La Universidad Autónoma de Madrid ha sido testigo de uno de los hechos más deplorables que se pueden dar en una sociedad que se dice democrática: boicotear un acto cultural, una conferencia o charla por el mero hecho de no estar de acuerdo con los intervinientes. Pero lo más curioso del caso es que los boicoteadores repartieron denominaciones ya de entrada, erigiéndose ellos como demócratas en sí, mientras que los conferenciantes, en este caso Juan Luis Cebrián, presidente del Grupo PRISA y de El País, y Felipe González, expresidente del gobierno socialista durante varias legislaturas, pasaban a ser tildados de fascistas.
El acto o coloquio, El futuro no es lo que era, iba a tener lugar en el Aula Magna Tomás y Valiente de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma, nombre que se dio en recuerdo del que fuera presidente del Tribunal Constitucional y jurista asesinado por ETA en el año 1996 mientras trabajaba en dicha universidad. Pero tuvo que ser suspendido porque, como se comenta, los autodenominados democrátas, abanderados por la Federación Estudiantil Libertaria, impidieron por la fuerza que los conferenciantes no hablaran en dicha universidad porque, según comentaban en sus escritos, “No sois bienvenidos”, ya que, entre otras cosas, y después de insultarles, les acusaron de “emplear su poder y fuerza política en agrandar las desigualdades”.
Por razones profesionales conozco la trayectoria profesional y política tanto de Juan Luis Cebrián como de Felipe González, y no hay en ninguna de ellas un atisbo de fascismo, so pena que para estos demócratas de la nueva era tal término equivalga a defender el sistema democrático en el que, afortunadamente, muchos de ellos han nacido. El hoy presidente del Grupo PRISA fue durante varios años director del diario El País, al que considero uno de los grandes rotativos europeos, y que fue, no olvidemos, el periódico que se jugó el tipo la noche en que el golpista Tejero secuestraba por las armas el Congreso de los Diputados, saliendo a la calle con un editorial titulado “Con la Constitución”, que hablaba por sí solo.
Bien es cierto que el que fuera un referente periodístico de la izquierda española, el diario El País, de un tiempo a esta parte se está escorando hacia un centro o incluso a veces hacia una derecha más o menos disimulada cuyo resultado es que bastantes lectores de toda la vida estén abandonando su lectura, entre los que se encuentran algunos amigos que fueron sus lectores de siempre. Pero de ahí a tildarlo de fascista por estos demócratas que boicotean un acto académico en la universidad creo que hay un abismo.
En cuanto a Felipe González se refiere, expresidente que fuera de gobiernos socialistas en varias legislaturas, conozco de cerca su trayectoria y andanza desde que en la clandestinidad utilizara el alias de Isidoro, en el Congreso de Suresnes, y los muchos logros que se consiguieron durante sus mandatos, unidos a los errores –que los hubo-, y solamente hay que tirar de hemeroteca para comprobar cómo cambió la sociedad española, para bien, en unos años en que recuperábamos la democracia y quedaba tanto por hacer.
No obstante ello, creo que Felipe González ha metido la pata hasta el corvejón con las declaraciones que ha hecho últimamente, y que tanto daño han hecho a su partido, el PSOE, que en estos momentos de debate entre el ser o no ser. Porque no acabo de entender cómo un hombre de su intelecto, curtido en mil batallas políticas, ha echado con sus palabras un bidón de gasolina al fuego dialéctico que se iniciaba en el seno socialista. Pese a todo ello, llamarle fascista o terrorista, como se hizo ayer, es conocer poco la Historia de este país, el significado de las palabras en nuestro idioma o creer que la única verdad posible es la suya, la de quienes profieren el insulto.
Estamos, pues, en el terreno de los demócratas y los fascistas. Lo cierto y verdad es que los primeros impidieron ayer por la fuerza, como antes lo hacían las partidas de la porra, que se llevase a cabo un coloquio en la universidad, en el que, como manifestó la decana de la Facultad de Derecho, Yolanda Valdeolivares, los contrarios al acto podían “manifestar su expresión dentro del aula por medio democráticos y de respeto”. Pero al parecer algunos no tenían ningún interés en ello, porque sus intereses debían de ser otros, ajenos al acto en sí, y próximos a esa teoría que circula últimamente de volver a tomar la calle, porque al parecer el Parlamento, el que votamos todos a través de las urnas, no es lo suficientemente representativo. Lean una pancarta exhibida en la protesta que habla por sí sola: “Tus manos están manchadas de cal viva”.
Viendo imágenes de la protesta, llama la atención el hecho de que los ahora demócratas oculten sus rostros bajo caretas para boicotear el acto de los fascistas. Pero si afortunadamente hoy vivimos en un sistema democrático en el que uno se puede expresar libremente, a cara descubierta, y no pasa nada. Incluso para llamar fascistas a algunos que contribuyeron a la llegada y consolidación de la democracia de la que ellos disfrutan.
Frente a tanta sinrazón, deseo romper una lanza en favor de la Universidad Autónoma de Madrid por varias razones. En primer lugar, porque la considero una gran universidad, de las más avanzadas de España en sus enseñanzas, y en este sentido creo que el acto fallido de ayer será simplemente borrón de un día ante su historial académico.
Por otra parte fue ahí, en el campus de dicha universidad, donde en un ya lejano año 1976, y en el famoso Festival de los Pueblos Ibéricos, unas 60 000 almas -en un tiempo en que éramos jóvenes-, gritábamos “libertad”, una libertad que empezábamos a acariciar después de 40 años de silencio impuesto.
Finalmente ha sido en esa universidad donde, junto a otros miles de alumnos, se ha formado mi hija, que con su Filología a cuestas, ha enseñado como profesora nuestro idioma, el español, en países como Alemania o Reino Unido, con el orgullo de haber sido alumna de la Universidad Autónoma de Madrid.