El día se nos entrega limpio con la llegada de los primeros rayos de Sol. Nos advertimos vivos. Es el primer paso. No hay temores. Nos preparamos para intervenciones naturales, sencillas, para lo que venga. Es un momento clave.
Nos permitimos el sosiego que nos refuerza en las pequeñas actividades, y, por supuesto, también en las grandes. No hay espera: tampoco prisas. Nos acercaremos con responsabilidad donde toque. Tenemos capacidad para adaptarnos, para modificarnos, para ser nosotros mismos.
Haremos que cada segundo sea importante. Evitaremos a los que hacen ruido y a los que dan clases sin tener espíritu de hechos fehacientes. Nos brindaremos acuerdos: los primeros, con nuestros corazones. Estamos en la vía más dinámica.
Cumpliremos con las intenciones buenas, y con los sueños que nos mejoran. Hemos aceptado la oferta del alba, que, sin hablarnos, nos comunica las perspectivas altas. Con estos pensamientos salimos a la calle, y, con una sonrisa, avalada por el milagro existencial, nos damos un baño de Humanidad. Estamos coordinados en la diversidad.
Con calma
Oteamos. Unos van, otros vienen. Es la naturaleza. Con el pensamiento de que todo sucede para avanzar, comenzamos un nuevo día, en el que lo maravilloso es que estamos. Superamos mil obstáculos, algún que otro incidente y accidente, y cuadramos con el firmamento esos sueños que, a veces, se cumplen y todo lo explican.
Hemos de navegar por mares de aprendizaje. Por eso la formación no debe faltar, junto a la dicha que nos justifica. Tomemos una buena taza de café y amenicemos cada segundo con una permanente revolución tranquila. Caminemos.