El déficit de combustible y las frecuentes roturas de termoeléctricas incrementaron los apagones de energía y los problemas en el transporte público en Cuba desde septiembre, dos problemas que se suman a los atrasos en la distribución de alimentos racionados y agobian la vida de una mayoría de familias en el país, informa Luis Brizuela (IPS) desde La Habana.
La escasez de diésel y fueloil afecta la generación de energía de motores y miniplantas fuel y grupos electrógenos de diésel emplazados en los 168 municipios, así como las centrales flotantes contratadas a Turquía y conocidas como patanas.
Alrededor de 95 por ciento de la generación eléctrica en este país insular caribeño proviene de fuentes fósiles.
Tal situación obedece, aseguran autoridades, al incumplimiento de contratos por parte de proveedores, además del impacto de las sanciones del gobierno de Estados Unidos que obstaculizan el acceso a créditos y a los servicios de bancos internacionales.
Durante las últimas jornadas se aprecia una reducción de los cortes eléctricos -que suelen ser más prolongados fuera de la capital-, debido a la llegada de suministros de crudo y la mayor estabilidad en la generación.
«Se están llevando la corriente de cuatro a seis horas diarias, incluidas las noches y madrugadas. Es menos que el año pasado, pero siguen las molestias porque uso la electricidad para cocinar. Además, sin aire acondicionado o ventilador es difícil descansar, debido al calor y los mosquitos», dijo a IPS la vendedora Carmen Suárez, residente en la ciudad de Batabanó, a 55 kilómetros al sur de La Habana.
Junto con exhortaciones al ahorro, las autoridades recomiendan estimular el trabajo a distancia y el teletrabajo, si bien el sector residencial concentra setenta por ciento del consumo de energía.
Las entidades estatales ajustaron horarios y apagan equipos de climatización a ciertas horas, mientras se priorizan sectores como la agricultura, la salud, el turismo y el bombeo de agua.
También disminuyó la entrega de combustible para el transporte público, basado principalmente en autobuses. Con precios más económicos, las reducciones afectan a la ciudadanía con menos poder adquisitivo.
«Puedes estar un par de horas esperando por una guagua (bus). Hay muchos carros rotos, sin piezas de repuesto ni personal, y con esta situación han disminuido todavía más las frecuencias. Moverse en la ciudad es complicado», señaló a IPS el contador ya jubilado Alberto Benítez, residente en el barrio de El Calvario, en La Habana.
El transporte privado resulta una alternativa, pero «no puedo pagar diario una máquina para ir y venir de la universidad. Mis padres no pueden asumir ese gasto, así que toca esperar la guagua y tratar de «clasificar para montarme», dijo a IPS el también habanero Roiniel Núñez, estudiante de ingeniería eléctrica en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría.
Datos y perspectivas energéticas
Las crisis energéticas se han hecho más recurrentes desde 2019, en paralelo al deterioro de la situación económica interna, la escasez de divisas, el fortalecimiento del embargo estadounidense y el envejecimiento de la red electroenergética urgida de fuertes inversiones y modernización.
Frecuentes cortes del fluido eléctrico provocaron protestas y cacerolazos en varias localidades durante 2021 y 2022, debido a las interrupciones que en algunos lugares superaban las diez horas.
En abril, el país vivió otro bache energético. Directivos del Ministerio de Energía y Minas precisaron entonces que, a partir de negociaciones con proveedores, se preveía una mejoría para las semanas y meses subsiguientes, aunque sin alcanzar la disponibilidad de carburantes de 2017 o 2018, cuando el país presentaba una situación menos deficitaria.
También informaron sobre un ciclo de mantenimientos en termoeléctricas, en su mayoría con más de treinta años de operación, para reducir las averías y aumentar su vitalidad.
Cuando en noviembre de 2022 el presidente Miguel Díaz-Canel visitó Argelia, Rusia, Turquía y China, varios convenios suscritos se relacionaron con el suministro estable de hidrocarburos, la generación de energía y la modernización de las termoeléctricas, según se informó.
Venezuela, Rusia y México aparecen como los principales abastecedores energéticos de este país insular caribeño de once millones de habitantes.
Cuba consume 8,3 millones de toneladas de combustibles anuales, de las cuales casi cuarenta por ciento lo aporta la producción nacional.
La mayoría de los veinte bloques de generación térmica procesan el crudo cubano, de alrededor de 8,5 grados API, lo que significa una alta densidad y un alto contenido de azufre (cercano a siete por ciento), pero eso exige ciclos de reparaciones más frecuentes, a veces postergadas por falta de financiamiento.
Además del aporte de los motores fuel, grupos electrógenos diésel y varias patanas contratadas a Turquía, el resto de la generación eléctrica proviene del gas acompañante del petróleo nacional, mientras las fuentes limpias aportan solo cinco por ciento de la matriz energética.
Desde 2014 Cuba cuenta con la Política para el desarrollo perspectivo de las fuentes renovables de energía y su uso eficiente. Por su parte, el decreto ley 345 de 2019 estableció regulaciones para aumentar su participación en la generación de electricidad y disminuir progresivamente la de los combustibles fósiles.
El gobierno proyecta llegar a 2030 con 37 por ciento de la electricidad basada en fuentes sostenibles, una transformación de la matriz energética que considera un tema de seguridad nacional.
Para concretar tales metas se estima hacen falta unos seis mil millones de dólares, monto desafiante para un país con insuficiente captación de inversión extranjera, fuentes de ingresos disminuidas y pagos atrasados de intereses de la deuda con acreedores internacionales.
Situación con los alimentos
Autoridades internas señalan que el aumento del precio de alimentos en los mercados globales, la falta de créditos y la escasez de divisas complican las importaciones de los insumos de la cartilla de racionamiento que se distribuye cada mes a los residentes cubanos.
El ministro de la Industria Alimentaria, Manuel Sobrino, refirió que este año solo se ha podido adquirir 67 por ciento del trigo planificado, 38 por ciento menos que en 2022.
Mientras en 2019 se compraba a 280 dólares la tonelada, ese producto cuesta hoy 410 dólares, detalló el titular durante una comparecencia televisiva el martes 17.
La tonelada de leche en polvo pasó de costar 3150 dólares en 2019 a los 4508 dólares actuales; el aceite vegetal de 880 dólares la tonelada a 1606 dólares; y en el caso de los granos de soja y maíz, el primero elevó su precio en 226 dólares, mientras el maíz lo hizo en 163 dólares, comparó el ministro.
Accesibles mediante la escala de salarios y pensiones, las cantidades asignadas de arroz, azúcar, granos, huevos, café, carne de ave y aceite, entre otros, resultan insuficientes, pero son un respaldo nutricional sobre todo para familias con bajos ingresos y pensionados.
El resto de las necesidades alimentarias deben cubrirse en tiendas en divisas, establecimientos agropecuarios y en el mercado negro, con precios muy elevados.
Se trata de un asunto de especial preocupación debido a la magra producción agrícola interna, la elevada inflación y la creciente desigualdad social.
De la llamada canasta básica (racionada) «este mes solo han vendido tres libras (la mitad asignada) de arroz, y dos de las tres libras de azúcar. Después de meses volvió el café, pero siguen perdidos los frijoles», se lamentó con IPS la jubilada de la empresa de correos Xiomara Pérez, residente en la oriental ciudad de Holguín.
Pérez agregó que con su pensión y la ayuda económica de su único hijo «es imposible comprar medio kilogramo de frijoles (equivalente a dos dólares) o un kilogramo de leche en polvo (unos ocho dólares)», disponible en puestos de ventas particulares o el mercado negro.
El salario medio mensual en la isla equivale a 16,50 dólares, el salario mínimo es de 8,40 dólares y las pensiones mínimas se sitúan en 6,10 dólares, con base en la tasa del mercado cambiario informal (de 250 pesos cubanos por dólar) que pauta la formación de los precios de muchos alimentos, bienes y servicios a los cuales accede la población para satisfacer necesidades de consumo.
Durante una entrevista televisiva el lunes 16, el presidente Miguel Díaz-Canel sostuvo que su gobierno estudia subsidiar a personas y no productos, de manera gradual y mediante «una metodología para que no se nos quede nadie desamparado».
No obstante, acotó, «aunque subsidiemos solo a personas tenemos que poner una disponibilidad de alimentos, incluso para los otros que no van a ser subsidiados, porque no te puedes quedar nada más atendiendo las problemáticas de los que vas a subsidiar, de los que supuestamente están en una situación de mayor desventaja».
La deficiente gestión del sector agropecuario en Cuba obliga a importar de 70 a 80 por ciento de los alimentos que se consumen, incluida la totalidad de los productos de la canasta normada.
En los últimos años se verifican caídas en los rendimientos, así como insuficientes cosechas de tubérculos, granos, arroz, café y la zafra azucarera. Las dificultades financieras para importar piensos o sus materias primas determinan, además, muy bajas producciones de carne de cerdo y huevos.
«Antes se decía que el huevo era comida de pobres, de tan barato que era. Trabajé 45 años y hoy mi jubilación no me da para comprar un cartón (envase de treinta unidades) en tres mil pesos (12 dólares)», se quejó al conversar con IPS el jubilado Ramón Escobar, un excontador residente en La Habana.
Además de tierras ociosas y deficientemente explotadas, el descapitalizado sector agrícola arrastra problemas estructurales relacionados con la propiedad de las tierras, estructuras sobredimensionadas, no separación de funciones estatales y empresariales, exceso de intermediarios y disposiciones burocráticas que entorpecen la comercialización, entre otros.
Se suman la incidencia de plagas en algunos cultivos, la falta de semillas de calidad, fertilizantes, pienso animal y combustible; insuficientes sistemas de riego, éxodo de personas del campo a las ciudades, así como impagos a productores.
Economistas han recomendado redirigir capitales hacia la producción de alimentos. El sector agropecuario recibió en 2022 apenas 2,6 por ciento de las inversiones, frente a casi 33 por ciento los servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler que incluye la edificación de hoteles, según datos oficiales.