Ashaverus el libidinoso

Ashaverus el libidinoso, novela de la que es autor Miguel Arnas Coronado, es «un relato de ficción que no obstante se entrevera con elementos reales, como la atmósfera de la República de Weimar y el III Reich, y con la aparición de personajes tales como Max Aub y Manuel Hedilla», dijeron en la presentación de la novela, en la Casa Sefarad de Madrid, el editor Pablo Remorini y el crítico literario Francisco Huelva.

Ashaverus-el-libidinoso Ashaverus el libidinosoLo primero que hay que aclarar es que la palabra ‘libidinoso’ que aparece en el título no se usa aquí en el sentido freudiano de hombre inclinado a los placeres del sexo sino, en un sentido mucho más amplio, genuino y antiguo, como alguien que tiene gran curiosidad por saber.

Estamos ante una novela que atraviesa diversas épocas y cuyo protagonista ha tenido que aprender a disfrazarse y a cambiar de nombre para sobrevivir en un afán por comprender la historia y lo que le ha pasado al hombre, los horrores a los que la especie humana ha sido sometida por ella misma.

Se dice de algunos buenos escritores que escriben siempre el mismo libro, o que son autores de un solo libro del que los demás son hijos o epígonos. El autor de Ashaverus el libidinoso dice con muy buen criterio que a él no le gusta escribir una y otra vez el mismo libro porque escribe para aprender. Amante de la Cábala, considera necesario saber pronunciar aunque sólo sea parcialmente el alfabeto hebreo para entender el mundo.

Es así como ha seguido las huellas de Ferrán Martínez, aquel famoso arcediano de Écija, quien fue el que promovió en el siglo XIV los pogromos que empezaron a proliferar por toda la península y que tantas víctimas causaron.

Efectivamente, llegamos a la conclusión de que este Ashaverus o Asuero es aquel judío que mandó seguir adelante a Jesús cuando, cargado con la cruz, se paró ante su tienda. En castigo, fue condenado a vagar errante hasta el día del juicio. Estamos ante la figura del judío errante siempre buscando en pos de su redención, cambiando de nombre, cambiando de siglo, transmutándose para seguir purgando su falta de humanidad, y es así como la novela enlaza el siglo XIV español con los campos nazis y los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Porque la historia de Ashaverus el libidinoso, aunque fantástica, está entreverada, como todas las buenas historias, con hechos reales, y es apasionante oír de boca de su autor cómo descubrió, viajando por Alemania y visitando Auschwitz, Grunewald, y los campos en ruinas de Checoslovaquia, entre las caras esculpidas de la cúpula nazi, a un tal Enrique Fuster Bonín que llamó su atención.

Rápidamente se puso a investigar al dueño de esta cara y este nombre y dio con un judío de Barcelona que, por su condición de traficante en morfina y otras sustancias exclusivas, había podido contactar no sólo con aquella cúpula sino cambiar de bando y de nombre repetidas veces.

Para colmo, este sujeto, cuando regresa a Barcelona en el año 43, trae consigo un misterioso manuscrito del siglo XIV español -el siglo del Arcediano- recuperado en medio de aquella Europa convulsa, manuscrito que es como otra novela dentro de la de Miguel Arnas Coronado. Es así como el libro, al atar cabos, se convierte en una experiencia liberadora para la historia y para el propio Ashaverus, quien puede así por fin entrever su redención y el fin de su errar.

La presentación se completó con la lectura de tres fragmentos de la novela a cargo del propio autor. Tres extractos escogidos que dan muestra de su estilo diverso y rico en matices, apasionado y sobre todo auténtico.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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