Un siglo de la muerte de Auguste Rodin

Se cumple el centenario de la desaparición de uno de los grandes revolucionarios de la escultura europea

En los años en los que en Europa triunfaban las doctrinas de Freud sobre el inconsciente el escultor Auguste Rodin (París, 1840-1917) presentaba al público su “Puerta del infierno”, una obra monumental inconclusa (en la que trabajó durante cuarenta años) destinada al Museo de Artes Decorativas, que se interpretó como la respuesta del artista al sicoanálisis freudiano.

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Xulio Formoso: Rodin[1]
Su obra más conocida, “El pensador”, fue originalmente concebida para coronar esta puerta. Se trata de un fresco de las pasiones y los sentimientos humanos en los que Rodin aplicó la herencia del Renacimiento italiano uniendo el pasado y el presente para transmitirlos a las generaciones futuras y rescatar la escultura del letargo y el mimetismo academicista en los que se encontraba. En “Puerta del infierno” hay inspiraciones del “Infierno” de Dante y “La metamorfosis” de Ovidio, pero también de las coetáneas “Las flores del mal” de Baudelaire.

Artista revolucionario

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Rodin: Muchacha con sombrero de flores

Auguste Rodin, el artista que vino a revolucionar la escultura del siglo XIX, tuvo la sensación de “haber ascendido al cielo” cuando encontró su verdadera vocación a los 17 años. Entonces trabajaba como estucador en la ornamentación del París remodelado por el arquitecto Eugène Hausmann durante el reinado de Napoleón III, mientras por las noches creaba sus propias esculturas en un taller improvisado en su casa. Para una de las primeras, “El hombre de la nariz rota”, se sirvió de un vagabundo cuya cabeza le recordaba a un busto griego. Esta escultura tiene una historia insólita, pues después de haber sido rechazada por tres veces por la Academia, un amigo de Rodin la hizo pasar por un hallazgo de unas excavaciones y fue entonces cuando causó admiración general.

A los 21 años Rodin abandonó la Academie des Gobelins para instalarse por su cuenta. Inició su independencia modelando bustos como “Muchacha con sombrero de flores”, utilizando como modelo a su compañera Rose Beuret, una costurera de ropa blanca que lo acompañó toda su vida.

Durante un exilio de seis años en Bélgica Rodin trabajó en los talleres de Carrier-Belleuse y van Rasbourg mientras continuaba su formación con viajes a Italia para conocer las obras de Rafael y Miguel Ángel.

Provocó su primer escándalo al esculpir “La Edad de Bronce” (una alusión a la derrota de Francia en la guerra de 1870 contra Prusia) tomando como modelo al soldado belga Auguste Neytcon. Se le acusó de utilizar la técnica del vaciado porque la obra parecía estar viva. Para demostrar la falsedad de las acusaciones, Rodin presentó más tarde un “San Juan Bautista” en tamaño mayor que el natural, tomando cada uno de los miembros del cuerpo de modelos diferentes. En “Los ciudadanos de Calais” se evoca un dramático suceso histórico del reinado de Eduardo III durante el asedio de la ciudad por los ingleses en 1347. La escultura fue criticada por irreverente.

Las críticas a sus innovaciones no cesaron nunca, ni siquiera en obras como “Balzac” y “Víctor Hugo”, fruto de encargos oficiales. Pero fue el erotismo latente en sus esculturas (a veces rozando la pornografía) lo que le costó los ataques más virulentos. Los modelos para estas obras eran mujeres a las que hacía adoptar poses audaces, a veces obscenas.

El erotismo de una obra gigantesca

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Rodin: El beso

En los años de transición entre los siglos XIX y XX un escalofrío erótico recorría la literatura y el arte europeos, que descubrían el universo femenino de la mujer voluptuosa y seductora. “Femmes damnées” de Baudelaire,  “Madame Bovary” de Flaubert, los cuadros de Klimt, Manet, Egon Schiele y Courbet mostraban esa obsesión por la liberación de prejuicios sexuales que los artistas europeos querían transmitir en sus obras, aunque había leyes represivas contra el amor extraconyugal, la prostitución y la pornografía. Contra estas medidas los artistas reaccionaban con una obra que reivindicaba la libertad a través de la transgresión sexual.

Auguste Rodin era conocido por obras como “El pensador”. Pero fue el erotismo el género al que dedicó sus mejores esfuerzos y en el que su escultura adquiere su verdadero valor artístico. Para Rodin reproducir el cuerpo desnudo como objeto pasivo y sumiso, tal como venía haciéndose desde la antigüedad clásica y el Renacimiento, no aportaba nada al arte contemporáneo. Se trataba de instalar el desnudo en la modernidad y para ello la belleza y la intensidad tenían que incluir la carga conmovedora de la sensualidad y el erotismo de los cuerpos: del femenino (“Andrómeda”), del masculino (“La edad del bronce”) y de sus relaciones heterosexuales (“La eterna primavera”, “El beso”) y homoeróticas (“Mujeres perdidas”, “Dos mujeres abrazadas”, “Dafnis y Lycenia”). En “Iris, mensajera de los dioses” y en  “Mujer en cuclillas”, las modelos adoptan posturas en las que muestran el sexo femenino como nunca antes se había hecho en una escultura. Incluso en sus obras de tema religioso (“El Eclesiastés”) introduce Rodin contenidos eróticos, con el fin de manifestar las tensiones entre lo profano y lo sagrado. La obra erótica de Rodin fue el fruto de su talento de artista pero también del trabajo de la que fuera su discípula y amante, Camille Claudel, su modelo preferida.

La deuda con Camille Claudel

camille-claudel-atelier Un siglo de la muerte de Auguste Rodin
Camille Claudel en su atelier con Jessie Lipscomb

La vida sentimental de Rodin discurrió entre su compañera de toda la vida, Rose Beuret, con la que tuvo un hijo y con la que se casó poco antes de morir, y sus amantes, la duquesa de Choiseaul y, sobre todo, la escultora Camille Claudel. Hermana del poeta y dramaturgo Paul Claudel, Camille vivió de una manera apasionada su dedicación a la escultura y su amor por Rodin, a quien se entregó en cuerpo y alma después de que éste le hubiera prometido matrimonio, una promesa que nunca llegó a cumplir.

En 1906 Rodin viajó por España (Madrid, Toledo, Córdoba, Sevilla) acompañado de su amigo el pintor Zuloaga y del poeta Rainer María Rilke, quien se convirtió en su secretario personal. Fue Rilke quien escogió el Hôtel Biron para que el artista viviera sus últimos años sin preocupaciones y rodeado de comodidades. Allí siguió trabajando en esculturas de manos, pies y figuras desnudas que luego combinaba en juegos y escenificaciones. Afectado por varios ataques de hemiplejía y por un infarto, en 1916 decidió regalar todas sus obras al Estado para poner fin a los cazadores de herencias que preveía tratarían de sacar partido tras su muerte. Esta llegó el 17 de noviembre de 1917 en una humilde casa de Meudon (ni siquiera tenía calefacción) a la que se había trasladado con su ya esposa Rose (con la que se casó en enero y que murió unos meses antes que él). Ambos comparten una misma tumba en el cementerio de Meudon al pie de una de las “copias originales” (Rodin las llamaba así) de su estatua “El pensador”.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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