Nacida el 17 de abril de 1919, Chavela Vargas nos acompañó casi un siglo cantando entre América y España.
En la sala de la casa de la abuela, tenía su sitio de honor el tocadiscos. Un mueble grande de madera con las cornetas incorporadas a la caja que se destapaba para colocar el disco y deslizar el brazo que sostenía la aguja la cual arrancaba música al misterioso platillo delgado y negro: “ya ves que venero tu imagen divina, tu párvula boca que siendo tan niña me enseñó a pecar”.
Las notas se desmigajaban en la tarde acompañando a Tito Rodríguez. Aún sin conocer la mitad de las palabras que pronunciaba la señora metida dentro del fulano cajón, la chiquillada entendía perfectamente que a esa dama le estaba pasando algo muy grave y solidarizándose con ella, desgarrándose el pecho, histriónicamente coreaba la estrofa. Luego vendrían las lecciones de castellano y catecismo: buscar sinónimos a venerar, identificar pecados veniales y aprender a hurtadillas, en los labios de los primos qué tan mortal puede ser un beso.
Unos surcos más adelante, conocimos a La Macorina. Esta vez letra y música invitaban a contorsionarse y mover las caderas sensualmente mientras la voz de Chavela cantaba el poema de Alfonso Camín, “Ponme la mano aquí, Macorina, ponme la mano aquí”.
No faltaba el tío instructor que explicara que esa era una canción dedicada a la primera cubana que obtuvo licencia para conducir un auto, lanzando a María Calvo Nodarse a la cúspide de la admiración infantil femenina. Al tío le faltó ahondar en cuanto a las demás ocupaciones de La Macorina. Y así fue como en la siguiente celebración del Día de la Mujer en la escuela, las Hermanas Salesianas no sabiendo dónde poner ellas las manos, nos expulsaron durante tres días a las estudiantes que estremecieron el teatro cantando aquella canción prohibida en tiempos de Franco por exaltar las habilidades manuales de aquella fina prostituta.
La voz peculiar de Chavela ponía un énfasis determinante al cantar “Si nos dejan “. Los versos de Agustín Lara incluidos en la película Tacones lejanos de Pedro Almodóvar, se convirtieron en el sello que identificaba los anhelos adolescentes. Las primeras serias palpitaciones aceleradas de la edad del pavo fueron amortiguadas por la mujer que más tarde Joaquín Sabina describiera como “gata valiente de piel de tigre”. En su disco “Esta voz es mía”, le hace un sentido homenaje con el track El bulevar de los sueños rotos.
Habiéndose declarado lesbiana, mantenía una cercana amistad con el también cantante y compositor José Alfredo Jiménez. Muchas de las canciones de él fueron dadas a conocer por ella. Fueron compañeros de alcohol y melodías, ambos vivieron como lo describe la letra de la canción que tanto les gustó Un mundo raro: “Cuando te hablen de amor y de ilusiones/y te ofrezcan sol y cielo entero/si te acuerdas de mí no me menciones/porque vas a sentir amor del bueno”.
Mujer de hábitos contradictorios, aferrada al tabaco y al alcohol, se ejercitaba y alimentaba sanamente, con ella “las amarguras no son amargas”.