Quizá a esta España le venga grande escuchar noticias de las damas que fueron un símbolo en una época en donde nada podía suceder, simplemente, porque no sucedía. Y todos hoy, se preguntarán, ¿qué pasó entonces con Maruja Díaz?
María del Dulce Nombre Díaz, conocida por Marujita Díaz o la ex de Dinio el cubano, para los de este siglo, ha fallecido a los 83 años dejando un hueco inmenso en su género; la revista. Van cayendo poco a poco sus amigas del alma; esas que compartieron la canción y el meneo en el escenario acaso cualquier lugar. Esas que dieron color a la España triste y casi, casi virgen, porque ellas salieron a arrollarlos a todos. Una teta por allí, un zapateo por allá. Todo era alegría y jaleo en esos días de vino y gloria. Una Lola Flores que convivía con la que hoy se va extinguiendo tristemente por un Alzheimer; Carmen Sevilla. Una Lina Morgan que también descansa porque ha estado malita, y hoy, nos deja Marujita.
Su movimiento de ojos no era otra cosa que un nistagmus*, un problema desconocido entonces, y ahora, no se crean, y los hombres de la época se creían conquistados por su singular meneo que les hacía palidecer cuando escote va, escote viene, ojitos van, ojitos vienen, mientras entonaba «La tarántula» la muy pillina.
Dotada de lo justo y necesario para hacer que Franco se postrara ante ella, pudo bailar y engatusar al que se propuso y ellas, todas ellas, en cierta forma, revolucionaron la vida de la mujer que entonces se arrodillaba para fregar el suelo y escurría la bayeta mientras el macho le pisaba lo fregado. Ellas eran la otra España. Esa que salió de una revolución casi imposible en un momento en donde ni siquiera existía eso que hoy llamamos democracia.
Casada más veces que otro poco, estuvo con Gades, con Santoni, con el cubano y con todo el que quiso porque ella era Maruja, la mujer provocadora y provocativa de una escena, acaso necesaria. Y ahí estuvo. Hicieron de ella lo que quisieron en sus últimos días los llamados colegas del corazón y era fotografiada pintada como una puerta con todo lo posible y lo imposible, y así acabó sus días. Otra como Sara Montiel pero sin puro.
Poco a poco las viejas glorias de la copla van dejando hueco ese sonido que les pertenece. No hay canción que no escuchemos que no nos evoque a una de ellas. Y eran ellas, son ellas y serán para siempre, aunque España cambie, aunque exista Spotify y la gente tuitée cosas.
Quizá, los que nacieron en esta época y no conocieron la otra, se pierdan que entre la transición y la democracia, hubo personas que permanecen en la memoria de todos, y sin duda, sin las cuales, esta España que parece comerse el mundo, desde luego nunca hubiera sido igual.
¡¡¡Ay, pena, penita pena!!!, decía Lola Flores. Es la que tiene la España que te conoció Maruja, y los hombres de la época que hoy cumplen algo más de 80 y te veneran aún como la Diosa que fuiste.
¡Arráncate con «Soldadito Español» para que se te cuadre más de uno ahí arriba o quién sabe, «Luna de España», para que no se le olvide a nadie!
Descansa en paz, que ¡vaya trajín de vida hija mía!
*Nistagmus o nistagmo: movimiento ocular involuntario, de un lado a otro, de arriba abajo o de forma circular con una alta frecuencia y una baja amplitud. Procura la disminución de la agudeza visual y por tanto la pérdida de visión durante los segundos que dura el nistagmo. En su caso era voluntario; de lo infrecuente a más infrecuente aún.
«…revolucionaron la vida de la mujer que entonces se arrodillaba para fregar el suelo y escurría la bayeta mientras el macho le pisaba lo fregado…» Creo que es cierto, que esas mujeres jugaron un papel difícilmente explicable en las circunstancias del siglo XXI. Y después, durante años, todos compartimos chistes crueles sobre sus límites y carencias culturales. Pero para muchas mujeres de la generación de mi madre y de mis tías, sus voces y sus gestos sirvieron para reivindicar -de algún modo- sus suelos limpios y su trabajo.
Cierto, absolutamente cierto y me descubro ante esas mujeres porque ellas, de forma anónima hicieron que hoy, nosotros estemos como estamos. ¡Ellas si que eran grandes! Reivindicaron qué significaba estar en casa, ocuparse de los suyos y de ahí, salieron grandes familias que hoy perduran. Nada que envidiar a las de ahora si no fuera por los suelos. Pero ole, ole y ole.