Quini pertenecía a la estirpe de delanteros españoles de cuando yo era niño —de aquel tiempo en el cual aprendí muchas de las cosas que sigo sabiendo, por ejemplo, que lo mejor puede ser a menudo lo BUENO—, aquella legendaria estirpe donde Gárate y Santillana nos mostraban a todos qué es lo más importante de cada gol.
Es probable que las estrellas futbolísticas de hoy en día no tengan el auténtico fulgor humano de los héroes de antaño. No lo sé. Tampoco me importa. Estoy vacunado contra aquello de cualquiertiempopasadofuemejor, especialmente porque mucho de lo que ocurrió cuando aquello era MEJOR ocurrió durante los años de una dictadura incapaz, como buena dictadura, de perdonar, de sanar, de devolverle a la sociedad civil la necesaria paz verdadera, no la de los cementerios y las cunetas y los pupitres repletos de mentiras.
Quini fue el espléndido ejemplo de la eficacia dotada del significado ético de los buenos modales, del respeto, del cariño, de la BONDAD. Por eso, en estos días tantos hemos mostrado aprecio, e incluso dolor, ante la maravillosa enseñanza que recibimos todos los que tuvimos en nuestras vidas al goleador asturiano. Lo repito: lo mejor puede ser a menudo lo BUENO.
Gracias, Enrique Castro, Quni. De corazón, gracias a ti y a los que son, han sido y serán como tú.
En esta foto, Enrique Castro, QUINI, posa en una alineación del Sporting de Gijón con su hermano de portero, CASTRO (a secas, ese era su nombre futbolístico), un héroe que murió salvando a otras personas de ahogarse en una playa.