La historia de América del Sur (o América Latina) se presenta, desde 1492 hasta hoy, como una sucesión de hechos que han determinado la evolución de sus estructuras socioeconómicas y culturales.
Algunas de estas estructuras, como la cultura, la población y el territorio, se han mantenido indestructibles a pesar de los procesos de exterminio, de evangelización y de expolio. La unidad del destino, la lucha contra la injusticia y la emancipación de los pueblos han conducido al final a la ruptura con el pasado colonial sin llegar a erradicar totalmente los factores de desigualdades sociales y regionales.
El territorio y la población forman el rasgo más relevante de la identidad histórica de América del Sur. Estos dos elementos simbólicos expresan claramente la continuidad en el tiempo. Muchas tradiciones locales, dialectos y creencias consiguieron sobrevivir pese a la obstinación del colonizador de practicar una encarnizada guerra en los territorios conquistados.
Una población duramente debilitada
Desde la llegada de las primeras expediciones españolas al Caribe, los habitantes demostraron su repulsa a la presencia de razas distintas de la suya. A lo largo de tres siglos de colonización y de sumisión, esta determinación se mantuvo inquebrantable como una manifestación colectiva frente a los genocidios, la purificación étnica y el exterminio sistemático de los pueblos. Los imperios azteca e inca, en Mesoamérica, y el maya en la cordillera andina lucharon durante décadas por la defensa de su supervivencia en condiciones de desigualdad. Los españoles aplicaron en la conquista mortíferas técnicas de guerras, armas de fuego, artillería y medios de transporte desconocidos en el continente, como el caballo.
La propagación de nuevas enfermedades, llegadas de Europa, provocó enormes estragos. Para doblegar a los autóctonos, los descubridores/exploradores aplicaron la ley de los vencedores convirtiéndose en una máquina de exterminio colectivo de la población. Esta táctica condujo, en pocas décadas, al despoblamiento de las zonas conquistadas, al quebramiento del equilibrio demográfico provocando sobre todo el deterioro de la fuerza de trabajo.
Si el principal estimulo del colonizador era la búsqueda de las riquezas de los imperios conquistados y el expolio del continente, las consecuencias han sido nefastas para los nativos que debían padecer, durante siglos, un déficit nutricional, la dificultad de regeneración del tejido social y la pérdida de los valores culturales.
El trabajo forzoso en la minería, la mita, la evangelización y la esclavitud han sido el arma preferida por el colonizador para erradicar toda seña de identidad de los distintos colectivos étnicos. Durante siglos, los autóctonos asumían la dominación española y portuguesa como una maldición sin perder la esperanza en recuperar su identidad como un referente fundamental.
Los avatares de la configuración étnica
Los habitantes originales, denominados indios, han sido víctimas de los sucesivos procesos de cambio que conoce América del Sur. Durante la época colonial, se han ido configurando otros grupos étnicos a consecuencia de la trata de esclavos africanos, las inmigraciones europeas y los matrimonios mestizos.
La alteración de la pureza de la especia autóctona por el contacto con otros pueblos condujo a la creación de nuevos componentes demográficos a través del mestizaje como el blanco, el negro, el mulato.
A pesar de la voluntad de desgastar a la población autóctona, la imposición de nuevos estilos de vida y la conformación de nuevas etnias, la población autóctona se ha mantenido como factor de continuidad en América del Sur.
Su situación no mejoró en la ola de las independencias. Excepto algunas raras experiencias, la participación del “indígena”, como actor político principal, sigue siendo minoritaria, sino marginada en las altas esferas del poder político y económico.
De sustrato demográfico fundamental hasta 1492, los autóctonos son actualmente una minoría pero se consideran como el principal referente demográfico de todos los pueblos del subcontinente de América. Millones dentro de los indígenas son analfabetos y no hablan hoy día ni el español ni el portugués.