Teresa Gurza¹
Este domingo 19 de diciembre de 2021, a 31 años de la vuelta a la democracia y 48 del golpe militar que destituyó al presidente Salvador Allende, el izquierdista de 35 años Gabriel Boric fue electo presidente de Chile.
Cuando a pocas horas de finalizada la votación oí su incluyente discurso de victoria, me preguntaba si estaría recordando que apenas en mayo pasado, a la propuesta de ser candidato por el Frente Amplio contra Daniel Jadue postulado por el Partido Comunista, respondió que le faltaban «edad, conocimientos y experiencia». Para, finalmente, aceptar, a falta de otra figura.
Pensaba también si acaso el que sacó más de 4.600.000 votos recordaría su batallar de ese mayo para conseguir las quince mil firmas que necesitaba para inscribir su candidatura en las primarias izquierdistas de julio.
Y en que, precisamente, esa falta de experiencia fue lo que conquistó a la juventud que votó para que ganara esas primarias, pasara a segunda vuelta, y llegara a ser el presidente más izquierdista y joven de la historia chilena.
Quiero y admiro Chile, patria de Matías, y donde viví muchos años felices de los que me quedaron preciosos recuerdos y muy queridos familiares y amigos.
Por eso, y porque he entrevistado a varios de sus políticos, intelectuales y personas comunes de las más diversas profesiones y tendencias políticas, me preocupa lo que sucede allá, y temía esta elección en la que tanto se jugaba.
No me gusta la derecha, repudio el pinochetismo y me chocaron algunas propuestas del candidato José Antonio Kast, pero consideré que otras eran más sensatas y viables que los radicales planteamientos de Boric y varios de sus partidarios que llamaban a «incendiar Chile».
Pero, sorprendentemente, en menos de un mes se corrió al centro que había desaparecido en estas elecciones.
Y su triunfo, con casi 57 por ciento de los votos, apabulló a encuestadores y periodistas que anunciábamos una muy cerrada contienda.
Me parece que la contundencia de las cifras radica en que dejó de hablarles solo a los chúcaros (palabra quechua que significa ariscos, bravíos y es muy usada en Chile) y pidió apoyo a personas y partidos de centro izquierda, a los que tanto había criticado, y lo instaron a moderar su discurso.
El tiempo dirá si su promesa de que serán graduales los cambios económicos, sociales y políticos que busca hacer en materia de impuestos a los más ricos y pensiones para garantizar una vejez digna, es por convencimiento o táctica para no asustar más a la derecha y los mercados.
Leí en La Tercera, que en su cambio se advierte la influencia de Luis Maira, fundador del MAPU y la Izquierda Cristiana, y dirigente del Partido Socialista, a quien conocí exilado en México durante parte de la dictadura, y a donde regresó como embajador de Eduardo Frei, tras ser pilar de la concertación de partidos que permitió a Chile volver a la democracia.
Boric no podía tener mejor maestro, y su victoria muestra que le hizo caso.
El descontento hacía los partidos que protagonizaron la transición y sus gobiernos, que salvo el de Ricardo Lagos, se fueron derechizando y se mostraron incapaces de dar la salud, educación, vivienda y transporte de calidad que la gente exigía, derivó en conflictos sociales con detenidos, muertos y heridos.
Durante los veinticuatro años de administraciones concertacionistas y los ocho de Sebastián Piñera, aumentó en Chile la desigualdad, aunque haya disminuido la pobreza.
Y miles de los que no vieron cumplidas sus expectativas protestaron quemando y destruyendo; por lo que hay que festejar que ahora lo hicieran, de la mejor forma posible: con su voto.
Fue en su natal Punta Arenas, capital de la preciosa Región de Magallanes, casi en el fin del mundo, donde Boric destacó como líder de estudiantes de enseñanza media, ansiosos de mejor educación.
Su liderazgo creció en Santiago, donde estudió Derecho y presidió la Federación de Estudiantes que en 2011 demandó gratuidad en la educación universitaria.
Y pese a haber reprobado [suspendido] dos veces el examen de título profesional en la Universidad de Chile, y a sus confesiones de haber fumado marihuana y sufrir un trastorno obsesivo compulsivo que lo tuvo en clínica siquiátrica, lo siguieron apoyando los jóvenes, porque lo sintieron cercano y muy lejos de Kast, la otra opción.
Junto a sus amigos Camila Vallejo y Giorgio Jackson, integrantes de su comando de campaña y seguramente de su gobierno, Boric estaba en esos años contra todo y lejos de querer ser legislador.
Después, los tres se postularon, fueron electos y hoy son, por segunda vez, diputados; Boric, además de presidente electo, lo sigue siendo por Magallanes.
Por eso, al recibirlo este lunes en el palacio de la Moneda para iniciar el proceso de trasmisión de mando, el presidente Piñera le pidió ayuda para que su bancada aprobara la pensión universal.
Lo había ayudado ya en 2019, cuando a un mes de los estallidos sociales de octubre y encabezando el Frente Amplio, firmó con otras organizaciones el acuerdo para convocar al plebiscito para la elección de una asamblea constituyente que redactaría una constitución para eliminar la heredada de Pinochet y cuya redacción está resultando muy complicada.
Fue esa la primera vez que Boric asumió una postura contra la izquierda dura; y sectores universitarios lo acusaron de traición.
Actuó igual hace unas semanas, cuando en plena campaña se deslindó de las loas del Partido Comunista a los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua, porque dijo estar contra las violaciones a los derechos humanos que cometen.
Y lo hizo de nuevo este domingo, cuando en su discurso de triunfo dio las gracias a Kast, quien aceptó con rapidez su derrota y ofreció su respeto y ayuda «al presidente electo de todos los chilenos, para hacer un Chile mejor».
Ojalá cumpla y que todos los interesados en conservar la paz puedan aportar esfuerzos y conocimientos, para que este muchacho que en un mes anunciará su gabinete y el 11 de marzo se convertirá en el segundo mandatario más joven del mundo, haga un buen gobierno.
Necesitará, para ello, de muchísimos más chilenos de los que este domingo confiaron en él.
- Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente