En Níger, el general Abdourahamane Tchiani ha aparecido el viernes 28 de julio en la televisión nacional de ese país africano para asumir el liderazgo del golpe de Estado contra el presidente Mohamed Bazoum. Tchiani era el jefe de la guardia presidencial que parece contar ahora con el apoyo de todas las fuerzas armadas nigerinas.
La Unión Europea amenaza con suspender toda ayuda o cooperación con Níger.
La ONU ya ha anunciado el cese de la ayuda humanitaria.
Dos días antes, los guardianes del palacio presidencial ya arrestaron a Bazoum y anunciaron que el presidente había sido derrocado. Una manifestación de apoyo al depuesto Bazoum trató de llegar a la sede presidencial, pero fue dispersada con tiros al aire disparados por las tropas amotinadas. Otros manifestantes salieron a la calle para apoyar a los golpistas.
Fue el mismo miércoles, cuando Mohamed Bazoum, que se ha negado a dimitir, publicó su último trino en la red X/Twitter defendiendo sus «grandes logros».
Níger era hasta hoy un aliado clave de la Unión Europea y de Francia, que importa uranio nigerino para sus centrales nucleares y mantiene allí su presencia militar. En ese país, tanto sus autoridades –incluyendo al presidente depuesto– varias voces han expresado repetidas quejas por el bajo precio pagado por Areva, el conglomerado nuclear francés que explota el uranio nigerino.
También ha habido noticias –incluyendo un informe de Greenpeace– en las que se critican duramente las pésimas condiciones de seguridad en las que los trabajadores extraen el mineral. Ha habido un indeterminado número de trabajadores de Areva que fallecieron probablemente afectados por las radiaciones, sin que en sus certificados de defunción constara el cáncer, sino otras enfermedades graves.
Hace menos de un mes, Josep Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Seguridad, visitó Níger y declaró que ese país era «un socio ejemplar» de la Unión.
En París, la presidencia y el gobierno de la República rechazan el putsch y siguen reconociendo a Abdourahamane Tchiani como Jefe del Estado de Níger.
El presidente Emmanuel Macron ha declarado que la acción de los militares nigerinos contra su presidente «legítimo» es «peligrosa » para toda aquella región africana.
Por el contrario, según un despacho de la agencia Reuters, Yevgueny Prigozhin, jefe de los mercenarios rusos de la empresa Wagner, ha celebrado el golpe de Estado en Níger y ha declarado que «miles de luchadores de Wagner son capaces de poner orden y de destruir a los terroristas [islámicos], no permitiendo que dañen a las poblaciones de aquellos estados».
Golpes militares encadenados desde 2021
Níger sigue así la senda de los golpes previos en Mali y Burkina Faso, países vecinos y todos ellos afectados por el auge de grupos islámicos relacionados con el Estado Islámico y Al Qaida. En los dos últimos, los golpistas han exigido la salida de las tropas francesas de su territorio. Se afirma también que no pocos de sus oficiales se consideran humillados por el mando francés y no faltan las críticas al despliegue militar de Francia, que no ha logrado detener la expansión del yihadismo en la región.
Desde 2020, esos países de África Occidental y el Sahel, que parecían muy controlados por Francia, han empezado a revivir otro de sus viejos hábitos: el golpe de Estado. Según algunos medios, esos alzamientos militares parecen inspirados por Moscú, que ha ido reforzando su presencia en el Sahel y en el área subsahariana. Lo ha hecho a través de las la presencia de los mercenarios del grupo Wagner y –quizá de manera relativamente opaca– mediante la presión para obtener concesiones mineras.
Entretanto, en diversas manifestaciones populares contrarias a Francia, los manifestantes africanos han enarbolado banderas rusas. Un contexto en el que diplomáticos occidentales citados por Hubert Leclercq (La Libre Belgique, 28 de julio de 2023) sugieren una subterránea «labor de zapa de la propaganda rusa o remunerada por Rusia» destinada a «socavar» la opinión de sectores determinados de esas sociedades africanas.
En Niamey, la capital de Níger, los participantes en una protesta a favor del golpe prendieron fuego a la sede del partido gubernamental del derrocado Tchiani.
Dentro de esta serie de golpes, hay que recordar que el primero sucedió en Guinea Conakry, donde el presidente Alpha Condé fue depuesto en septiembre de 2021 por el coronel Mamadi Doumbouya, jefe de las fuerzas especiales. Doumbouya sigue encabezando una junta aún considerada gobierno provisional.
Tras el derrocamiento, los militares golpistas suspendieron la Constitución y detuvieron al presidente Condé, cuando éste intentaba impulsar un referéndum para ser reelegido por tercera vez a pesar de que la Constitución de su país prohíbe toda posibilidad de tercer mandato presidencial.
En Mali, hubo dos golpes militares en menos de un año (agosto de 2020 y mayo de 2021). El último sirvió para que otro misterioso coronel, Assimi Goïta, depusiera al presidente provisional (o de transición) Bah N’Daw. «Un golpe contra el golpe mismo», según la certera descripción de la revista Jeune Afrique (n. 3126, julio de 2023). A continuación, Francia y otros países europeos decidieron poner fin a la llamada Operación Barkhane, destinada a luchar contra los avances del yihadismo en aquella zona.
Poco a poco, los mercenarios rusos del grupo Wagner parecen avanzar paso a paso contra la influencia francesa. Se ha puesto fin también a la occidental Task Force Takuba, una cooperación militar predominantemente europea que se desarrollaba bajo el paraguas francés de la Operación Berkhane. En enero de 2022, el Gobierno de transición de Mali expulsó al embajador de Francia por declaraciones consideradas «hostiles» y «que reflejarían una mentalidad neocolonilista ». Y antes, una unidad militar de Dinamarca (integrada en la Task Force Takuba) había tenido que salir de Mali, por decisión de sus autoridades.
En febrero, Mali fue uno de los países africanos que votaron contra una resolución de la ONU llamando a Rusia a parar los combates en Ucrania.
En la misma área, otro país, Burkina Faso, ha sufrido dos golpes en apenas nueve meses (en 2022). El último tuvo lugar el 30 de septiembre de 2022 cuando el capitán Ibrahim Traoré, jefe de las fuerzas especiales antiyihadistas, apartó al jefe de la Junta Paul-Henri Damiba, acusado de ser incapaz de recuperar las zonas dominadas por los grupos islámicos. Recordemos que los ciudadanos burkinabes sólo han tenido dos presidencias civiles desde que Burkina Faso obtuviera la independencia de Francia en 1960.
El desconcierto occidental
Washington, París y Bruselas, podrían intentar moderar su reacción para no empujar a otra junta militar (en este caso la de Níger) hacia los brazos del Kremlin, que está logrando hacer ondear su bandera en las capitales de los países en los que se han impuesto los nuevos golpistas. Sin embargo, el investigador Rahmane Idrissa (African Studies Centre, universidad de Leyde, Países Bajos) no cree que Rusia esté implicada en el golpe de Níger. Piensa más bien en desarrollos de origen interno, así como en el efecto contagio de los países cercanos. A no olvidar tampoco que esos distintos ejércitos comparten experiencias, información y datos de sus diversos servicios de inteligencia.
En medio de las noticias del último golpe de Estado en Níger, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha celebrado en San Petersburgo una cumbre con una veintena de países africanos para anunciar que «en los próximos meses, Rusia enviará gratuitamente entre veinticinco y cincuenta mil toneladas de cereales a Burkina Faso, Zimbabwe, Mali, Somalia, República Centroafricana y Eritrea». Ese anuncio sucede diez días después de que el Kremlin comunicara la suspensión del acuerdo que –a pesar de la guerra– permitía la exportación de grano procedente de Ucrania hacia distintos continentes.
África es el más afectado por esa decisión rusa a la que han sucedido diversos bombardeos contra puertos y estructuras de transporte y almacenaje de los cereales de Ucrania.
De modo que quizá las palabras de Putin están destinadas a contrarrestar las informaciones sobre intercambios pactados en África por los mercenarios del grupo Wagner: seguridad para sus interlocutores africanos a cambio de concesiones mineras y comerciales a su favor.
En Mali, Wagner empezó a desplegarse en 2021, antes de la invasión de Ucrania, pero desde el principio puso el foco en los recursos mineros malienses. Según una información publicada en Jeune Afrique (número ya citado), « un diplomático extranjero », afirma que la Junta militar intenta acotar el papel de los rusos. Desea circunscribir Wagner a su contrato de seguridad, a la guerra contra los grupos yihadistas. Según esa misma fuente no identificada, «los coroneles desean probar que mandan ellos » y que su país sigue siendo soberano: «No desean que los rusos sean visibles, como sucede en la República Centroafricana» y no quieren que se los vea ni en la administración del país, ni en el entorno de las minas.
De modo que esta gran partida estratégica sigue adelante de modo paralelo a la guerra en Ucrania. En el conjunto del continente africano, ha habido 32 golpes de Estado en los últimos 33 años, varios de ellos en países alejados del Sahel.
África vuelve a estar –sigue, más bien– en disputa por parte de las potencias mayores, como si la historia se repitiera desde los tiempos anteriores a la Westafrika-Konferenz, la Conferencia internacional que decidió en Berlín (en 1885) el reparto de África entre potencias ajenas a aquel continente.