El gobierno de Canadá se ha comprometido a pagar veintiocho mil millones de euros a los ciudadanos autóctonos, que en su infancia, fueron víctimas abusos y malos tratos en los internados católicos a los que les llevaron a la fuerza.
Según la información de la emisora pública Radio-Canadá, reproducida en el canal internacional Euronews, «la oferta de Ottawa no es el acuerdo final. Las partes tienen hasta este 31 de diciembre de 2021 para llegar a otro definitivo. Si finalmente se acepta, será el final de una batalla que ha durado catorce años, iniciada entre otras entidades por la Sociedad de apoyo a la infancia y a la familia de las Primeras Naciones».
Una parte de la indemnización está destinada a reformar el sistema de proyección de la infancia autóctona del país.
Se conocen como «Primeras Naciones» los pueblos autóctonos de Canadá, tanto los inscritos como los no inscritos en el registro de la Ley de Indios (con excepción de los Inuits, -esquimales- y los Mestizos). La expresión se popularizó en los años de 1970 para reemplazar a la palabra «indios», que algunos consideraban ofensiva. Más de un millón de personas se definen como autóctonos en Canadá, y de ellas el 64 por ciento forma parte de las Primeras Naciones, repartidas en cincuenta naciones o grupos lingüísticos y 617 comunidades.
En junio pasado, en el lugar de uno de los mayores internados para autóctonos del país, en la localidad de Kamloops, aparecieron los cuerpos de 215 niños que se habían enterrado en secreto.
El internado, gestionado por la Iglesia Católica, es uno de los 139 establecimientos similares creados a finales del siglo diecinueve para encerrar en ellos a la fuerza a 150.000 niños amerindios, mestizos e inuits, a los que arrancaron de sus familias para educarles borrando cualquier rastro de su pueblo, su cultura y sus tradiciones. Muchos de ellos sufrieron malos tratos y abusos sexuales. Se supone que murieron al menos 3.200, la mayoría de tuberculosis.
Tras el macabro descubrimiento de los 215 cadáveres, doloroso recuerdo del pasado colonial de Canadá que las familias de las víctimas califican de genocidio, una galería de arte de Vancouver les rindió homenaje colocando varias filas de zapatos infantiles en su entrada.