El escritor israelí Amos Oz publica “Judas”, una reflexión paralela sobre la traición de Judas y la fundación del estado de Israel
En uno de sus ensayos (“Pasión intacta”. Ed. Siruela) George Steiner se pregunta por qué los judíos no aceptaron a Jesús como el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento, ya que en los puntos esenciales encajaba a la perfección con sus expectativas y esperanzas.
Entre las razones que maneja destacan la repugnancia ante la idea de un dios condenado vergonzosamente a ser crucificado y también la influencia de una élite dirigente judía unida a los intereses de los ocupantes romanos, a quienes convencieron del peligro que suponía para la estabilidad política la presencia de alguien que se presentaba como el nuevo rey de los judíos. Lo cierto es que la negación de Cristo marcó las historias no sólo del judaísmo y de la cristiandad sino, posiblemente, la de toda la humanidad.
En su nueva novela “Judas” (Siruela) el escritor israelí Amos Oz juega con la idea de este negacionismo. Su protagonista, Shmuel Ash, que trabaja en una investigación sobre cómo la figura de Jesús ha sido vista por los judíos a lo largo de la historia, también se manifiesta en este sentido: “Si los judíos lo hubiesen aceptado, la Historia en su totalidad habría sido completamente distinta” (P.119).
Judas: una nueva mirada
La figura central que sobrevuela esta novela de tesis es la de Judas, unida a la idea de traición que acompaña al personaje. Está comúnmente aceptado que fue Judas, cometiendo una traición, quien denunció a Jesús a los romanos para que lo detuvieran y ejecutasen. Pero hay otras lecturas. En “Pasión intacta” Steiner también sugiere la idea de que Judas podría haber sido el instrumento que utilizó Jesús para que se cumpliera la voluntad de Dios (de hecho, hasta finales del siglo V algunas comunidades cristianas reverenciaban a Judas por aceptar el sacrificio).
Para reafirmar esta tesis Amos Oz recuerda que sin Judas no habría habido crucifixión y sin crucifixión no habría habido cristianismo.
El escritor israelí rechaza en todo momento la idea de traición. Citando fuentes históricas, señala que Judas (Yehuda Ben Simon Ish Cariot) era un miembro de la casta sacerdotal corrupta a la que Jesús quería depurar. Su unión a los seguidores del Nazareno se acordó para espiarlo e informar a Jerusalén sobre sus actos. Sin embargo, fascinado y seducido por la personalidad de Jesús, por el amor que irradiaba a su alrededor, por su sencillez y humildad, terminó convirtiéndose en el más devoto e incondicional de sus discípulos y el que quiso mostrar al mundo toda su grandeza. Si lo condujo a la muerte fue porque estaba convencido de que Jesús descendería de la cruz ante toda Jerusalén y ante el mundo entero, demostrando de este modo que era el verdadero hijo de Dios.
El suicidio de Judas se podría interpretar, entonces, como la decepción por no haberse producido esta reacción esperada y su deseo de querer acompañar a Jesús en la muerte. Sin embargo, históricamente, a Judas se le identifica con la traición y, como consecuencia, con la relación existente entre judaísmo y traición: “Judas el traidor se convirtió en la repulsiva representación arquetípica de todos los judíos de todos los lugares y de todos los tiempos”, dice el protagonista de la novela de Amos Oz. En el ensayo citado, Steiner llega a afirmar que la solución final que propuso y llevó a cabo el nacionalsocialismo es la conclusión lógica de la identificación de los judíos con Judas.
Una traición sionista
Durante el invierno de 1959-60, el protagonista de la novela de Amos Oz acepta el extraño trabajo de atender a Gershon Wald, un anciano inválido que vive con su nuera en una vieja casa del callejón jerosolimitano de Rabbi Elbaz. Su misión consiste en acompañar a este viejo exprofesor impedido y discutir con él sobre los temas que han ocupado su vida y que lo atormentan. Gershon Wald es padre de un soldado fallecido en combate durante la guerra contra los árabes en 1948, pérdida de la que nunca se repuso y que le sumió en un angustioso remordimiento al reconocer cómo él mismo era entonces partidario del enfrentamiento con los árabes.
El anciano vive con la viuda de su hijo, Atalia, cuyo padre, Shaltiel Abravanel, había sido un judío contrario a la creación del Estado de Israel, un idealista partidario de la convivencia pacífica entre árabes y judíos en un mismo territorio, y que pensaba que Ben Gurión, ebrio de nacionalismo, estaba llevando a su pueblo a una guerra sangrienta. Por eso fue expulsado de las filas sionistas y calificado de traidor cuando se decidió la creación de un nuevo Estado sin contar con los árabes. Vivió hasta su muerte en la casa de Rabbi Elbaz con la única compañía de su hija y de Gershon Wald, y en la historia de Israel su memoria quedaría identificada para siempre con la traición.
Hay en los personajes de esta novela la encarnación de las dos tendencias de los judíos de Israel, la de quienes piensan que es imposible la convivencia con los árabes, porque creen que únicamente quieren la destrucción de Israel, y los que han apoyado la creación de un Estado manteniendo al mismo tiempo unos ideales de pacifismo y convivencia con ellos. Estos últimos son también los ideales del propio Amos Oz y de otros intelectuales y novelistas israelíes como David Grossmann (también perdió a uno de sus hijos en la guerra del Líbano en 2006) y Abraham B. Yehóshua. Y están asimismo quienes viven la contradicción de haber apoyado las propuestas de Ben Gurión y sufrido la pérdida de bienes y de seres queridos en una guerra que ahora creen que pudiera haberse evitado. Por eso “Judas” es, también, además de una lúcida reflexión sobre la traición, un juicio a las manipulaciones que la han utilizado como descargo: “A lo largo de la historia han aparecido hombres valientes que se adelantaron a su tiempo y a los que por eso se llamó traidores o excéntricos”, dice uno de los protagonistas de esta gran novela de Amos Oz.
Amos Oz: una literatura para la paz
Conocí a amos Oz (Jerusalén, 1939) en 2004 cuando lo entrevisté a raíz de la publicación de su libro de memorias “Una historia de amor y oscuridad”, unas memorias en forma de novela que rastrean los orígenes de varias generaciones de la familia del escritor y terminan en el suicidio de su madre cuando era un adolescente. Esta biografía es también, en buena medida, la historia del nacimiento del Estado de Israel y de algunos de sus hitos, así como un recuento de la diáspora del pueblo judío y del Holocausto. “Una historia de amor y oscuridad” es una de las mejores novelas autobiográficas, escrita utilizando una minuciosa labor de reconstrucción de la memoria, cuya lectura resulta instructiva y gratificante. Aquella conversación con Amos Oz y la novela de su vida me llevaron a conocer su obra anterior, ensayos de literatura (“La historia comienza”) y de política (“Israel, Palestina y la paz”) y novelas como “No digas noche” y “Una pantera en el sótano”, una narrativa por la que fue galardonado en 2007 con el premio Príncipe de Asturias de las letras y por la que cada año se baraja su nombre como candidato al Premio Nobel de literatura.
A pesar de que participó como soldado en la Guerra de los Seis Días y en la del Yom Kipur en los años setenta, es conocida su postura pacifista, que puso en práctica con otros intelectuales al fundar el movimiento Shalom Ajshav (Paz Ahora). Su ideario político de izquierdas le llevó a condenar los asentamientos judíos y las operaciones militares del ejército israelí en Gaza y a manifestarse por la creación de un estado palestino independiente.