Querida Anita Obregón,
Como madre sabrás el dolor punzante y agudo que te penetra cuando a un hijo le llega una enfermedad. Como bióloga sabrás lo mucho o lo poco que se puede hacer en materia de cáncer, y como persona, sabrás también la influencia que tienes sobre las personas que leen las revistas del corazón y las que se miran en ti como icono de la belleza, de la verdad y como la persona VIP que dices ser.
Pues no. Has dado una exclusiva que habla del cáncer, de los tratamientos, de los nuevos tratamientos, mejor dicho, y no, realmente no es como lo cuentas. Has hecho que la sanidad española se convierta, de un plumazo, en la república bananera de las enfermedades haciendo ver al respetable que tu hijo saldrá adelante porque le has llevado a los Estados Unidos de Trump. Y he de decirte, como bien sabrás, que la enfermedad nos iguala a todos. Ricos, pobres, humildes y snobs, todos pasan por el peaje del dolor cuando llega y cuando, con impotencia, no tienes nada que hacer sino esperar.
Y no es el dinero sino los medios y la inteligencia de los que estudian, lo que permite que la ciencia avance. Da lo mismo si eres pobre o no has tenido oportunidad de estudiar, o el rico nacido en La Moraleja y criado en Harvard. No hay distinción. Cuando luces la bata azul de presidiario y te ponen el suero de turno, te suben a una planta de oncología y te hacen las pruebas pertinentes, pasas a ese lugar llamado espera, y todos, sin dejar uno, pasan por los mismos estadios.
Tu hijo no lo merece como no lo merecen tantas personas que hemos enterrado. Todos tenemos en la memoria a chicos que no han llegado a tiempo; a amigos que han muerto en tres meses y a mayores a los que les ha arrebatado la vida un cáncer. Niños calvitos que juegan en el Niño Jesús esperando que su organismo reaccione y que el cáncer sea vencido. Esos niños tampoco merecen morir. Padres que se dejan la piel porque pierden sus empleos para estar al lado de sus hijos. Campeones que luchan años para luego morir sin más dilación.
Y no lo has hecho bien querida. Has dado a entender que le has llevado al mejor sitio, en donde por cierto, un chorizo ha tenido que dimitir; Baselga, sí, el oncólogo; y ahora, espera la cura como todos. No te imaginas el palo que fue ver a tu chico en las portadas de las revistas del cuore. «Pobre muchacho», dijo todo el mundo, porque realmente es un palo y es muy larga la travesía que va a atravesar, no tú, ni tu ex, que ya vende su dolor, sino él. Tiene toda la vida por delante y una daga que no sabe si le va a atravesar. Y si bien esa daga no cae, no será porque en el Memorial Sloan Cancer Center le curen, será porque su organismo reciba bien el tratamiento y lo supere. Pero aquí, en los hospitales públicos, esos que están masificados y esos que te dan hora a los ocho meses, cuando realmente tienes un problema, cuando te llega el cáncer, te atienden el primero y te curan.
En España se cura el cáncer y los médicos, enfermeras y personal sanitario son no solo ejemplares, sino que están los primeros de la lista; los primeros para atenderte y sobre todo curan a diario a niños, adolescentes, adultos y ancianos sin más propaganda que la de su quehacer, la de su amor propio y la de su tesón.
No hay que cruzar el charco ni tampoco decir que aquí no se cura el cáncer. Sí, querida, se cura si se tiene que curar y los que se han ido por culpa de él, no ha sido por falta de profesionales ni de medios, ha sido, porque tenía que ser.
Así que, al igual que vendes una exclusiva y hablas de que has hecho todo lo posible, como madre lo respeto y quizá, en la desesperación todas haríamos igual, pero como periodista te diré que no obedece a la realidad, que les debes una disculpa y sobre todo, debes decirle a tus seguidores que no tienen que irse de su país para curar a un familiar. Aquí, en este lugar en donde se debaten idioteces tenemos una sanidad impecable, unos médicos excelentes y aquí, repito, se cura el cáncer.
No te olvides comentarlo alguna vez en otra exclusiva, Anita. Espero que tu hijo se cure pronto y que vuelva a la vida, porque es un chico estupendo. Visibilizar entre el famoseo la enfermedad a veces es bueno porque hace que las personas que lo tienen todo perdido, piensen por un momento que, tal vez, podrán curarse como él. Aquí, también nos curan; es una de las pocas cosas que tenemos, pero es muy grande: una ejemplar sanidad pública.
Gracias Anita. Siempre contigo como madre.