500 personas. Si partimos de este dato discutible, podemos saber que desde los años cincuenta hasta nuestros días, se ha producido un avance significativo en la reducción de comunidades rurales. El acceso a los servicios básicos ha abarcado más territorio, sin embargo la productividad en el campo se ha manifestado en contra.
Según el censo de 1990, el 29 % de la población vivía en zonas rurales y en el de 2010 el porcentaje había bajado al 22 %. Sin embargo, no hay una cifra específica que indique cuántas mujeres del campo son cabeza de familia. Solo se sabe que cada vez es mayor el número de mujeres que se quedan solas con las tierras, el ganado y una familia que cuidar. De media, en 25 de cada 100 hogares mexicanos son ellas las responsables absolutas. No sabemos cuántos de ellos son rurales, pero se intuye que la cifra es mayor que ese promedio.
Afortunadamente, las mujeres del campo mexicano han sabido organizarse en cooperativas y hasta han conseguido créditos que les han permitido participar en el autoempelo. Es el caso de las Mujeres Artesanas Jolom Mayaetik. Ellas son mayas de Chiapas que fabrican textiles y, al día de hoy, el grupo está formado por 236 mujeres trabajadoras.
Mujer rural de España
Según las estadísticas del Banco Mundial, el 21 % de los hogares españoles pertenecen a una comunidad rural. Allí, una comunidad rural es aquella que cuenta con menos de 30.000 habitantes y éstas se subdividen según su densidad de población.
De estas familias rurales, la mayoría de los trabajadores son hombres. La situación económica del campo español ha expulsado a las mujeres de sus tierras; solo se quedan en las cooperativas de las de mayor edad. Además, entre la población activa, hay menor número de mujeres que de hombres, y su tasa de actividad es inferior en todos los sectores económicos (se habla de una cuarta parte de la población trabajadora del total). Lo preocupante es que no haya quienes hereden la productividad alimentaria.
Sin embargo, en ese reconocimiento de que las mujeres son la base de la agricultura se han hecho importantes intentos de que las mujeres vuelvan a las tierras. Así, a partir de 2007, la Ley Orgánica 3/2007 permitió un importante avance, al permitir que fueran propietarias de las tierras que trabajan. También se les reconoce el titulo de la explotación compartida, y se les da acceso a los servicios de seguridad social. Incluso, se busca su capacitación por medio de las tecnologías de la información.
Es decir, las condiciones de las mujeres rurales en Europa y en América Latina son diametralmente distintas. Mientras en algunos lugares la lucha se centra en que las mujeres del campo sean la clave de la independencia alimentaria, en los países más pobres a penas se les reconoce su condición de mujer y se discuten sus derechos.
Lo que si hay que reconocer es que, como en la prehistoria, las mujeres son la clave de la alimentación de las familias. La recolección de los productos de la tierra, el cuidado del ganado, el aprovechamiento de sus recursos para el vestido y sustento, siempre estará en manos de las mujeres vinculadas al campo.
El trabajo de las mujeres rurales es determinante entre la pobreza y la riqueza de un país y el mundo lo sabe. Es por eso que la ONU las reconoce y pide a los gobiernos de las naciones que las atienda y procure su desarrollo como individuos y empresarias.