La prohibición de extraer mariscos en Chiloé, por un gravísimo brote de marea roja, generó un estallido social que aisló parcialmente a miles de habitantes de ese archipiélago del sur de Chile y reavivó las críticas a un modelo exportador que mantiene pobres y marginados a los pescadores artesanales, informan Marianela Jarroud y Orlando Miles (IPS) desde Santiago.
«Soy nacido y criado en la isla. Soy hijo y nieto de pescadores artesanales. Mi padre, que hoy tiene 70 años, me enseñó a trabajar en el mar, lo mismo que a mi hermano. Ninguno de nosotros sufrió antes con la marea roja», afirma Carlos Villarroel, presidente del sindicato de pescadores Mar Adentro, en el municipio de Ancud, 1100 kilómetros al sur de Santiago.
Villarroel y otros 5000 pescadores de la región de Los Lagos viven hoy el flagelo provocado por el fenómeno de la concentración extraordinaria de organismos unicelulares, algas microscópicas, que pese a su minúsculo tamaño contienen una toxicidad que puede provocar la muerte en seres humanos y animales.
La marea roja, cuya causa aún no está del todo clara y su solución es aún objeto de estudio, comenzó en febrero y adquirió su actual intensidad en abril, lo que llevó a las autoridades sanitarias chilenas a prohibir la extracción de mariscos en una extensión de 1000 kilómetros a lo largo de la costa austral del océano Pacífico.
En respuesta, los pescadores iniciaron el 3 de mayo de 2016 una movilización, que incluyó el bloqueo de carreteras, y dejó a Chiloé sin suministro de combustibles y alimentos, sin transportes, sin clases, con cientos de turistas aislados, el pago de pensiones detenido, y serias dificultades en la labor de los hospitales.
A la protesta se sumaron miles de habitantes del archipiélago, que se manifiestan contra lo que denuncian como décadas de abandono, la misma demanda que en 2012 motivó un estallido social parecido en la también sureña región de Aysén.
El lunes 9 de mayo de 2016, además, comenzaron movilizaciones en Santiago y otras ciudades del país, en solidaridad con las demandas de los habitantes de Chiloé.
El archipiélago de Chiloé posee 9181 kilómetros cuadrados de superficie y unos 167.600 habitantes, en este país de más de 6435 kilómetros de costa y 17,6 millones de personas.
La Isla Grande es el centro político, social y económico del archipiélago, donde se ubican los dos principales municipios: Ancud y la capital, Castro, conocida a nivel mundial por sus palafitos. Chiloé es, además, protagonista de la cultura mitológica chilena.
La acuicultura y la pesca son sustento base de la actividad económica de la zona, junto con el cultivo de cereales y papas, y la artesanía en fibra, lana y madera. Algunos cálculos indican que en la práctica 80 por ciento de la población del archipiélago depende de la pesca.
«Chiloé tiene un significado que lo hace ser especialmente gravitante no en la parte económica, política, social, sino de cómo el país se imagina a sí mismo. Chiloé aparece con una mística e imagen muy poderosa para el sello país», explicó a IPS el antropólogo social Juan Carlos Skewes.
Añadió que el conflicto dejó al descubierto el abandono de esta zona de Chile y las debilidades del modelo de desarrollo y ganancias generado por las grandes empresas exportadoras del sector pesquero.
«Lo que los chilotes vieron en estos años es que floreció la salmonicultura, pero no pasó mucho con sus vidas», comentó.
Añadió que con este conflicto, «las comunidades han visto con mayor claridad y nitidez el abandono, la vulnerabilidad y la operación incontrolada de grupos de poder económico».
«Pareciera ser que una interrelación de esos factores, sumados a la pérdida de uno de sus componentes fundamentales, como es el trabajo del mar, provoca un estallido como el que estamos viendo», señaló.
El sindicato al que pertenece Villarroel reúne a 35 pescadores y tiene cuatro áreas de manejo en el mar donde, desde el año 2001, explotan principalmente choritos (Mytilus chilensis), locos (Concholepas concholepas), almejas (Mercenaria mercenaria) y machas (Mesodesma donacium).
Todos estos productos presentan hoy altos niveles de contaminación.
En oportunidades anteriores con marea roja «las algas no habían sido contaminadas, pero hoy lo están. Nunca se había escuchado esto», enfatizó Villarroel en diálogo telefónico con IPS.
Para este pescador y sindicalista, las empresas salmoneras «han destruido el sistema y el fondo marino».
Las protestas, que incluyen quema de neumáticos y enfrentamientos con la policía, preocupan al gobierno de la socialista Michelle Bachelet, quien ofreció un bono equivalente a 1100 dólares para los más de 5500 pescadores artesanales de la región, pagadero en cuatro cuotas y sujeto a la evolución de la marea roja.
La compensación, que también incluyó una canasta de alimentos avaluada en 37 dólares, fue rechazada por los dirigentes como altamente insuficiente, por su monto y por beneficiar solo a parte de los pescadores afectados.
En un nuevo petitorio de 28 puntos, los pescadores exigieron un bono de 2650 dólares en seis cuotas, que se declare «zona de catástrofe» a una amplia zona de Chiloé y que se le condonen sus deudas bancarias.
Además, solicitaron la regionalización de los recursos naturales, la disminución del precio de los combustibles, un salario mínimo regional, garantía de salud pública y una universidad regional, entre otros.
La mayor parte de los científicos atribuye las causas de la marea roja al cambio climático, que aumentó la temperatura del mar modificando la Corriente del Niño provocando un incremento de algas y toxinas.
Pero los pescadores y varios especialistas insisten en culpar a las industrias salmoneras por botar al Pacífico casi 5000 toneladas de peces descompuestos.
Para SalmónChile, la asociación de industriales del sector, este hecho «no tiene ninguna relación» con la actual marea roja, porque «lo que está pasando hoy se ha dado normalmente hace mucho tiempo en la zona», aunque con menor intensidad.
El gobierno encargó una investigación sobre el origen del problema, la que podría aclarar otros fenómenos extraordinarios ocurridos en los últimos meses, como el varamiento de 330 ballenas en el golfo de Penas, en el extremo sur de Chile, en 2015 y principios de 2016, o la llegada en enero de unos 10.000 calamares muertos a las costas frente a la sureña región de Bío Bío.
En la primera semana de mayo, unas 20 toneladas de sardinas vararon en comunas costeras de la también sureña región de la Araucanía repitiéndose un fenómeno sucedido a mediados de abril.
Enrique Calcufura, experto en economía de los recursos naturales de la Universidad Diego Portales, dijo a IPS que el fenómeno de la marea roja «podría explicarse por la acción de El Niño durante este año, más intenso que en 2015, lo que aumentó las temperaturas en el Pacifico y aguas interiores».
En ese sentido, advirtió que este mismo año se observó un aumento de la temperatura de las aguas del seno de Reloncavi, en Isla Grande, de entre dos y cuatro grados centígrados, lo que provocó proliferación de algas nocivas en esa zona.
Respecto a los efectos de la industria salmonera, Calfucura aseveró que «se sospecha que la carga en el mar de fósforo y nitrógeno, entre otros, reduce la disponibilidad de oxígeno y fomenta la floración de algas nocivas».
Sin embargo, dijo, «falta aún estudiar de manera científica otros factores humanos que podrían incidir en la generación y extensión de marea roja».
El experto recordó que en el mundo se ha intentado implementar medidas para controlar la marea roja «pero han sido poco efectivas y eventualmente generarían también impactos negativos sobre los ecosistemas».
En medio de los esfuerzos de gobierno y científicos por controlar la contaminación, los chilotes se mantienen firmes por conseguir una ayuda acorde a la catástrofe y, de paso, resolver demandas históricas que, dicen, los tienen postergados.
- Editado por Estrella Gutiérrez
- Publicado inicialmente en IPS Noticias