Juan De Dios Ramírez-Heredia[1]
La persecución contra los gitanos en Italia está alcanzando niveles de una gravedad inusitada. Tal vez no sea exagerado decir que nuestros hermanos en aquel hermoso país están atravesando por un periodo de violencia e ignominia muy similar al que sufrieron nuestros antepasados en los años 30 del siglo pasado en Alemania.
El holocausto gitano, como tantas veces hemos señalado, no fue la consecuencia de una noche de borrachera racista en la que un demente, en 1940, ordenó exterminar a todos los gitanos de Europa.
Estas cosas se cuecen más lentamente en la ciudadanía alimentada por falsas informaciones sobre la peligrosidad de algunas minorías. Ya en los años veinte se prohibió que los gitanos frecuentaran lugares comunes como parques, ferias o baños públicos. Y cuando Hitler llegó al poder, en 1934 empezaron las campañas de esterilización castrando a los hombres.
Y por si esto no fuera suficiente para eliminar la supervivencia de todo un pueblo, en 1935 se promulgó la “Ley para la Protección de la sangre y el honor», tristemente conocida como las Leyes de Núremberg. Finalmente, cuando el odio o la ceguera impiden ver en “el otro” a un ser humano depositario de la misma dignidad que debería igualar a todos los seres humanos, las mayores atrocidades que uno pueda imaginar pueden cometerse.
En Alemania y Austria en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 se llevó a cabo la “Kristallnacht” (noche los cristales roto). En esas horas, la “SturmAbteilung” (SA) que era una organización de corte paramilitar a las órdenes del Partido Nazi, se dedicó a quemar y destruir las propiedades de los judíos y a su linchamiento más encarnizado. Y todo ello bajo la mirada del Gobierno alemán que contempló esta destrucción sin intervenir.
Pues lo mismo pasó con los gitanos de entonces. En el mismo año de 1938 se estableció la “Semana de la Limpieza Gitana” que culminó en el año 1940 con la primera muestra de terror que abrió la puerta al genocidio: “250 niños romaníes fueron ejecutados en el campo de Buchenwald para comprobar la eficacia de los cristales de zyklon-B, que serían utilizados más tarde en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau”. En 1945, derrotado el régimen nazi, las tres cuartas partes de la población gitana residente en Alemania había sido asesinada.
¿Y en Italia, qué?
La mayoría de las comparaciones son odiosas. Ya lo decía Don Quijote, y en este caso lo es porque, desgraciadamente, vemos demasiados paralelismos entre lo que sucedió en la Alemania nazi de la Segunda Guerra Mundial y lo que está sucediendo hoy en día en Italia y en buena parte de la Europa comunitaria. Véanlo si no.
Debemos poner la mirada en el último suceso. 450 personas han sido desalojadas a la fuerza de un campamento instalado en el asentamiento de Giugliano (Nápoles). Son 73 familias que ahora viven en la calle. Desde Roma, una entrañable colaboradora de la Unión Romani, Carlotta, me escribe diciéndome que estas familias no tienen alternativa donde vivir ni donde refugiarse porque la policía les ha secuestrado incluso los coches o furgonetas donde habían encontrado un refugio de emergencia. El grado de alarma y persecución es tan dramático que hasta las autoridades de un pueblo cercano a Giugliano han difundido un comunicado de alerta advirtiendo a los vecinos que estén atentos porque un grupo muy numeroso de gitanos deambulan por el campo sin saber dónde asentarse.
Pero lo más grave de este asunto es que se trata de familias gitanas de origen bosnio, asentadas en Italia desde hace más de treinta años. La Asociación “21 de julio” ha denunciado que estas familias están durmiendo al aire libre y que consecuentemente no tienen electricidad, ni agua potable ni aseos. Hay muchos niños de cero a seis años que necesitan leche y entre todos solo han podido juntar cincuenta pañales para bebés. Se ha constatado que entre la población hay una docena de mujeres embarazadas y un numeroso grupo de mujeres de avanzada edad. Todos, evidentemente, sin la más mínima asistencia. Incluida Ginevra, la expulsada más joven, es una niña de solo ocho días.
Una pregunta sin respuesta
Me cuentan algunos gitanos experimentados ya en desalojos que a lo largo de sus muchos años de vida en Italia habían sido desalojados de sus pobres chabolas y conducidos a otros lugares. O bien se les había proporcionado la información imprescindible para saber a donde dirigirse. Pero este no ha sido el caso.
La policía se presentó en Giugliano y les dijo a las familias gitanas que allí se encontraban que “debían abandonar el territorio del municipio lo antes posible o de lo contrario vendrían con los bulldozers y con fuerza armada para obligarlos a irse. A lo que los indefensos habitantes del campamento preguntaron:
― ¿Y dónde vamos, señor? A lo que los miembros de la brigada respondieron.
― Ustedes lo decidirán, pero desde luego fuera del territorio del municipio.
En el blog de Daniele Barbieri he leido cuatro testimonios espeluznantes del crimen que se está cometiendo con estas personas. Antonio María Mira acudió inmediatamente de conocerse la noticia del desalojo y nos deja este testimonio:
“Tan pronto como llegamos nos pedían leche para los más pequeños. Pero ellos también quieren explicar. «Somos ciudadanos italianos, tenemos un pasaporte», dicen, mostrando los documentos. «Nací y crecí aquí, y tengo veinte años».
Otro residente decía:
“He venido a Italia tras la guerra de Bosnia y llevo aquí más de 30 años. Todos los jóvenes han nacido aquí y son, por lo tanto, italianos, pero italianos sin derechos reales.”
Hay un dinero que está en el limbo
La Región de Campania otorgó al alcalde Antonio Pozziello la cantidad de 915.418,29 euros para atender a las necesidades más urgentes de la población de Giugliano. Que se sepa, solo se tiene conocimiento de dos partidas por valor de 200.000 euros. “De las restantes cantidades recibidas, 715.418,29 euros, no se especificó el destino de uso”.
Así lo ha manifestado la “Associazione Nazione Rom”, que lo ha puesto en conocimiento de la Presidencia del Consejo de Ministros, del Presidente de la República, de la Prefectura de Nápoles y de las autoridades regionales y locales.
Estando suspendido el Parlamento Europeo, la Unión Romani se ha dirigido a la Comisión Europea en Bruselas con el fin de que intervenga de inmediato para remediar la indefensión que sufre una parte de los gitanos y gitanas en Italia.
Pero esto es lo más sangrante
Al menos para mí lo es. Entre el conjunto de las 450 personas desalojadas del campamento de Giugliano hay 105 niños gitanos que asistían con normalidad a la escuela donde recibían la educación obligatoria establecida en el país. ¡Han sido igualmente desalojados del centro escolar interrumpiendo así su educación elemental!
Esto si que es un crimen de lesa humanidad.
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Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista. Presidente de Unión Romaní