La historia de las relaciones de pareja ha sido complicada desde el mismo momento en que la especie humana comenzó a diferenciar instinto, sentimientos y necesidades, y ha sido la inteligencia de los líderes que en cada momento tuvo cada comunidad la que ha permitido que los problemas se solucionaran sin trauma y evolucionar hasta las leyes de divorcio más o menos avanzadas que imperan en todos los países del mundo, menos en Filipinas y El Vaticano.
En España no se contó con una ley de divorcio moderna hasta la Segunda República, que resolvía una prohibición impuesta por Alfonso X el Sabio setecientos años antes, que a su vez suprimía este derecho implantado otros seiscientos años antes por el Rey visigodo Recesvinto, aunque es cierto que solo para casos limitados de sodomía del marido o prostitución o adulterio de la mujer.
Así que hubo que esperar hasta que en 1981 el Gobierno de Adolfo Suárez promulgo una ley que autorizaba el divorcio, con limitaciones y problemas burocráticos que se han ido solucionando en estos años, gracias a la labor de asesoría de innumerables abogados de divorcio y otros agentes sociales, hasta llegar a la última regulación del ministro Ruiz-Gallardón, que permite divorciarse ante un notario si no hay en juego intereses de terceros.
En todo este proceso han jugado un papel determinante las religiones, especialmente el islamismo, que en el mejor de los casos acepta a regañadientes la ruptura matrimonial, o el cristianismo, que no lo acepta en circunstancia alguna, aunque si ha tramitado innumerables disoluciones por anulación.
En España, el cristianismo se impuso en todas las provincias del Imperio Romano en la Península sustituyendo al divorcio que contemplaba el Derecho Romano, muy utilizado y simplificado, ya que bastaba que el marido devolviera a la mujer y la dote conseguida por el matrimonio, a la casa paterna.
Desde entonces, salvo los periodos de dominación musulmana en que sí se permitía la disolución del vínculo, incluso a instancias de la mujer, la Iglesia Católica se ha apoyado en los movimientos más integristas para oponerse al divorcio, e incluso han llegado a acusar de traicionar las creencias cristianas más profundas a los dirigentes de partidos conservadores o liberales que han ido adaptando progresivamente los textos legales a las necesidades de la sociedad actual, en la que ya no solo se trata de matrimonios confesionales o civiles, sino también de parejas de hecho con las mismas necesidades de dejar solucionados los problemas con descendientes o ascendientes, o liquidar bienes comunes.
Pero aunque se hayan facilitado al máximo los trámites de separación y divorcio, es aconsejable recurrir al asesoramiento de abogados especializados en el derecho de familia, para determinar que la pareja no va a dejar asuntos pendientes que puedan alterar sus vidas en el futuro, y aconsejen si se puede recurrir al divorcio express ante un juzgado, si podemos recurrir al trámite más simple ante un notario, o si es necesario suscribir un convenio regulador por controversias en la custodia de hijos, regímenes de visitas, incluidas las de los abuelos, o en la asignación de pensiones.