Vivit Muntarbhorn inicia mandato como relator LGBTI en la ONU

El primer experto independiente de la ONU sobre Orientación Sexual e Identidad de Género, el abogado tailandés Vivit Muntarbhorn, ya comenzó el proceso de consultas abiertas y transparentes con individuos, organizaciones sociales y Estados, aunque algunos de estos aún objetan su mandato, informa Gustavo Capdevila[1] (IPS) desde Ginebra.

Muntarbhorn, profesor de derecho internacional en la Universidad Chulalongkorn de Bangkok, tiene por misión colaborar en la protección de los derechos de personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI), víctimas de violencia, odio y discriminación en numerosos países.

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Vivit Muntarbhorn, relator LGBTI de la ONU

El jurista tailandés, formado en la Universidad de Oxford y colaborador desde 1990 de distintas agencias de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), se integra al sistema de procedimientos especiales del Consejo de Derechos Humanos, que tutela las garantías, civiles, culturales, económicas, políticas y sociales, conformado por 57 expertos, 43 temáticos y 17 con mandatos por país.

Muntarbhorn comenzó su labor a fines de enero, después que en una cerrada votación, el Consejo aprobó en junio de 2016 la creación del mandato que agencias del foro mundial y organizaciones sociales reclamaban durante décadas. De los 47 Estados que integran el Consejo, 21 votaron a favor, 18 en contra y seis se abstuvieron.

El texto aprobado sufrió enmiendas de último momento que «suavizaron» su contenido, impulsadas por «países retrógrados, Rusia y miembros de la Organización para la Cooperación Islámica, como Pakistán, Egipto y Arabia Saudita», recordó Pooja Patel, investigadora del Servicio Internacional de Derechos Humanos, con sede en Ginebra.

El mandato del experto independiente superó a fines de 2016, en votaciones también reñidas, otros obstáculos interpuestos por países africanos ante el Tercer Comité de la Asamblea General de la ONU, que se ocupa de temas sociales, humanitarios y culturales.

En cambio, Muntarbhorn recibió en Ginebra, sede del Consejo de Derechos Humanos, un sólido respaldo de organizaciones sociales y de Estados, principalmente de América Latina y Europa Occidental, además de Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda.

El representante de la Unión Europea, Jérôme Bellion-Jourdan, resaltó la actitud de los siete países latinoamericanos -Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Mexico y Uruguay-, que presentaron y defendieron durante ásperos debates la resolución original de la creación del mandato.

Tras esas discusiones en el Consejo y en la Asamblea General, «los números y el apoyo a este mandato en todo el mundo solo han crecido», sostuvo André du Plessis, uno de los directores de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA, en inglés).

Muntarbhorn reconoció que es importante el disenso entre países, aunque adelantó que se propone entablar consultas con todos. «Trataremos de fortalecer, reforzar y aplicar de modo efectivo los estándares que ya existen en la materia», dijo en un diálogo exclusivo con IPS.

El experto precisó que el término «orientación sexual» describe «cómo nos sentimos con relación a otros y es una dimensión externa de lo que somos». A su vez, «identidad de género» es «la dimensión interna de lo que somos, que puede ser diferente, en términos de identidad, del género o sexo asignado en el nacimiento, y esto tiene mucho que ver con las personas transgénero».

Todas las personas tienen orientación sexual e identidad de género (OSIG), pero «el rasgo más triste es que aquellas con OSIG diferente son perseguidas por ser distintas de la estrictamente considerada norma binaria heterosexual de varón/mujer», expusó Muntarbhorn.

«Y eso es una invitación a una comprensión más amplia de la biodiversidad humana, que debe venir desde la más joven edad y que será una manera de prevenir malentendidos y equivocaciones que en última instancia pueden conducir a la violencia y la discriminación», agregó.

El programa inmediato del experto incluye una presentación ante el Consejo de Derechos Humanos, durante su próxima sesión, desde el 27 de febrero y hasta el 24 de marzo, y también su primera visita de evaluación a un país, en este caso Argentina, del 1 al 10 de marzo.

En su plan de trabajo, Muntarbhorn pondrá el acento en cinco áreas interrelacionadas, consideradas decisivas en la protección contra la violencia y la discriminación, que son: despenalización, desestigmatización, reconocimiento legal de la identidad de género, inclusión cultural con diversidad sexual y de género, y empatía.

Sobre la despenalización, el experto dijo que todavía pertenecer al colectivo LGBTI se penaliza en 70 países y que entre cinco y siete de ellos se incluye la aplicación de la pena de muerte. «Esta es una preocupación de enorme importancia y necesitamos un diálogo satisfactorio con esos países», puntualizó.

Un informe de ILGA, de 2015, refirió que la pena de muerte por actos sexuales entre personas del mismo sexo se aplicaba en 13 países, o en parte de sus territorios, lo que equivalía a seis por ciento del total de miembros de la ONU.

La pena de muerte por esos actos, conforme conductas codificadas en la sharía, la ley islámica, regía en cuatro países: Sudán, Irán, Arabia Saudita y Yemen. Las mismas condenas se aplicaban en áreas provinciales de dos países: en 12 estados del norte de Nigeria y en partes meridionales de Somalia.

La pena capital por los mismos motivos codificados en la sharía rige igualmente en Mauritania, Afganistán, Pakistán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, aunque se desconoce si se aplica de manera específica a casos de relaciones entre personas del mismo sexo.

La última modalidad de aplicación de la pena de muerte por esos motivos la ponen en práctica tribunales locales, vigilantes y actores no estatales, en Iraq y en zonas de Siria controladas por el grupo Estado Islámico.

Muntarbhorn mencionó casos de países donde existen leyes que castigan las relaciones entre personas del mismo sexo, en particular a los gais. Pero esos mismos estados se muestran muy abiertos con las personas transgénero.

«Esa es la realidad a nivel local y, por tanto, es muy importante no generalizar demasiado, sino más bien observar lo especifico y procurar que a través de la totalidad de garantías de los derechos humanos se cumpla con las normas internacionales», dedujo.

Desde 1980, unos 15 países han despenalizado esas conductas, «lo que demuestra que los cambios pueden lograrse mediante la promoción de modificaciones constructivas. Y 10 años atrás, tan siquiera dos años atrás, yo no hubiera pensado que un experto independiente de OSIG estaría hoy aquí presente», dijo Muntarbhorn.

Con respecto a la desestigmatización, el experto recordó que hasta 1990 los gais eran considerados enfermos mentales, «cuando en realidad solo son parte de la biodiversidad humana». Aquel año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó a la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.

Sin embargo, «aún tenemos esta clasificación particular para las personas transgénero y para las intersexuales. Debemos avanzar respecto a la identidad de las personas, sin estigmatizarlas, sin transformar el tema en una cuestión médica ni en una patología», reclamó.

El reconocimiento legal de la identidad de género alude a los problemas que enfrentan las personas transgénero e intersexuales. En el caso de las transgénero, ellas aspiran a que su identidad les sea reconocida legalmente aun cuando sea diferente a la identidad de género que tuvieron al nacimiento.

«La cuestión se relaciona en gran parte con la cirugía compulsiva que se les impone en algunos países, cando desean cambiar su identidad de género, aunque en otros países ni siquiera esa posibilidad existe», explicó.

«Las trans son clasificadas como varones cuando ellas se sienten mujeres, visten como mujeres y afrontan muchos problemas, como el acoso escolar (bullying), la creación de estereotipos, el uso de los baños y, en síntesis, la tortura», enumeró el experto.

Sobre la inclusión cultural con diversidad de género, Muntarbhorn encuentra algunas prácticas tradicionales positivas, como el caso de ciertas comunidades que históricamente protegían y valoraban a las personas transgénero «casi como dioses y diosas».

«Pero también surgen casos de prácticas tradicionales negativas que matan, dañan y persiguen a las personas que son diferentes en términos de orientación sexual e identidad de género», recordó.

El experto constató que eso ocurre en muchas comunidades, como consecuencia de la aplicación de ciertas interpretaciones de leyes religiosas y como remanente de leyes coloniales que penalizaban las relaciones entre personas del mismo sexo.

La empatía que Muntarbhor propugna con los LGBTI significa «comprensión, actitud, conocimiento, disposición y, más aún, educación». «Representa socialización, vínculos con familias y comunidades desde edad temprana y de esa manera sentimos empatía, un cierto entendimiento sobre aquellos que son diferentes de nosotros en términos de género y de diversidad sexual», concluyó.

  1. Editado por Estrella Gutiérrez
  2. Publicado inicialmente en IPS Noticias
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