Extremadamente melodramática, inverosímil, poco convincente, la película «De padres a hijas» (ignoro porque no se ha optado por traducir simplemente el mucho más comprensible título de Fathers & Daugthers, sobran las partículas) no va mucho más allá de las ambiciones de una mediocre telenovela.
La historia va de amores paterno-filiales. En la década de 1980, Jake Davis (Russell Crowe, Gladiator, American ganster), novelista ganador de un Pulitzer, enviudado en un accidente, intenta luchar contra una enfermedad mental (crisis maníaco depresivas) al tiempo que educa como puede a su hija de 5 años, Katie (la pequeña Kylie Rogers, Invisibles). Veinticinco años más tarde, Katie (ahora es Amanda Seyfriend, Los miserables, Mamma Mia), una autodestructiva estudiante de psicología, tiene que vivir con los recuerdos de aquellos traumas infantiles que intenta ahogar a base de sexo ocasional. Hasta que encuentra a un aspirante a escritor que adora a su padre.
La película, con pretensiones de “familiar”, está dirigida por Gabriele Muccino (Un buen partido, En busca de la felicidad); acompañan en el reparto a los protagonistas Aaron Pau (Beaking Bad, Exodus: dioses y reyes), Diane Kruger (Malditos bastardos, Troya), Octavia Spencer (Criadas y señoras, La serie Divergente: Insurgentes) y una espléndida y atlética Jane Fonda (Cartas a Iris, El mayordomo, La juventud), que ya ha cumplido los 77, en el papel de la excéntrica –como todas en la ficción- agente literaria.
Ni la intensidad que Crowe imprime a su personaje, ni la sinceridad que pretende Seyfriend en el suyo, consiguen salvar un guión sin ninguna virtud.