Palabra de Antígona
El principio básico como en toda actividad humana actual es el dinero. Sin duda. En México existe ese dicho que sin dinero no baila el perro.
Yo siempre me ando acordando de cosas del pasado. México fue vanguardia en América Latina en una estrategia efectiva para moderar el crecimiento poblacional. Modernizó su Ley de Población en 1974 y tomó previsiones. En menos de dos décadas pasamos de siete hijos por mujer a 2.2, en tiempo record.
Esa estrategia acorde con una política internacional, sustentada por los Estados Unidos, entre otras agencias de recursos y para el desarrollo, significó en los años ochenta una fuente de dinero para el desarrollo y crecimiento de muy distintas organizaciones de la sociedad civil; prohibidos hasta 1974 los anticonceptivos, hubo que capacitar, promover, difundir, esta nueva política. El tema de difusión era La Familia Pequeña Vive Mejor.
Decenas de organizaciones feministas nos unimos a la nueva política. Era imperativo que las mujeres se liberarán de maternidades eternas, porque había millones que dedicaban más de 25 años sólo a tener hijos y criarlos. ¿Quién no lo recuerda? Pero ya en los años noventa urgía. Los brazos femeninos para la producción y la acumulación de capital se volvieron prioritarios.
Un jalón más. Por supuesto con dinero, operaron intensas campañas para el uso de métodos anticonceptivos, sobre todo tras la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de 1994 celebrada entre el 5 y 13 de septiembre en El Cairo, Egipto.
Se trataba de un momento decisivo para que la cooperación internacional se ocupara de lo que significa para los gobiernos el desarrollo. Las feministas actuamos, miles de todo el mundo fueron al Cairo, para decir sí, pero para plantear mucho más: aborto legal, educación sexual, nuevas instituciones para atender la reproducción, disminuir la muerte materna y asegurar el respeto de los derechos de las mujeres y su libertad reproductiva.
Así se crearon institucionalmente las dependencias de salud sexual y reproductiva, antes llamadas de salud materno infantil; eso fue útil para lo que siguió; el tema del VIH/Sida y la popularización del uso del condón; las estrategias para reducir la muerte materna, hoy llamada Maternidad Segura y seguir discutiendo la conveniencia de legislar sobre la Interrupción Legal del Embarazo. Sólo lograda en México en el Distrito Federal hasta la semana 12.
No fue sencillo. Pero para llevar a cabo ese último jalón había que enfrentar, como siempre, a los sectores conservadores. Todavía hoy hay países que consideran ilegal el uso de anticonceptivos. La ciencia hizo lo suyo y se perfeccionaron los métodos, de la pastilla de finales de los cuarenta a sistemas sofisticados para evitar el embarazo. Los chinos descubrieron un método seguro para el aborto y luego surgió eso que conocemos como la pastilla del día siguiente o anticoncepción de emergencia.
Hubo para todas. Las organizaciones de difusión también nos beneficiamos. Crecimos y nos expandimos, gracias a los nuevos aires del Cairo. Llegamos a crear instancias regionales y continentales. Se fortalecieron decenas de propuestas y acciones de la sociedad civil para apuntalar la política nacional y seguir horadando en favor de la salud sexual y reproductiva. Todas fuimos invitadas al reparto; hubo recursos internacionales cuantiosos.
Por ello no es de sorprender una creciente inquietud para saber dónde irá el dinero de la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo Adolescente (ENAPEA) que anunció el presidente Enrique Peña Nieto en enero de este año; quién lo va a concentrar, quién lo va a repartir. Urge saberlo. ¿Cómo? No se halla.
Esta estrategia es el resultado de todos aquellos estudios surgidos a partir de 1974. Hoy sabemos gracias a las encuestas, la profesional información de INEGI; el seguimiento y los testimonios que cerca de medio millón de criaturas llegan a engrosar la población mexicana nacidas de los vientres de adolescentes de entre 10 y 19 años, una verdadera preocupación ética; y sabemos que la cuarta parte de esos nacimientos, viene de niñitas pequeñas, de 8 y 10 años, con razón, se sospecha de abuso sexual, de violencia.
La estrategia, leí con cuidado el documento que la sustenta, dice claramente que es una herramienta dinámica de coordinación entre distintas dependencias del Gobierno Federal, 13, y un puente de coordinación y cooperación con las entidades federativas y los municipios en la materia. Es decir, no es un programa específico, sino eso, una coordinación. ¿Dónde está el dinero?
Claro que hay dinero en las 13 dependencias federales que han ensayado durante años distintas acciones para ocuparse del fenómeno. Los datos son evidentes y preocupantes: entre 2006 y 2014 se incrementó la tasa de fecundidad de las adolescentes de 15 a 19 años, pasando de 66 nacimientos por cada 1000 mujeres en ese grupo de edad a 77 nacimientos, aunque la tasa de fecundidad de las mujeres en el país bajó.
Más aún: seis de cada 10 embarazos de menores de 15 años están vinculados a la violencia, el engaño y el abuso sexual. Según datos del Instituto Nacional de las Mujeres, el 20 por ciento de los nacimientos en nuestro país son de madres de 8 a 19 años. Las niñas que han sido madres entre 8 y 15 años, han tenido una pareja de la misma edad sólo en el 20 por ciento de los casos, mientras que en el 80 por ciento restante, han tenido parejas 10 y hasta 50 años más grandes. De ellas, el 41 por ciento deja la escuela y sólo retorna el uno por ciento.
Por ello la Estrategia moviliza acciones y programas que ya están en las instituciones, que deben poner como prioridad el embarazo en adolescentes. Actualmente ya están los mecanismos de evaluación elaborados por el Instituto Nacional de Salud Pública en colaboración con el Instituto Nacional de las Mujeres.
Por eso, ese Instituto lanzó hace unas semanas una web de información para las y los jóvenes llamada Como le hago y se hacen foros de información en todos lados. En su página web hay unas 40 acciones.
También se abrieron capacitaciones virtuales, ya en curso, y se crearon en 16 entidades grupos de coordinación estatales.
Parece que se está trabajando arduamente, al menos en esta parte institucional. Pero la Estrategia y esto preocupa a todas las organizaciones, dice se invitará a las organizaciones. Tal vez no a todas. No se sabe quienes sí. Así que es eso lo que preocupa, o sea el dinero, dónde se hallará la forma en que se canalicen los recursos a los grupos civiles, cuánto será, dónde se podrán pedir.
Y ese es el punto. Leí con mucho cuidado 14 notas informativas de un foro celebrado el 30 de septiembre en El Colegio de México, sólo vi una información en la que se “presume” la estrategia, pero no se le pone dinero, ni se dice quién la administrará.
Es lógica la inquietud. Es natural. Muchas organizaciones viven de ello. También algunas asociaciones investigan cómo se coordinarán las acciones del Grupo Interinstitucional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (GIPEA) y sus correspondientes estatales, por cierto, ya instalados en 16 entidades. Lo que no se ve es el dinero para esas acciones.
Es probable que el principio mexicano sin dinero no baila el perro, sea completamente cierto, pero cuando leo que se trata de una estrategia de coordinación interinstitucional, entiendo que los recursos asignados a las 13 dependencias para la salud reproductiva, la juventud, las becas para adolescentes, la capacitación y otras, están por ahí, pero no claros, porque no es un programa específico.
Ya hace tiempo que hubo programas para atender y prevenir el embarazo en adolescentes; conté 21 desde 1974; igual otros para dar educación sexual, unos más para dar seguimiento y monitorear, entiendo que están ahí, digo los recursos, en los entretelones de la técnica presupuestaria. El documento de la estrategia señala que esos programas y acciones carecieron durante años de coordinación y mecanismos de evaluación.
Es verdad que no deberán perderse o disminuirse los recursos, porque el asunto es de salud pública, porque no es posible pasar por alto la violencia contra las niñas, porque es absurdo que haya crecido la tasa de fecundidad en las jóvenes, porque es inaceptable que su vida se vea truncada con la maternidad temprana.
Claro que sí. Si queremos que la estrategia funcione, es de justicia elemental, pero lo que no parece ético es anunciar que no va a funcionar sin saber lo que ya se hace o documentar lo que se pretende. Me asusta el medio de la denuncia sin documentarla, porque parece decirse: ¿Dónde está el dinero? Porque yo quiero concursar, eso es lo que está en el fondo de una preocupación, que por el momento me parece ilegítima. Incluso forzando a respuestas del funcionariado.
¿No hay coordinación? Bueno habrá que ver, porque ahora lo que sí está, y los vi, son el sistema de indicadores elaborado por el Instituto Nacional de Salud Pública y el desglose de las estrategias concretas; habrá que reordenar la metodología de la formación y difusión; habrá que seguir los pasos, eso sí, pero buscar solamente el dinero para saber si en el reparto se considera a las ya antiguas y nuevas instancias que pueden participar, me parece un reduccionismo lamentable. Habrá que ver y habrá que saber si o no funcionará esta estrategia. Claro que sí. Veremos.