En la nave, entre la tripulación tenemos una costumbre, un compromiso si se quiere, un deber que nos hemos impuesto, una manera de despedirnos que procuramos respetar. La idea surgió al constatar que cada vez que fallece alguien famoso en cualquier ámbito de la vida, cuando fallece alguna persona que había dejado su huella en este mundo y era reconocido públicamente ya fuese del mundo de la cultura, del deporte, de las ciencias, de la política, de la religión, de cualquier lugar o profesión pero que hubiese obtenido ese reconocimiento, los medios de comunicación salían en tromba a reconocer sus méritos.
Reportajes televisivos o radiofónicos, páginas y páginas en los periódicos impresos o digitales, necrológicas de lo más sentidas y en la mayoría de los casos merecidas, aunque estuviesen preparadas con antelación. Reconozco que veo o leo esos reportajes con bastante interés porque me revelan aspectos de esas personas que desconocía y a personas que no conocía de nada pero una vez informado agradezco su paso por este mundo, o no tanto.
En la nave, decía, nos habíamos impuesto el deber de que cada vez que una persona de la tripulación nos dejaba prepararíamos su despedida y tendría su reportaje en nuestros circuitos de comunicación, que también se difundirían fuera de ellos. Somos muy conscientes de la importancia que tenemos en el funcionamiento de nuestro medio de transporte, alojamiento y lugar de trabajo de todo el personal, lo necesaria que es cada persona independientemente del lugar que ocupe en el escalafón o en su responsabilidad, somos un mecanismo de relojería que si falla alguna pieza esa máquina perfecta se vuelve inútil. Así que nos debemos a nosotros y nosotras mismas y no podemos fallarnos. Y como somos muy conscientes de lo excepcionales que son todas las personas, y no solo las de la tripulación, procuramos dar una despedida en condiciones.
Normalmente se encargan las personas más cercanas, por amistad, por el trabajo, por sus relaciones afectivas, pero si en el momento del adiós esas personas no pueden, como en los periódicos, tenemos gente que puede hacer un perfil de esa persona con lo que ha significado para la sociedad, para la comunidad, para nuestra tripulación.
Después de una larga enfermedad, esta semana se nos ha ido la compañera Pilar Rapp, integrante del cuerpo sanitario de la nave, toda su vida dedicada a su labor de cuidarnos como enfermera titular, en todos los aspectos relacionados con nuestra salud, pero también en todo lo relacionado con nuestro bienestar.
Su compromiso la llevó por países, regiones y planetas que necesitaban de profesionales cualificadas para sacar de la pobreza, la miseria, la incultura, misiones que no eran fáciles de llevar a cabo, que requerían de las personas más comprometidas y osadas, que no temieran las dificultades y los peligros, y ella supo estar en esos grupos cuando fue necesario. Pero aún más en la cotidianidad del día a día, donde el trabajo se convierte en rutina ella supo rodear de cariño, empatía, profesionalidad sus cuidados cuando la salud nos fallaba. Pilar tan buena madre como amiga, tan divertida como seria. Tan lúcida y discreta en su adiós.
Era una persona de carácter fuerte y a veces difícil, pero también alegre, siempre dispuesta a una buena conversación, a unas buenas risas, a cantarnos al oído cualquier canción de Georges Moustaki. Pilar se ha ido justo cuando debía empezar a disfrutar de su merecida jubilación junto a su pareja. Nos enseñaste a no estar solos en nuestra soledad.