Andaba buscando un buen adjetivo para definir en el titulo las enormes cualidades de esta película documental de la cineasta franco senegalesa Mati Diop cuando se me ha ocurrido ingenioso, por su capacidad para evocar posibles soluciones útiles en situaciones difíciles, como nos dice la Real Academia.
«Dahomey[1]» nos habla de la «restitución» o más bien de la repatriación de veintiséis tesoros reales africanos de Benín (antiguo imperio de Dahomey) robados durante el saqueo colonial en el siglo diecinueve (1892), que estaban encerrados, nunca mejor dicho, en el museo parisino Jacques Chirac del Quai Branly.
La «restitución» decidida por Emmanuel Macron en 2017 junto con el presidente de Benín Patrice Talón, se hizo efectiva en 2021, y en un acto de propaganda política (ahora le llaman comunicación) de ambas partes fue saludado por la prensa en general como un momento «histórico».
Más que histórico que puede resultar exagerado, cabe señalar que era en todo caso simbólico. Símbolo de la época postcolonial en que vivimos, cuando las ex potencias coloniales que saquearon y saquean todavía las riquezas naturales de África, han empezado a hacer acto de hipócrita contrición, sin por ello ir a la raíz del problema.
Una devolución simbólica y limitada si se tiene en cuenta que, solamente procedentes de Benín, Francia posee siete mil obras y han sido «restituidas» veintiséis.
Esa compleja situación ha interesado a Mati Diop, quien con un formidable documental de creación artística, plantea un embrión de debate, cargado de preguntas, a falta de verdaderas soluciones, que solo podrán aportar los propios africanos, en particular la juventud de esos países, cuyas élites han sido «formadas» o más bien deformadas por la cultura blanca «occidental».
Esa «civilización» que no solo les esclavizó y les expolió de sus riquezas, sino que los desarraigó hasta el punto de privarles de su propia cultura ancestral, y de su lengua remplazadas por la del país colonial, en este caso el francés y su ‘historia oficial’ en esa África francófona.
Pero volviendo a la película, digamos que lo más ingenioso es ya su punto de partida, al poner el relato con una voz en off, como llegada del más allá, en boca de una de las estatuas reales repatriadas de una a otra oscuridad.
En su primera parte asistimos con magnificas imágenes al empaquetamiento cuidadoso en París de esas obras y su encaminamiento hacia su tierra natal. Su llegada a Benín, con la acogida triunfal de la población y de las élites en el poder, bien engalanadas para la ocasión, son imágenes sutiles que hablan por sí solas de esa África cuya población fue desposeída antaño y desposeída hoy en su flagrante desigualdad social y racial[2].
Con sus imágenes y con breves pinceladas Mati Diop, dice muchas cosas entre líneas, como la descripción minuciosa de un trono real restituido, en donde vemos la figura tallada del rey de Dahomey rodeado de sus cortesanos, y en la parte de abajo los esclavos del reino, que eran todos prisioneros capturados en sus guerras con reinos vecinos. A buen entendedor pocas palabras bastan.
En su segunda parte Mati Diop da la palabra a la juventud beninesa, para intentar abordar el complejo y contradictorio debate abierto por esta «devolución» de obras artísticas, que en su origen no tenían por vocación ser encerradas en un «museo», sino que eran simplemente representaciones sociales, religiosas, artísticas o políticas reflejo de ese antiguo reino de Dahomey.
Asistimos pues a un sano y bienvenido debate sobre las atroces consecuencias de ese colonialismo que, con la trata de negros, como lo decía Aimé Césaire «inculcó sabiamente a millones de hombres el miedo, el complejo de inferioridad, el temblor, el arrodillarse, la desesperación, la servidumbre».
Las intervenciones de los jóvenes estudiantes benineses de la universidad de Cotonu que hablan mejor el francés que su propia lengua vernácula el Fon, conocida solo por el veinte por ciento de la población, o bien otros dialectos aún más minoritarios, pone de relieve en primer lugar la importancia del lenguaje, o de la lengua hablada y escrita para recuperar su propia identidad, su cultura y sus raíces.
De ese debate surgen muchas preguntas. La restitución de esos veintiséis tesoros, muestran sobre todo la necesidad de «restituir» a la población africana, como a todos los pueblos colonizados, no solo sus estatuas u otras reliquias, así como sus riquezas naturales que siguen siendo expoliadas, sino algo mucho más profundo: el alma y la identidad de ese continente africano, que fue negada y sigue siendo negada hoy con un inquietante retorno del racismo en Francia como a escala planetaria.
La película de Mati Diop, muestra que, si bien el cine no tiene la capacidad de cambiar el mundo, si puede en cambio como toda obra artística contribuir a hacer progresar el necesario debate, el espíritu crítico, el cruce de miradas y la generosa lucha contra la xenofobia, esa enfermedad generada por los imperios coloniales.
Frente a las incumplidas promesas de desarrollo en África por parte de los imperios coloniales y de las élites en el poder, no cabe duda de que las soluciones deberán venir de esa juventud instruida, hombres y mujeres que tomen en sus manos la lucha por una verdadera restitución anticolonial.
Patrice Lumumba, Tomas Sankara, Felix Moumié, Amilcar Cabral… la lista es larga de célebres y aún más anónimos líderes que pagaron con sus vidas la lucha por la interrumpida independencia del continente africano.
- Dahomey de Mati Diop, estrenada en Francia el 11 de septiembre 2024
- Remito a los que se interesen por el tema a leer o releer las obras del brillante político y psiquiatra martiniqués. Frantz Fanon, como «piel negra, mascaras blancas» o «Los condenados de la tierra», obras de referencia en la larga lucha anticolonial