Este martes, Mujeres de cuatro continentes se reúnen en México convocadas por el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos Humanos de las Mujeres (CLADEM), para analizar el cumplimiento de los compromisos que han firmado gobiernos de la región más desigual del mundo.
A propósito de esta reuníon decidí buscar información para ver qué dicen las agencias oficiales sobre la condición social de las mujeres de América Latina.
CLADEM asegura que los estados de América Latina tienen deudas pendientes con los derechos humanos de las mujeres, como retrasos de cumplimiento en convenciones y/o acuerdos internacionales, sobre las leyes que han creado en los últimos lustros y las políticas públicas que anuncian para mejorar la vida de la mitad de la población. Y aunque gobiernos, políticos y otros funcionarios reconocen en discursos que las mujeres tenemos iguales derechos y somos parte de sociedades democráticas, no cumplen.
Las cuentas son malas. Hay un tremendo hoyo de atraso, que se cuenta y evalúa, pero que nadie para: la violencia contra las mujeres que se yergue como un manantial inagotable.
Lo que hallé fue un fenomenal e inmenso documental de estudios contradictorios y reveladores. Hay consenso en organismos como CEPAL, Banco Mundial, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y ONU Mujeres (entidad de las Naciones Unidas para la igualdad de género y el empoderamiento de las Mujeres), sobre una mejoría económica en la región, donde ha disminuido la pobreza, mejorando la vida de muchas mujeres, a pesar de que aumentó la indigencia y la pobreza alimentaria de un porcentaje respetable.
Coinciden en que ha mejorado la participación política y disminuido la brecha educacional entre hombres y mujeres, pero no el trabajo decente y bien remunerado. También se dice que mejoró, en muchos sentidos la salud, incluso que disminuyó la muerte materna. Excepto en la incidencia de VIH/Sida y la muerte por aborto inducido.
Los claroscuros tienen que ver con regiones específicas o países en concretos. Por ejemplo, en Haití no puede documentarse ningún avance, lo mismo que en las zonas con población indígena o afroamericana de la región. Reconocen estos estudios que se va lento en cuanto a la cultura de la igualdad pero advierten que no hay que derrotarse, que con todo -políticas públicas y funcionamiento de aparatos estatales de atención a las mujeres-, realizan muchos esfuerzos, aunque reconocen que sus presupuestos son exiguos. El gran avance que ven estos organismos es que hay más diputadas, senadoras y dos jefas de estado.
Sin embargo…
Esos estudios señalan con reveladoras cifras, opiniones y preocupaciones que la violencia contra las mujeres es algo insoportable, que se incrementa, que destruye la inteligencia de quien la sufre, que limita su desarrollo, que condiciona su libertad y que es una verdadera catástrofe: entre 17 y 53 por ciento de las mujeres latinoamericanas y caribeñas son afectadas sistemáticamente por esta violencia, por ser mujeres.
La violencia sexual significa en América Latina 500 episodios al día. Sólo en febrero hubo cinco asesinatos de mujeres en Argentina y en Uruguay seis; en Colombia se abusa de seis mujeres cada hora; en México siete de cada 10 han sufrido violencia y sólo entre junio de 2010 y junio de 2012 se reportaron cuatro mil mujeres desaparecidas. En Brasil hay una agresión contra las mujeres cada 15 segundos, sin considerar que en un solo año hubo dos mil 982 violaciones sexuales.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 69 por ciento de las latinoamericanas sufrieron de violencia sexual y fueron atendidas en los hospitales, significando gastos impresionantes.
En México, el último informe presentado por la Secretaría de Gobernación, en el noreste del país la violencia contra las mujeres creció un 400 por ciento y en todo el país se duplicó; sin considerar que la Cámara de Diputados documentó al menos 15 mil violaciones sexuales anuales.
¿Qué hay detrás? Los estudios de CLADEM señalan que no hay avances visibles en la cultura de la igualdad, que los países se desentienden de un asunto clave que es la educación de género, donde autoridades, operadores de políticas públicas y sociedad en general han naturalizado la violencia.
Esto es, que todo el mundo consiente y acepta que se “corrija” a las mujeres a grado tal que se les asesina y nadie se desvela porque el 92 por ciento de esos casos queda impune. En Venezuela donde se ha podido documentar una baja en la violencia contra las mujeres en general, cada 45 segundos en sus hogares las mujeres sufren vejaciones, abuso y mal trato. Llama poderosamente la atención que estos estudios señalan que crece la trata por explotación laboral y sexual; que cada día se reduce la edad de las víctimas hasta de cuatro o cinco años, en todos los países sólo el dos por ciento de los sujetos responsables son juzgados. Es decir, se transcurre por una absoluta impunidad.
El asunto tiene preocupado al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien apenas en marzo último señaló que los gobiernos no cumplen con políticas de contención de la violencia contra las mujeres y parecen inútiles todas las leyes decretadas.
¿Dónde estará el problema? En una inmensa masa de hombres, mujeres, políticas y políticos, y de responsables de la justicia, que tienen un pensamiento misógino. Que dentro de su conciencia no hay ningún cambio. La pregunta es entonces ¿Qué han hecho estos gobiernos con la cantidad de recursos para cambiar las mentalidades? Respuesta: nada.
Es posible que pongan recursos para mejorar la pobreza, pero no para mejorar las relaciones dentro de los hogares entre las mujeres y los hombres; ponen dinero para aportar con programas, a veces condicionados, para proyectos productivos que a veces funcionan, pero nada para fomentar el respeto y la dignidad humana. Es como una acción que va por dos caminos. Si no hay una revolución cultural cuyos resultados no dan votos, no dan prestigio, no se puede contar en los informes presidenciales, no habrá un cambio y estaremos perdiendo, día a día, vidas y capacidades humanas de la mitad de la población.
De ahí la importancia de la anunciada reunión. Tras 25 años de intervención de la red CLADEM, que está en 15 países, que busca el cumplimiento de las leyes, que se ocupa de casos jurídicos, a veces con gran éxito, que vigila las recomendaciones concretas para restaurar derechos humanos de muchas mujeres, presas, indígenas, desplazadas, sin recursos…hoy habrá un balance.
¿Cómo mejorar su intervención? Ya que es la violencia contra las mujeres el mejor ejemplo de que nuestras sociedades son salvajes, antihumanas y creen que con más derechos políticos o con más programas sociales “se ayuda a las mujeres”, quienes de todas las clases sociales viven un infierno cotidiano.
Vejadas y maltratadas; golpeadas y violadas; asesinadas impunemente. Valdrá la reunión para volver sobre estos pasos. Y preguntarse ¿Cuándo pararemos esta tremenda espiral de violencia contra las mujeres? ¿Alguien puede darse cuenta que disminuye todas las capacidades humanas y conspira contra el ansiado desarrollo?
Veremos.