“Detroit”, de la ganadora del Oscar 2010 a la Mejor realizadora, Kathryn Bigelow (“La noche más oscura (Zero Dark Thirty)”, “En tierra hostil”), es un confuso relato sobre los disturbios civiles que tuvieron lugar en esa localidad estadounidense en el verano de 1967.
La película, que realmente sabe a poco, conmemora el cincuenta aniversario de una de las revueltas más importantes del país en plena contestación de la guerra de Vietnam y la segregación racial, y cuando ya se anticipaba la oleada contracultural que pondrían el broche a una década en muchos sentidos cargada de emociones.
El 23 de julio de 1967 en Detroit, donde imperaba un clima insurreccional desde hacía 48 horas, en plena noche se escucharon disparos cerca de una base de la Guardia Nacional. La policía rodeó el Motel Algiers, de donde parecían llegar las detonaciones y donde una clientela totalmente negra celebraba el regreso de sus soldados de Vietnam y, saltándose todos los protocolos, sometió a una serie de clientes a un humillante interrogatorio con tintes de sadismo, para arrancarles confesiones, alineándolos en un pasillo donde hubo hasta simulacros de ejecuciones, antes de llevárselos en vagones destinados al transporte de arroz.
El resultado fue que algunos de los simulacros eran reales, tres hombres negros desarmados murieron asesinados y muchos otros resultaron heridos. Los enfrentamientos en la ciudad se prolongaron durante cinco días con un balance final de 43 muertos, casi todos negros, 467 heridos y más de 7000 detenidos. Cinco días en que se produjeron robos y saqueos de almacenes y tiendas, y se quemaron edificios y automóviles.
Como en tantos sucesos parecidos, desgraciadamente repetidos hasta la saciedad y hasta el día de hoy, y no solo allí, la policía de Estados Unidos no ha perdido sus tintes racistas y tiene la fea costumbre de disparar antes de preguntar, máxime si el presunto delincuente es un hombre negro. En el caso de Detroit, la historia posterior ha demostrado que los disparos “procedentes del motel” los hizo al parecer un huésped con una pistola de fogueo, que nunca ha aparecido, y formaban parte del festejo.
A pesar de tratarse de unos acontecimientos cargados de fuerza emocional, que en algunos momentos consigue recoger la película, lo cierto es que la realizadora no ha logrado captar el “espíritu” de aquellos días terribles, que a la historia le falta brillantez –y también algo de sensibilidad- y sobre todo que se mueve en los estrecho límites del tópico, de la repetición de unos acontecimientos, a los que se han escatimado los matices para dejarla convertida en una historia de buenos y malos al uso; otra oportunidad desaprovechada de hacer justicia a la memoria de la evolución de las relaciones raciales en Estados Unidos.
“Detroit” cuenta con un buen reparto coral que encabezan John Boyega (“Star Wars: Episodio VII El despertar de la Fuerza”, “Attack the block”), Anthony Mackie (“Capitán América: Civil War”, “En tierra hostil”, “Million Dollar baby”), John Krasinski (“13 horas: Los soldados secretos de Bengasi”, “Tierra prometida”), Kaitlyn Dever ( “J. Edgar”), Will Poulter (“Somos los Miller”), Jack Reynor (“Macbeth”, “Transformers: La era de la extinción”), Hannah Murray (“Juego de tronos” [TV], “God Help the Girl”), y Tyler James Williams, “The Walking Dead”[TV], “Todo el mundo odia a Chris” [TV]),