Carlos Leppe: adiós al gran performer chilensis

Carlos Leppe (1952), una de las figuras imprescindibles del contestatario panorama performativo chileno, falleció en la noche viernes 16 de octubre de 2105  en Santiago de Chile, víctima de una pancreatitis.

Francisco Javier Alvear

Artista plástico-conceptual-audiovisual y performer multifacético, formado en la Universidad de Chile y discípulo de Eugenio Dittborn, Carlos Altamirano y Francisco Smythe en la Escuela de Artes de esta importante casa de estudio.

Leppe, fue pionero de la performance en Chile junto a excelsa troupé compuesta por Francisco Copello, Diamela Eltit (y el grupo CADA con Raúl Zurita a la cabeza) y Las Yeguas del Apocalipsis (cuya figura estelar era el fallecida Pedro Lemebel), principalmente.

En efecto, en 1974 irrumpía en la galería Carmen Waugh en Santiago de Chile, ante la mirada atónita del público, con un espectáculo tan inesperado como sorprendente: sentado en una tarima móvil rodeado de una serie de gallinas de yeso exhibiendo una corona fúnebre alrededor del cuello. El happening de las Gallinas -como se le conoció- se convirtió así en la primera performance realizada en un país abrumado por una dictadura militar que le había declarado -a sangre y fuego- la guerra a muerte al arte y la cultura; al mismo tiempo que Leppe definía su sello artístico sobre la base de un lenguaje transgresor y dotado de una crueldad casi artaudiana.

A dicho espectáculo le seguirían otros como: “El perchero” (1975), performance en donde aparecía travistido de mujer; “La Estrella” (1979), en la que, citando a Duchamp, hizo un tallado en su nuca en forma de estrella, y el video arte “Sala de Espera” (1980), donde se enyesó y cantó como soprano, con la cara pintada y usando pinzas que lo desfiguraban (en la entrada de esta nota), etc.

Una de sus últimas presentaciones en este género performativo fue la recordada acción de arte titulada “Los zapatos de Leppe”, realizada en el año 2000 en las afueras e interior del Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile -primer ingreso performático de Leppe al espacio museístico chileno (no-galerístico)-, con motivo de la inauguración de la tercer parte de la exposición Chile: 100 años de Artes Visuales titulada Historias de Transferencia y Densidad, comisariada por Justo Pastor Mellado, correspondiente al período 1973-2000.

«El perchero», Carlos Leppe

En ella Leppe llegó a la puerta del museo en un taxi marca LADA (automóvil ruso popularizado en el Chile de fines de los ochenta) cargando una maleta que rebosante de una serie de objetos utilizados en performances anteriores, descalzo y con los pies cubiertos de vendas médicas, para entrar aullando arrodillado al Museo Nacional de Bellas que simbolizaba un templo; de fondo se dejaba oir tenuemente una banda sonora con la voz de la madre de Leppe (Catalina Arroyo). En el cuello, además, llevaba colgada una pizarra de tiza que dicía: “yo soy mi padre”. Al interior, la recordada performance, continuó finalmente con su consabida dramaturgia (audivisual, instalación) plagada de excesos y material orgánico, léase, pelos y excremento humano, con el cual Leppe fijo una enorme figura fálica precolombina en su cabeza.

No obstante, los tiempos de la performance parecían ir quedando atrás definitivamente, pues Leppe evolucionaba hasta la publicidad pasando por la política; de hecho en los noventa -nada más lejos de sus trasgresores y polémicos inicios- las ofició como asesor de imagen del oficialista Partido Por la Democracia (PPD) y como director de arte del área dramática de TVN (Televisión Nacional de Chile), para terminar como agregado cultural en Buenos Aires del gobierno de derechista de Sebastián Piñera. Algo que fue duramente cuestionado por el mundo artístico.

A la par que retornaba definitivamente a la plástica, tanto es así que, precisamente, por estos días en que cumplió los 63 años (9 de octubre), se encontraba trabajando junto al curador y crítico Justo Pastor Mellado y su amigo artista Alfredo Barrios, en la edición de un libro panorámico sobre su trayectoria: “Obra / proyecto”.

Sin ir más lejos, hace tan solo tres años había expuesto por última vez en la galería Departamento 21, un conjunto de pinturas con las que parecía regresar definitivamente a este lenguaje, luego del comentado alejamiento del performance con la vuelta a la democracia.

Sus trabajos plásticos, precisamente, se caracterizaban por la potente carga de materia, de óleo y trazos violentos que fueron interpretados como dispositivos que testimoniaban su historia de vida y su propia imagen materializados, a partir de sus dolores y obsesiones: la ruina, la (omni)presencia de la madre, la identidad sexual y su propio cuerpo (que operó hace 11 años para superar la obesidad que padecío durante toda su vida).

Leppe, en este sentido, se autodefinía como de la “escuela richardiana” (Nelly Richard), que hablaba a través de un “Cuerpo Correccional”, donde la escritura de la teórica da cuenta de la filiación duchampiana como referente clave de la inscripción de leppeniana.

Por último, cabe señalar que Nelly Richard, teórica francesa radica en Chile durante el gobierno del presidente Allende, publica en 1980 Cuerpo Correccional (1980), un libro dedicado íntegramente a la obra de Carlos Leppe desarrollada entre 1974 y 1980.

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