La Fundéu señala que en las noticias sobre incendios forestales es frecuente el empleo inapropiado de algunos términos y expresiones, y ofrece las siguientes recomendaciones:
1. Incendiario no es sinónimo de pirómano
Incendiario es quien ‘incendia con premeditación, por afán de lucro o maldad’; no es sinónimo de pirómano, ‘alguien que sufre una enfermedad por la que disfruta provocando fuegos y viendo las consecuencias del incendio’.
2. Provocado e intencionado, diferencias
Se aconseja emplear la expresión incendio intencionado para aquellos generados con la voluntad expresa de hacer arder una zona. La expresión incendio provocado es más amplia y se aconseja que vaya acompañada de la causa (provocado por una chispa, provocado por una quema de rastrojo, provocado por un rayo…).
3. Los incendios se propagan, no se propalan
Los incendios se pueden propagar (‘extender, dilatar o aumentar algo’), pero en ningún caso se propalan, pues este verbo significa ‘dar a conocer o difundir algo oculto o poco conocido’.
4. Incendio controlado y estabilizado no son equivalentes
Un incendio controlado es aquel que se ha conseguido aislar y cuyo avance y propagación se ha logrado detener, y un incendio estabilizado es el que evoluciona dentro de unas líneas de control establecidas.
5. Los 30 bomberos, y no los 30 efectivos del cuerpo de bomberos
Efectivos hace referencia al conjunto de los miembros de las patrullas o cuadrillas, pero no a cada individuo en particular («los 30 bomberos» o «los 30 miembros del cuerpo de bomberos» y no «los 30 efectivos del cuerpo de bomberos»).
6. Orografía del terreno es redundante
La expresión orografía del terreno es redundante puesto que la palabra orografía es ‘el conjunto de montes de una comarca, región o país’, y por lo tanto en ella ya está implícita la idea de terreno.
7. Los incendios pueden ser violentos, pero no virulentos
Los incendios pueden ser violentos, pero no virulentos, pues violento significa ‘que tiene mucha fuerza o intensidad’, mientras que virulento se aplica a las ‘enfermedades malignas e intensas’, así como a los ‘estilos, discursos o escritos que son hirientes, sañudos, ponzoñosos o mordaces en sumo grado’.