El sistema económico-político-social en el que sobrevivimos se sustenta en la confianza de las personas en dicho sistema, el cual da la imagen de presentarse como justo, saludable y dispuesto a proporcionar una solución a cada quien, en cualquier momento. Pero la realidad va por su lado…
¿Cuántas personas, familias… han sido desahuciadas por obra y gracia de los fondos buitre? De estos fondos se puede decir muchas cosas, pero que son transparentes ¡no! Y así las cosas, los derechos humanos quedan en un segundo plano en este sistema de la imagen y la apariencia, que consiste en una realidad paralela que nada tiene que ver con la verdad, la autenticidad, el respeto y la responsabilidad.
Se ha endiosado al dinero, y a quien lo tiene y lo multiplica no importando cómo, una cultura que está empantallada, que se deja llevar… y como se mal educa en la obediencia ciega y en competir a tiempo completo desde la más tierna infancia, en vez de preparar a las personas para serlo, desarrollando un pensamiento crítico, pues eso…
La realidad es que la ambición de unos pocos provoca que seamos supervivientes en un mundo tóxico, irritante, narcótico y peligroso tanto psicológica, física como medioambientalmente, a pesar de sus esfuerzos por hacer que parezca sano, estupendo, solidario, feliz y justo según los momentos.