El Teatro Real de Madrid bajo la dirección artística de Joan Matabosch, sucesor del fallecido Gérard Mortier, está llevando a cabo un trabajo de representación de estrenos absolutos de obras maestras contemporáneas digno de agradecer.
Esta temporada Lucio Silla de un jovencísimo Mozart, Dead Man Walking primera ópera de Jake Heggie, Street Scene de Kurt Weill, Gloriana de Benjamin Britten y ahora Die Soldaten de Bernd Alois Zimmermann, cinco óperas nunca representadas hasta ahora en Madrid, están celebrando el 200 aniversario del teatro de forma magistral.
Die Soldaten, ópera en cuatro actos basada en la obra homónima de Jakob Michael Reinhold Lenz (1751 – 1792) fue estrenada en Colonia en 1965. Llega a Madrid 53 años más tarde, como un acontecimiento histórico, coincidiendo con el centenario de Zimmermann. Es sin duda una obra maestra del siglo XX, atípica, extrema, difícil, considerada en principio como irrepresentable.
Dice Pablo Heras Casado director de orquesta y actores: “Es el reto más extremo al que se puede enfrentar un músico. 120 músicos, coro, parte rítmica, dimensiones físicas, lenguaje, combinación armónica, textura orquestal masiva, orquestación en ocasiones violenta, precisión absoluta en la acción dramática y una música con fuerza avasalladora, rompen todos los esquemas. Es una obra inabarcable para la que hemos contado con una generación de cantantes que aborda este tipo de música con gran solvencia. Esta ópera estará pronto en el repertorio de todos los teatros del mundo.”
Y Calixto Bieito, director de escena: “La orquesta en el escenario y la acción sobre el foso cubierto es un acontecimiento único. La música tritura y arrastra a los personajes, los instrumentos son armas de fuego, las percusiones cañones. La infinita brutalidad del ser humano se representa con un realismo que hiere. A Zimmermann esta obra le queda muy cercana. Él vivió los horrores de la II Guerra Mundial que le dejaron los pulmones llenos de plomo y la mente perturbada. Quizá por eso quiso crear con Die Soldaten un abismo de brutalidad. La función de la orquesta en escena como cuartel militar se entiende perfectamente. En los ensayos he tenido que luchar para no dejarme arrastrar a situaciones de angustia por el drama que estoy poniendo en escena. El grito de la protagonista con los brazos en cruz al final de la obra abarca toda la Historia. Una violación es algo terrorífico que simboliza la destrucción de toda la humanidad.”
La ópera
Todo es complejo y al mismo tiempo diáfano en esta ópera, debido al importante factor de que tanto la partitura como el libreto son de Zimmerman. La música está hecha para el libreto con una precisión milimétrica. El sistema dodecafónico de la partitura está inspirado en Alban Berg, en series predominantemente de chaconas, tocatas y nocturnos al servicio de los diversos personajes, con un colorido particular para cada escena y situación.
Hasta 120 músicos en escena, situados en un andamio metálico construido sobre el escenario en cuatro niveles de altura, incluidos los percusionistas que en los momentos álgidos salen de dos túneles bajo el andamio. Cada grupo instrumental se coloca sobre una plataforma. El director, Pablo Heras Casado en el centro de la primera plataforma, tiene a los personajes de la trama a su espalda, sobre el foso de la orquesta cubierto a nivel del escenario, por lo que necesita un director ayudante y un monitor para dirigirlos. Esto ya es una ruptura total con la tradición y otra es la superposición de escenas y tiempos sobre el escenario. Es como una estructura circular en la que los tiempos son simultáneos, a veces con hasta tres escenas frente al espectador.
Los músicos representan un cuartel, ataviados con atuendo militar. Sus instrumentos son sus armas de fuego. También personajes del coro y por supuesto los protagonistas, los militares aristócratas Desportes y Mary. Hay una guerra, o más bien una violencia brutal de fondo continua, enfatizada por ruidos y por las imágenes en pantallas laterales. Todo al servicio de la historia que se desarrolla en escena, la historia de la destrucción de Marie Wessener, una pobre muchacha que es la víctima eterna de un verdugo universal, caracterizado aquí por su padre, su abuela, su hermana, su cobarde novio Stolzius y su madre, los depredadores Desportes y Mary, la condesa de la Roche, su hijo el joven conde, el guardabosques violador…Todo ello perfectamente dosificado, desde el halago, la manipulación, el engaño, la violación, el abandono, el escarnio, van degradando a Marie que acaba en la calle, ejerciendo prostitución y mendicidad, a la que ni su padre reconoce cuando la tira una limosna.
Escenas de brutalidad de la soldadesca borracha, la tortura de un soldado luego disfrazado de prostituta y sodomizado. La prostituta asaltada en grupo, la intolerable escena del acoso a Stolzius…La música acentúa la brutalidad en los diversos grados que requiere cada suceso, implicándose con percusión en los momentos más tremendos. Las secuencias de Stolzius como soldado al servicio de Mary para asesinar a Desportes y luego suicidarse, añaden venganza a esta gran tragedia de la humanidad, junto al coro de verdugos contra una víctima ingenua y vulnerable. Todo se desarrolla en escena con el crudo realismo que imprime Calixto Bieito. No hay nada para intuir, todo es claro, evidente.
Ese final en que el pasado, presente y futuro de Marie se entrelazan con la pesadilla en que han convertido su vida sin esperanza alguna, mientras filas interminables de soldados y fugitivos se superponen sobre un espantoso ruido de botas sobre el pavimento. El encuentro final con su padre que no la reconoce cuando la lanza unas monedas, ponen el broche final… a algo que lleva ocurriendo desde la oscuridad de los tiempos: Los poderosos y sus cómplices, contra la víctima más vulnerable.
El trabajo en equipo de Pablo Heras Casado y Calixto Bieito, gran escenógrafo conocido por su radicalidad, (recordemos la Carmen de hace unos meses) ha sido excelente. Trabajo complejo pero ejecutado con gran naturalidad por el director de orquesta. Bieito ha enfatizado en cada momento la brutalidad con tan gran realismo que uno llega a sentirse mal.
Como dice Joan Matabosch director artístico del Teatro Real: Los soldados somos nosotros.
Die Soldaten se representará en siete funciones entre el 16 de mayo y el 3 de junio 2018, que se alternarán con cinco funciones de Street Scene. En los papeles protagonistas, Susanne Elmark como Marie; Leigh Melrose como Stolzius; Uwe Sticker y Martin Koch se alternarán como Desportes; Wolfgang Newerla como Mary y Noëmi Nadelmann como la condesa De la Roche.