Nos hemos de distraer con una nueva versión que nos lleve donde la emotividad tiene un poco de perspectiva ideal. Generemos ilusión con garantías, e incluso sin ellas. Nos hemos de mirar donde toque, desde la improvisación, sin pena por el fracaso, consustancial a cada historia.
Las distracciones nos han de ubicar donde las gracias nos hacen eternos. Nos haremos mucho caso: el mimo funciona. No nos cansemos inútilmente. Nos debemos dar todo el regocijo del mundo con la universalidad que en verdad nos complace.
Nada de lo que fue ha de estar en el punto de antaño. Actualicemos. Nos pondremos a razonar en cada segundo. Dibujemos lo que nos consuela, y sepamos en el inicio que todo lo buscado opera por y para la dicha.
Nos procuraremos la mejor relación. Podemos ser muy felices. No hay duda. Sumemos en cualquier esquina, y nos daremos así la ocasión más hermosa de estar y percibirnos.
Las virtudes nos atraen, sí. Hemos de fomentarlas con toda la fortaleza posible. Comencemos desde la óptica de que es factible aquello que afrontamos con la esperanza, que sana y salva. Cuando probamos su camino, no elegimos otro.