Hace tiempo que a la hora de hablar de salud siempre nos referíamos a la grasa. La industria tomó este concepto como estrategia de venta y comenzaron a salir productos bajo el lema «sin grasa», «bajo en colesterol» o simplemente «bajo en grasa», pero las enfermedades asociadas al azúcar no dejaron de salir a la luz.
Tras varias décadas eligiendo compulsivamente productos cuyos carteles nos proponían ser sanos, salieron otros que se llamaron «light», «eco» o «natural». En todos ellos, no solo no existía ese concepto, sino que hoy, en la actualidad, a pesar de la obligatoriedad de etiquetar absolutamente todos los productos con la cuantía y tanto por ciento que llevan de cada elemento, nos encontramos con que la tasa de obesidad ha aumentado en todo el mundo y el sobrepeso existe en dos de cada cuatro personas en las familias españolas.
Cerca del 3.6 millones de personas mueren por enfermedad cardíaca al año y cerca de 1.4 billones de personas padecen obesidad. Estos datos sugieren de nuevo que «somos lo que comemos» y por tanto, el azúcar es nuestro caballo de batalla a la hora de alimentarnos. Al reducirse la grasa de los alimentos se agregó más azúcar para hacerlos más apetecibles, y de ahí que las enfermedades consecuencia de ingerir azúcar se hayan elevado enormemente.
El consumo de azúcar obliga al cuerpo a excretar altos niveles de insulina; una hormona encargada de introducir la glucosa a la célula y es responsable de convertir el exceso de azúcar en grasa. De ahí que los altos niveles de insulina provoquen que el azúcar se convierta en grasa.
Las enfermedades asociadas al síndrome metabólico que se relaciona directamente con el azúcar son la diabetes, la hipertensión, los problemas cardiovasculares, algunos tipos de cáncer y el aumento de la grasa en sangre. Actualmente en España se ingiere hasta 5 veces más de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que sugiere que la ingesta de azúcar se reduzca a la mitad para que haga un 5 % o menos del total del consumo de energía de una persona.
Entonces, si una persona deja de tomar azúcar expresamente, ¿cómo es posible que siga engordando? Los llamados azúcares añadidos están ocultos en los etiquetados y son alimentos procesados que tienen al gran enemigo de la salud. Galletas, cereales para el desayuno, pan de molde, comidas congeladas, precocinadas, yogures con frutas, barritas de frutas con fibra…Por ello si usted considera que está haciendo una dieta saludable y está dejando el azúcar pero toma desayunos con cereales, a media mañana una barrita de cereales, un sandwich o un yogur de frutas, puede que aunque luego haga una dieta baja en calorías siga engordando y además, haciendo que el hígado trabaje más de la cuenta.
Si además en el etiquetado aparecen los datos de agave néctar, caña de azúcar, dextrosa, fructosa, fructosa cristalizada, glucosa, jarabe de arroz, jarabe de maíz, jaraba de malta, jarabe de caña, jugo de caña evaporado, miel, melaza, sacarosa, maltosa, melaza o jugo de frutas concentrado, usted está ingiriendo mucha azúcar oculta.
Asimismo las bebidas industriales, los zumos y los batidos tienen un alto contenido en azúcar o fructosa para hacerlos apetecibles y por tanto aumenta la producción de grasa en el hígado y la acumulación de esta en el abdomen. Algunos estudios demuestran que en ciertos animales existen estímulos semejantes a la adicción a la cocaína lo que puede sugerir que sea adictiva una vez que se prueba.
En los etiquetados, los ingredientes aparecen por orden descendente; es decir, los que contienen azúcares son los primeros en aparecer así que es posible que los identifiques cuando los compres. No te dejes engañar por los productos «light», «bio o eco»; normalmente son iguales lo que sucede es que su marketing les permite tildarse de sanos.
La web sinazucar.org se revela el azúcar libre de los alimentos mediante fotografías. Es un proyecto muy interesante con el que todo el mundo puede comprobar lo que come y la cantidad de azúcar que llevan los alimentos, azúcar oculta.
EE.UU.: El azúcar ha sido catalogado como el enemigo público número 1 en la lucha contra la obesidad. ¿Pero es realmente a quién deberíamos echarle toda la culpa? De un paso atrás y los números simplemente no cuadran. El consumo per cápita de azúcares agregados ha disminuido en un 15% desde 1999. No solo no disminuyeron las tasas de obesidad, sino que siguen aumentando a medida que consumimos menos azúcares añadidos.
MEXICO II: Durante el relanzamiento de la estrategia nacional contra la obesidad, en noviembre pasado, el titular de la Secretaría de Salud en Zacatecas (SSZ), Gilberto Breña Cantú, informó que el indicador de obesidad infantil en la entidad corresponde a 27 por ciento; en adolescentes, 34 por ciento, y en el caso de adultos, 69 por ciento. Luego de que la Secretaría de Salud (Ssa) federal aceptó que fracasó en el combate a la obesidad, el funcionario estatal dijo: “necesitamos un cambio de mentalidad, puesto que si le prohíben a alguien que tome azúcar o que le quiten los saleros en los restaurantes, no va a hacer que la persona esté convencida de lo que debe hacer”. Al cuestionar el por qué no funcionó la estrategia, Juan Carlos Córdova González, director general adjunto de Vinculación Social de la Ssa federal, aceptó que no se obtuvieron los resultados que se perseguían desde un inicio.
MÉXICO I: El reclamo más optimista para el nuevo impuesto a las bebidas azucaradas en México es que el consumo de gaseosas per cápita ha caído un 7,6% durante los primeros dos años del impuesto. De hecho, la evidencia revela que el IMC aumentó en el año siguiente al impuesto. De acuerdo con el sitio web de Colaboración de Factor de Riesgo (NCD Risk Factor Collaboration, en inglés), el IMC masculino promedio en México aumentó de 27,39 a 27,47 durante 2014. Las mujeres mostraron un aumento aún mayor. Esto a pesar de las afirmaciones de los promotores de que el impuesto arrojaría una reducción inmediata de dos a cuatro libras en el peso medio en toda la población.
CANADA: Como resultado del cambio de gustos, los canadienses ya han estado reduciendo su consumo de gaseosas en la última década. Entre 2004 y 2015, por ejemplo, las ventas de gaseosas per cápita se redujeron en un 27%. En total, el consumo de bebidas azucaradas ha bajado aproximadamente un 12%. Esto se traduce en una reducción neta diaria de aproximadamente 28 calorías. Este país, en otras palabras, ya ha experimentado una caída mayor en el consumo real de calorías en las bebidas de lo que se prevé que ocurra debido al impuesto propuesto. ¿Y qué le ha sucedido al IMC de Canadá durante este tiempo? Ha continuado su trayectoria ascendente. El IMC masculino adulto ha subido 0,34 puntos desde 2004 – de 27,08 a 27,42; el IMC femenino adulto subió 0,47 puntos, de 26,22 a 26,69.
OMS: ¿Cómo se gestan los dogmas de fe de la OMS? resulta curiosa la siguiente anécdota del Profesor Ricardo Uauy, quien presidiera la Consulta de Expertos de la OMS sobre «Régimen Alimentario, Actividad Física y Prevención de las Enfermedades Crónicas», que en 2003 llevó a la publicación -bajo ese título- del polémico Informe Técnico 916 de la OMS. En un simposio en 2010, se le pidió que explique el fundamento científico de la recomendación contenida en dicho informe. En respuesta a la pregunta concreta sobre los orígenes de la afirmación del informe, de que un límite cuantitativo específico debería establecerse en el 10% de la energía de los alimentos, el profesor Uauy dejó atónitos a los concurrentes al afirmar que los expertos “no” tenían evidencia sobre ese número, pero lo seleccionaron sobre la base de que había sido recomendado por otros.