Coincidimos en una presentación. Tu humildad lleva a dar con una complicidad silente que nos invita a profundizar en lo que somos. Nos guiamos con paciencia, con parsimonia, sin sustituciones. Nos construimos con elecciones sencillas.
Nos hemos movido hasta ahora con entradas de heroicidades. No creemos en la radicalidad, aunque a veces nos expresamos entre excesos. No siempre se puede elegir, pero sé que lo intentas y yo te sigo. Las previsiones se cumplen únicamente en instantes: tampoco hace falta más.
Todos te ven como un caballero. Lo albergas en tu interior. Yo te advierto igualmente así incluso cuando vas como un ciudadano normal, que es lo que eres.
Nos reclamamos con y sin atenciones especiales. El sabor agridulce de la vida se acerca tarde o temprano. En tu caso lo ves en su pureza, desde la lealtad de sus pretensiones, que aguardan y mejoran porque, cual competencia, obliga a mejorar.
Nos educas a tu manera, con criterios de independencia y afectos en un terreno que legitima a los valientes del pasado. Nos complacemos con los soberbios oficios. Eres un ejemplo en el terreno de batalla, y también en el que no lo es.
Has sabido decidir, y, asumiendo que nuestras opciones son otras, te tomaremos como modelo. Has sido tú, incluso cuando muchos pensaban que no era el camino. Hablo de ti, de una buena persona, y eso debería, debe, hacernos sentir orgullo. Gracias.