El otro día estuvimos en Auschwitz. No es difícil estar en Auschwitz. Hay mil maneras de estar en Auschwitz. Afortunadamente, la verdadera manera de estar en Auschwitz es ya sólo Historia. Debería ser sólo Historia. Historia y todo lo que conlleva ser Historia (no hablo del programa de radio, claro). No sé si me explico. O mejor, lo voy a intentar. Explicarme.
Auschwitz suena a humo, al viento donde se desvanecen los días, a crímenes, a barbarie, pero también a civilización, a cultura y a humillación, suena a trauma esencial, a zapatos desparejados, a vías de ferrocarril muertas, a negro progreso, a especie humana, a destino nacional, a judío, a campo de concentración, suena a ceniza, a odio, a incomprensión, a bazofia y a mierda, a niños asustados, a gitano, a vagón, suena a transporte, a cámara de gas, a crematorio, a prisionero de guerra, a mirar para otro lado, a nazismo, a Tercer Reich, a Alemania, a Polonia, a campo de trabajo, a Segunda Guerra Mundial, suena a derrota, a poesía inútil, a escritura inútil, a exterminio, suena a exterminio, suena a exterminio, a exterminio. Exterminio.
El cada vez más imprescindible Centro de Exposiciones Arte Canal, en Madrid, te lleva a Auschwitz desde el 1 de diciembre de 2017 hasta el 17 de junio de 2018 en el estreno de una exposición itinerante. No te lo pierdas. Te lleva a la verdad de Auschwitz, a lo que tuvo lugar no hace mucho, no muy lejos. Es una exposición historiográficamente impecable, literariamente impecable, visualmente impecable. Es pura Historia. Es una exposición que demuestra para qué sirve la Historia. Una exposición que muestra cuanto nos ha enseñado la Historia sobre lo que fue y lo que significó y aún significa Auschwitz por sí mismo y como doloroso emblema de la ignominiosa presencia del nacionalsocialismo alemán en la historia, en el tiempo pasado durante el cual Hitler y los alemanes hipnotizados por él fueron la cara oculta del progreso, la demostración palpable del gran error de la cultura humana. El gran error que fue olvidar que la verdad no pertenece jamás a la mentira, olvidar que lo falso, la estulticia, es la auténtica maldad, que el mal es más sabio que muchos humanos.
“Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos” exhibe más de 400 de los objetos de incalculable valor histórico cedidos a tal efecto por el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Patrimonio de la Humanidad desde 1979, que se muestran perfectamente integrados en un espacio adecuadamente preparado para hacer comprensible el horror. Insisto: no te la pierdas. Esa visita, que dura en torno a tres horas completar convenientemente, no la olvidarás jamás.
Nada evitará, no obstante, que te sigas haciendo preguntas. Preguntas como esta: ¿Por qué se odió, y aún hoy, se odia a los judíos?