El viaje a la Luna de Méliès

“¡Todos descendemos de Méliès!” (Martin Scorsese)

En enero de 2013 se han cumplido 75 años de la muerte de Georges Méliès, uno de los padres fundadores del cinematógrafo.

cartel-Viaje-a-la-Luna El viaje a la Luna de MélièsEl 31 de mayo de 2013, Cines Verdi estrena una versión remasterizada de El Viaje extraordinario. Viaje a la Luna, una película de 16 minutos de duración realizada en 1902, uno de “los mudos” más famosos de la historia del séptimo arte.

La Luna con el obús, en el que llegan los sabios procedentes de la tierra, incrustado en un ojo es una de las imágenes más divulgadas de aquellos tiempos en que el cine daba sus primeros pasos, consiguiendo con pocos medios técnicos y mucha imaginación unos resultados auténticamente espectaculares que incluyen la recuperación de algunos tradicionales cuadros circenses, el uso de efectos especiales y la creación de seres extraordinarios, como en este caso los selenitas. Ver hoy El Viaje a la Luna «es volver a los orígenes, regresar a las primeras luces del cine cuanto todo era misterios, sueños y creaciones por llegar».

La historia es muy simple: un grupo de astrónomos deciden que les disparen en dirección a la luna, a bordo de un proyectil lanzado desde un enorme cañón. La hazaña es un éxito y, una vez llegados al satélite, los científicos se encuentran con un paisaje increíble y unos seres diferentes, los selenitas, que quieren hacerles prisioneros. Sin embargo, consiguen escapar y regresar a la tierra en su astronave.

Treinta años más tarde, en 1933, Georges Méliès confesaba: “La idea del Viaje a la Luna me vino del libro de Julio Verne De la Tierra a la Luna y alrededor de la Luna, una obra en la que los humanos fracasan en su intento de aterrizar en la Luna. Utilizando el mismo procedimiento que el descrito por Julio Verne –cañón y cohete- imaginé la posibilidad de alcanzar la Luna y poder crear y mostrar muchas originales y divertidas imágenes fuera y dentro de la Luna, y enseñar sus monstruosos habitantes y añadir también uno o dos efectos artísticos (mujeres representando a las estrellas, cometas, efectos de nieve, fondo del mar, etc…)”.

El resultado es un divertido corto que algunos especialistas han definido como “la primera película de ciencia ficción” y cuyas fuentes de inspiración se han encontrado no solo en Julio Verne sino también en H.G. Wells (Los primeros hombres sobre la Luna, 1901). Sus protagonistas son una especie de caricatura del mundo científico de la época: barbudos con cabellos revueltos, decorados sorprendentes y mucha disputa a golpes de paraguas. La película se filmó cuadro a cuadro, utilizando distintos fondos para cada escena. Ya entonces Méliès hizo versiones tanto en blanco y negro, como coloreadas a mano. Una de éstas últimas, apareció en 1993 en Barcelona y fue donada a la Filmoteca de Cataluña.

Gracias a una minuciosa restauración, en 2011 –y coincidiendo con el 150 aniversario del nacimiento de su autor- se pudo presentar por primera vez la versión coloreada de El viaje a Luna, restaurada y completada por una banda sonora escrita por el duo francés AIR (Amour, Imagination, Rêve- Amor, Imaginación, Sueño), en el marco del Festival de Cannes 2011.

La idea de viajar al espacio formaba parte el imaginario colectivo de finales del siglo XIX y principios del XX. Antes de que la película de Méliès pudiera verse en las pantallas francesas de la Feria del Trono, en septiembre de 1902, los lectores de todo el mundo conocían las obras de Verne, pero también las de André Laurie (Los exiliados de la Tierra, 1888), Pierre de Sélènes (Dos años en la Luna, 1896) y George Le Faure (Aventuras extraordinarias de un sabio ruso, 1889-1896), además de Los primeros hombres sobre la Luna, del ya mencionado Herbert George Wells (1901), donde el aventurero Cavor descubre la civilización selenita a bordo de su astronave. Pocos años antes, el compositor Jacques Offenbach estrenaba una «ópera mágica», titulada El Viaje a la Luna, en el Teatro de la Gaîté (1875). Desde entonces, y hasta 1969, cuando la misión del Apolo XI la hizo realidad, viajar a la Luna se convirtió en una de las utopías científicas del siglo pasado.

En 1895, también en Francia, los hermanos Lumière descubrían la técnica del cinematógrafo y presentaban al público, en el sótano del Salón Indio del Grand Café, en el boulevard des Capucines de París, La salida de las fábricas Lumière, que abriría la espita al desfile de “iluminados” que iban a lanzarse a hacer realidad una de las aventuras más hermosas de la creatividad humana. Méliès formaba parte de ese círculo y en 1896 realizaba su primera película, Una partida de cartas (definida entonces como “imágenes animadas”, la palabra film, película, no se había inventado todavía), que duraba, como otros intentos de la época, menos de un minuto y consistía en la filmación de imágenes reales. En un primer tiempo, los realizadores estaban más motivados por explotar al máximo las posibilidades técnicas de las máquinas, que por sus aspectos artísticos.

Pero Méliès era un hombre especial. Nacido en una familia de industriales acomodados, dibujante, caricaturista, ilusionista (en 1891 creó la Academia de Prestidigitación, que dos años después se transformó en el Sindicato de Ilusionistas de Francia, y en 1904 en la Cámara Sindical de la Prestidigitación, que presidió durante treinta años), construyó un estudio en su propiedad de Montreuil y fundó la compañía Star Film con la que abordó diferentes intentos de “hacer cine” sobre los temas más diversos, desde una sesión de prestidigitación hasta el “caso Dreyfus”, desde Fusto y Margarita hasta Juana de Arco. Convertido más tarde en propietario del parisino Teatro Robert Houdin, tras vender su parte en el negocio familiar a uno de sus hermanos, cada noche deleitaba al público asistente a sus Soirées Fantastiques con números de magia, trucos y “escamoteos”, haciendo desaparecer a una joven tras una cortina, transformándola en un esqueleto y haciendo que reapareciera para saludar al respetable.

La misma técnica que aplicó más tarde al Viaje a la Luna, sustituyendo en los cuadros filmados unas imágenes por otras. Se reservó el protagonista principal, el profesor Barbenfouillis; para el resto de “sabios” pertenecientes al Club de Astrónomos echó mano de sus fieles amigos, y para todos los personajes “soñados” de unos cuantos acróbatas del cabaret Folies Bergères, algunas de las coristas del Teatro de Châtelet y unos cantantes de music-hall. El titanesco coloreado de las copias se llevó a cabo en el taller de Elisabeth Thuillier, que contaba con 200 obreros que pintaron una a una las 13.795 imágenes del Viaje a la Luna.

Hasta 1913 Méliès realizó más de 500 películas cortas. Los espectadores seguían en masa las novedades del “estilo Méliès”, descubriendo los inventos de un cineasta cuya imaginación parecía no tener límites. Pero ya entonces la competencia económica empezó a causar estragos entre los pioneros y los estudios americanos se hicieron poco a poco los amos del mercado: el público quería comedias y dramas realistas y las visiones de Méliès dejaron de interesar. Arruinado, en 1913 decidió poner fin a su carrera, abandonó definitivamente el cine y, en un ataque de rabia, llegó incluso a destruir algunas de sus obras. Para sobrevivir, durante un tiempo vendió juguetes en un puesto de la estación de Montparnasse, como muy bien recordaba Martin Scorsese en la reciente película Hugo Cabret (adaptación libre de la novela La invención de Hugo Cabret, de Brian Selznick, que evoca la vida de Georges Méliès y le rinde homenaje). Acabó sus días en el Castillo de Orly, residencia para jubilados del cine. Poco antes, en 1938, Louis Lumiére le impuso la Legión de Honor, al tiempo que decía “Saludo en usted al creador del espectáculo cinematográfico”.

“Desde Mujer en la Luna, de Fritz Lang hasta 2001: odisea en el espacio de Kubrick, la deuda del cine con el genial creador de Montreuil es inmensa”. (Jean Tulard de l’Institut, profesor de la Sorbona, director de la Escuela Práctica de Alto Estudios).

http://youtu.be/8GsiHDGwPaU

Única copia en color que ha sobrevivido

http://youtu.be/2KPyAYAXZF0

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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