Dancer: ¿y ahora qué?

Dancer (2016), película documental dirigida por Steven Cantor, muestra cómo Sergei Polunin, estrella internacional de la danza que con 22 años llegó a ser el primer bailarín más joven de la historia del Ballet Royal de Londres, cuelga las zapatillas. ¿Por qué?

dancer-cartel Dancer: ¿y ahora qué?Nacido en una aldea ucraniana, hijo único de padres enamorados, Dancer narra el enorme, casi inhumano sacrificio de toda la familia emigrando (el padre a Portugal, la abuela a Grecia) para sostener la carrera ascendente del niño, primero en Kiev, después en Londres, siempre con la madre a su lado. Su sacrificio no les duele porque lo ven como un deber, como un designio al que no pueden poner peros ni negarle nada. Sólo más tarde, a la vista de los resultados, se atreverán a hacerse algunas preguntas.

Por otra parte todo en la cinta es de una gran belleza (los archivos familiares, él mismo cuando baila y cuando no), toda esa belleza se salva gracias al cine pero el precio es altísimo.

La película está bien dosificada en los tiempos y, con giros y miradas hacia el archivo familiar y hacia la actualidad más viva, no adelanta nada que no haga avanzar la acción ni haga presumir el desenlace. Estamos así ante un auténtico drama de suspense sobre la vida del chico y de toda la familia.

¿Mereció la pena tanto sacrificio que los separó definitivamente a todos? ¿Hacia dónde lleva seguir ascendiendo si por el camino se pierde todo? Su cuerpo magullado, sus pies deformados reclaman un stop, su Espartaco es por ello de un verismo que da ganas de llorar, pero… ¿puede su nivel, que le ha llevado tan alto, concederle esa pausa salvadora? Tal vez sea mejor dejarlo todo y empezar de cero, pero como si de una burla se tratara, su ballet de despedida se convirtió en viral. Ahora que los padres están divorciados (la familia toda lleva seis años sin verse) y él tampoco es feliz, se llena de tatuajes, se estimula con sustancias, la autodestrucción acecha.

Todos los personajes de la película son reales, empezando por el propio bailarín (Sergei Polunin), sus padres, maestros y amigos, y todos los testimonios son reales. Lo único que no se trata en la cinta, a nada que uno piense, ni explícita ni implícitamente, es su sexualidad, algo que no sé si hubiera añadido interés a una historia ya de por sí apasionante, como si no tuviera la menor importancia en su evolución. Parece que en él todo lo domina la danza primero y sus ansias de escapar de ella después, para volver seguramente a otro ritmo menos invasivo, más deleitoso y tranquilo que lo haga más tratable a él con los demás y consigo mismo. Su preciosa sonrisa es desgarradora, de alguien que está deshecho y debe mantener el tipo, esta lucha «por no perder la cara» rige su vida y la mantiene, pero es estremecedor oírle, en los planos más actuales: «esto para el corazón, esto me ayuda a resistir, esto me ayuda a…., mientras bebe de frascos misteriosos que saca de su neceser exponiéndolos con todo impudor ante lo que el público quiera pensar. ¿Está pidiendo ayuda? Es como si hubiera llegado al fondo y no sintiera que tiene nada que ganar ni que perder.

El jurado de la Asociación Asociación Catalana de Críticos y Escritores Cinematográficos ACCEC ha otorgado a Dancer el premio de la crítica a la mejor película en la I Edición del Festival de Cine de Barcelona-Sant Jordi, BCN Film Festival (2017).

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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