Al Gobierno que tenemos que soportar en España hasta finales de año se le debe una de las más flagrantes tropelías que en un terreno tan sensible como el de la justicia se ha aplicado a lo largo de esta legislatura.
Me refiero a la reforma de la justicia universal que acaba de hacer posible que el juez Pedraz archive el caso del camarógrafo de Telecinco José Couso, asesinado mientras ejercía su trabajo en el hotel Palestine de Bagdad, al recibir el impacto de un carro de combate estadounidense, cuyos tripulantes consideraron precisa esa acción contra quienes estaban en Irak para contar lo que ocurría.
Los asesinos del cámara español gozarán por lo tanto de la impunidad que ha hecho posible esa reforma y el hecho significará, a la postre, una página más en la ignominia que supuso aquella guerra.
Como ha dicho mi estimado Antón Losada, «La justicia universal vuelve a perder ante su peor enemigo: el cinismo universal. Los mismos que se rasgan las vestiduras ante las violaciones de los derechos humanos en Venezuela, callan ante Guantánamo o aplauden, ríen las gracias, hacen reverencias y van de caza con los sátrapas de Arabia Saudí, Egipto o China únicamente por asegurar mercados y negocios y así vender unos trenes, unos zapatos, unos condones o unas naranjas más. Nuestros principios democráticos valen lo que vale su PIB».
Cuando los dirigentes del Partido Popular y representantes del Gobierno se refieren a veces a la conculcación de la libertad de expresión en aquellos países con cuyos gobiernos no simpatizan, el caso Couso debería revolvérsele en las tripas, porque quienes recordamos las secuencias de aquel asesinato -ocurrido durante aquella vergonzosa y crudelísima invasión de Irak apoyada por el Gobierno de José María Aznar- pensamos que la impunidad con que se ha resuelto es reflejo del bochornoso papel que jugó España en aquella guerra de los cien mil civiles muertos.
Resulta sumamente significativo que durante el conflicto murieran más profesionales de la información en asesinatos selectivos en Irak que en circunstancias relacionadas con el combate, según el grupo Comité para Proteger a los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). Las investigaciones del CPJ muestran que al menos 150 periodistas y 54 trabajadores relacionados con los medios murieron en aquel país desde la invasión dirigida por Estados Unidos en 2003 hasta la declaración del final de la guerra en diciembre de 2011.
Ante estos datos cabe preguntarse qué informaciones se perdieron de aquella atroz masacre y hasta qué punto esa matanza de periodistas repercutió en las noticias que nos llegaron desde allí.