Aniversario de Hiroshima muestra la vigencia de la amenaza nuclear

Pasaron ya 69 años, pero el recuerdo se mantiene fresco entre los 190.000 sobrevivientes de Hiroshima y sus descendientes. Pasaron ya 69 años, y aún no se recibió una disculpa formal. Pasaron ya 69 años, y la probabilidad de que ocurra de nuevo sigue siendo una realidad aterradora, informa Suvendrini Kakuchi* (IPS) desde Tokio.

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Hiroshima: efectos del arma nuclear

Mientras dignatarios extranjeros se congregaban en Japón para conmemorar el 69 aniversario del bombardeo atómico en Hiroshima el miércoles 6, las autoridades de la ciudad instaron a que los gobiernos ponderen seriamente sobre la enorme amenaza que representa para la humanidad y el planeta otro ataque nuclear.

Los sobrevivientes, conocidos en Japón como hibakushas, que trabajan sin descanso desde agosto de 1945 para la prohibición de las armas nucleares en todo el mundo, instaron a los diplomáticos, incluidos los embajadores de Estados Unidos, India, Israel y Pakistán, cuatro de los nueve estados con armas atómicas en su poder, que presten atención a las palabras de la Declaración de la Paz de 2014.

China, Corea del Norte, Francia, Gran Bretaña y Rusia completan la lista de estados que cuentan con armas nucleares, las declaren o no.

En representación de los deseos angustiados de los sobrevivientes y los pacifistas, la declaración exhorta a los responsables políticos que visiten las ciudades marcadas por los bombardeos para presenciar de primera mano la devastación que provocó Estados Unidos cuando arrojó una bomba de uranio (Little Boy) sobre Hiroshima y otra de plutonio (Fat Man) sobre Nagasaki tres días después, el 9 de agosto de 1945.

Unas 45.000 personas guardaron un minuto de silencio el miércoles en un parque dedicado a la paz, cercano al epicentro de la bomba que mató a unas 140.000 personas en Hiroshima. La segunda detonación mató a otras 70.000 en Nagasaki.

Estas tragedias provocaron la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

La presencia de tantos sobrevivientes, cuya edad promedio se calcula en 79 años, sirvieron de testimonio de las heridas físicas y psicológicas sufridas en aquellos días aciagos. Muchos hibakushas y sus familiares luchan por su vida, ante las secuelas que les dejó la intensa y prolongada exposición a la radiación.

«Promoveremos con firmeza el nuevo movimiento que hará hincapié en las consecuencias humanitarias de las armas nucleares y buscará su prohibición», señala la Declaración de Paz de Hiroshima, en homenaje a ese sufrimiento.

«Ayudaremos a fortalecer el reclamo público internacional por el inicio de las negociaciones para una convención sobre armas nucleares, con el objetivo de la abolición total para el año 2020», añade.

Pero la probabilidad de que ese sueño se haga realidad es tenue. El Centro de Control y No Proliferación de las Armas informó de que los nueve estados con capacidad bélica nuclear poseían un total de 17.105 armas atómicas en abril de 2014.

Estados Unidos, el único estado que empleó este tipo de armas contra otro país, se mantiene firme en su actitud de no ofrecer una disculpa oficial a Japón. En cambio, sostiene que la decisión de llevar a cabo los bombardeos fue un «mal necesario» para ponerle fin a la Segunda Guerra Mundial.

Este argumento está profundamente arraigado en la geopolítica mundial actual, y estados como Israel, que no es signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1968 protegen con vehemencia su arsenal como un factor esencial para la seguridad nacional frente a la constante tensión política en sus respectivas regiones.

Tras la ofensiva militar de Israel en Gaza, que a partir del 8 de julio causó la muerte a 1800 civiles en el enclave palestino, antes de que el martes 5 entrara en vigor el cese al fuego con mediación de Egipto, los gobiernos árabes argumentan que Israel representa la mayor amenaza para la seguridad de la región, y no al revés.

China, un estado nuclear con 250 ojivas que mantiene una disputa territorial con Japón, no estuvo presente en Hiroshima.

Los pacifistas japoneses sienten la necesidad urgente de abordar las tensiones que enfrentan a las potencias nucleares, incluida a Corea del Norte, dados los crecientes roces entre los países de Asia oriental en el disputado mar de China Meridional.

«La llamada es para prohibir las armas nucleares que matan y causan un inmenso sufrimiento a los seres humanos. Al poseer estas armas, los estados nucleares representan acciones criminales», sostuvo el profesor Jacob Roberts, del Instituto para la Paz de la Universidad de la Ciudad de Hiroshima.

El movimiento antinuclear se concentra sobre todo en responsabilizar a los estados con armas nucleares que no cumplieron el TNP, añadió.

Roberts mencionó el ejemplo del Día de la Conmemoración que se celebra todos los años el 1 de marzo en las Islas Marshall, que sufrió una devastadora contaminación por radiación tras la Operación Castillo, una serie de ensayos nucleares de alta energía que Estados Unidos realizó en el atolón de Bikini a partir de marzo de 1954.

Miles de personas contrajeron la enfermedad de la radiación tras los ensayos nucleares, que habrían sido 1000 veces más potentes que la explosión de Hiroshima.

En total, Estados Unidos detonó 67 bombas en el territorio entre 1946 y 1962 en el contexto de la época de la Guerra Fría y de la carrera armamentista con la Unión Soviética.

En abril, Islas Marshall presentó una demanda judicial en la Corte Internacional de Justicia de La Haya y otra en un tribunal de Estados Unidos, contra los nueve estados con armas nucleares por no desmantelar sus arsenales.

Las demandas se amparan en el artículo 6 del TNP, que obliga a los cinco países que el tratado reconoce como poseedores de armas nucleares (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia) a «celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas al cese de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear».

Como sucedió con Japón, Estados Unidos no pidió disculpas a Islas Marshall, sino que expresó «tristeza» por el daño causado. Washington «sigue viendo al desastre como ‘el sacrificio de algunos para la seguridad de muchos'», afirmó Abacca Anjain Maddison, un exsenador del país del océano Pacífico.

Pero Estados Unidos no es el único gobierno en entredicho.

Hiromichi Umebayashi, director del Centro de Investigación para la Abolición de las Armas Nucleares (RECNA) de la Universidad de Nagasaki, es un destacado defensor de una zona libre de armas nucleares en Asia oriental y crítico de la administración del primer ministro japonés, Shinzo Abe, que apoyaría el argumento de que el poderío atómico es necesario para la seguridad nacional.

Umebayashi lidera una campaña para detener la decisión de Japón de trabajar en estrecha colaboración con Estados Unidos en la órbita nuclear para fortalecer la capacidad de defensa de este país.

«El gobierno japonés utiliza la amenaza nuclear de Corea del Norte en el este de Asia para impulsar más actividades militares. Japón, que recibió un bombardeo atómico, comete un gran error», aseguró el activista a IPS.

*Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga

1 COMENTARIO

  1. Información con buenos antecedentes y análisis. El dolor de las víctimas es inimaginable para quienes no lo han experimentado y que ojalá no se repita nunca, pero nunca más.
    En lo histórico, para 1945 todos los beligerantes estaban en lo mismo, contar con el arma «panacea» para imponerse. Alemania estuvo a punto de tener la bomba nuclear antes, EE.UU. avanzaba a toda velocidad, la URSS espiaba a EE.UU. e ba copiando la tecnología lo más rápido posible, Japón realizaba todo tipo de experimentos (algunos terribles con químicos aplicados a prisioneros) con armamentos que le permitieran superar a los aliados, etc. Y, por cierto, todos al obtener la ventaja la usaron. Solamente que fue EE.UU. el que tuvo más éxito y logró lo mayor.
    Parece que la realidad de las realidades es que EE.UU. no tenía claridad absoluta del alcance e impacto de la nueva arma. Requería con urgencia una prueba real, es decir, sobre un objetivo donde hubiera seres vivos humanos, instalaciones materiales, industrias de todo tipo, etc.: una ciudad industrial. Y hacerlo ante un pueblo que ya estuviera (al menos en Occidente) suficientemente «satanizado».
    Japón fue ese campo de experimentación ideal, por añadidura lejísimo de su propio continente y efectos radiactivos, etc. Con la urgencia de «producción», ni siquiera sabían con certeza si las bombas funcionarían bien.
    Lo de experimento intencionado es evidente al darnos cuenta que las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki fueron una de uranio y la otra de plutonio, algo así como prueba uno y prueba dos.
    De paso los EE.UU. obtenían resultados extras: poner de rodillas al Japón; frenar y asustar a los soviéticos; dejar en claro que era la superpotencia de las superpotencias y que estaba dispuesta a imponerse por la fuerza en caso necesario a quien lo desafiara militaristamente.
    Según la historiografía soviética oficial de los años ’70, si bien cargada a la propaganda y al culto a la personalidad de jerarcas, el uso de las bombas atómicas por parte de EE.UU. tuvo como objetivo principal amenazar y advertir a la URSS y adelantarse a la guerra fría. Basan eso en que la URSS, por compromisos en Yalta o Postdam con los EE.UU. entraba en guerra con Japón, y ocurre que en forma muy rápida la URSS movilizó tropas en forma envolvente anulando a millones de soldados japoneses que quedaron o quedarían aislados sin destino. Un poco más de tiempo y la URSS hubiera tocado su buena «tajada» de dominio en Japón también. EE.UU. no lo podía permitir, pero tampoco podía irse contra la URSS directamente; entonces le era muy conveniente liquidar a Japón con todo y hacer que se le rindiera a él.
    Técnicamente, si analizamos la situación militar convencional de la época, y al auge vencedor y tecnológico en la guerra moderna clásica alcanzado por la URSS, sin el uso de la bomba nuclear, las posibilidades de derrotar a Japón e instalarse allí geopolíticamente, estaban demasiado favorables a la URSS y no para EE.UU., cuando Stalin, a pedido del mismo EE.UU., decidió sumarse con todo para «ayudar» al aliado, pero al mismo tiempo para salirse con la suya además, tomando su parte.
    Para 1940 el ejército imparable era el de Alemania (con genios diversos como Rommel y Guderian). Para 1945, los más imparables eran los soviéticos (con mariscales notables como Zhukov y otros). Y dentro del ejército de los EE.UU., el «incontenido» era el notable general Patton, que simplemente quería sumar al vencido ejército alemán, rearmarlo convertido en aliado, y al instante comenzar la Tercera Guerra Mundial o la continuación de la Segunda, para aniquilar a la URSS y aliados de inmediato, estado al que despreciaba y subestimaba igualmente. El «diplomático» general Eisenhover, que tenía de mano derecha a generales talentosos y de bajo perfil como Bradley, que merece más reconocimiento histórico, más seguramente la inquietud del Presidente Truman también, llevaron «mágicamente» a Patton a un cargo militar donde nada podía hacer y terminó muerto por un accidente de tránsito, del que uno hasta podría dudar en su autenticidad.
    Yo creo que hoy existe una paradoja. Desde Hiroshima y Nagasaki, han muerto millones de seres humanos por sistemas convencionales de guerra, ninguno más directamente por explosión nuclear, armas que cada día hay más pero que no se han vuelto a utilizar. Como leí en El Hombre Unidimensional, de Marcuse, el equilibrio de la guerra fría era precisamente porque cada adversario tenía capacidad atómica para destruir al otro totalmente; entonces eran armas que existían para ser funcionales al equilibrio mundial, pero sin usarse directamente. La amenaza latente para ambos bloques, los obligaba a acuerdos, componendas y a guerras convencionales localizadas. La paz de la guerra fría, estaba sustentada en la espada de Damocles atómica, el secreto era tenerlas y mejorarlas, lo funcional era la amenaza, la posibilidad de que se usaran, no el uso real que nunca ha sido después de 1945.

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