Cada 12 de marzo se celebra el Día Mundial del Riñón y se plantea de nuevo a la sociedad si el estilo de vida que se lleva, la prevención y detección precoz además de una alimentación correcta, podrían evitar la enfermedad renal crónica, que es silente y una vez desarrollada, no hay vuelta atrás, según apunta ALCER (Asociación para la Lucha contra las Enfermedades Renales).
La pérdida de la función renal en muchos pacientes no produce síntomas si bien, existe un cuadro paralelo que advierte al paciente que algo no va bien. Ante la hipertensión, la diabetes y el sobrepeso, pueden comenzar los síntomas y los problemas a la hora de tener unos riñones sanos.
Pacientes que pueden atravesar varios estadios; desde la dura hemodiálisis, hasta el trasplante renal si la edad y las circunstancias lo permiten, así como diversos síntomas derivados de esta patología: hipotensión, mareos, malestar general y cansancio.
Actualmente el 10 % de la población mundial sufre alguna enfermedad renal crónica, aunque no es normal que esto se conozca hasta que la misma está en el estadio ya avanzado. Entre los hábitos que muchas veces hacemos erróneamente que dañan per se los riñones están: no beber agua suficiente (cuando se tenga sed); no realizar actividad física alguna; no llevar una dieta saludable; automedicarse; tomar antibióticos sin ser pautados; tener obesidad durante años; tomar analgésicos; tener hipertensión habitualmente; ingerir mucha sal (por añadir o salar alimentos o por tomar alimentos muy salados a diario); abusar de bebidas alcohólicas; fumar, entre otros.
La donación de órganos sigue siendo la esperanza de miles de personas afectadas de la enfermedad renal crónica y actualmente se ha desarrollado un método para preservar los riñones donados que podría salvar incluso a más pacientes con insuficiencia renal. Si se aumentaran la cantidad de riñones disponibles para ser trasplantados, la calidad de vida de los afectados sería muy buena y se podrían mejorar las técnicas quirúrgicas y otras terapias de inmunosupresion que actualmente se llevan a cabo. En la actualidad hasta un 20 % de riñones dejan de ser útiles cuando se trasladan en frigoríficos con hielo hasta el hospital en donde se va a llevar a cabo el trasplante al afectado.
Alcer ha instado al Gobierno a añadir en el etiquetado la leyenda «puede contribuir a desarrollar enfermedades renales» en algunos productos para que las personas tengan un consumo responsable de los alimentos procesados: pizzas, hamburguesas, precocinados etc. que contienen muchos fosfatos, aditivos, conservantes y saborizantes que repercuten necesariamente en la salud renal. Los adultos necesitamos 700 miligramos de fosfato y en las dietas basura se llega a consumir hasta tres gramos al día, es decir, entre dos y cuatro veces más de lo debido. Estas enfermedades renales han crecido entre un 10 y un 15 % y la Sociedad Española de Nefrología considera que son evitables solamente con una mejor alimentación.
Esto no afecta solamente a las personas mayores, los jóvenes que ya se alimentan así, desarrollan la enfermedad renal silente por no consumir frutas y verduras tal y como recomienda la Organización Mundial de la Salud; enfermedades evitables que se desarrollan en el mundo industrializado.