Duendes y encantos

Ningún ser humano puede sobrevivir sin la ayuda de sus duendes: los necesitamos. No importa si son gnomos ocultos bajo la tierra, ondinas que se deslizan en aguas cristalinas, silfos musicales confundidos en la brisa o salamandras cuya pasión es más ardiente que cualquier fuego.

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Xulio Formoso: duendes y encantos

Mi abuela me contaba triquiñuelas de lamias y lamiñak. Ahora, al caer la tarde, me gusta encender el Faro de San Román y, desde el límite norte de Venezuela, hacer señas luminosas en código Morse al duende que las espera en los acantilados de la Isla Inishmore para hacerme su mujer.

Su mirada profunda y melena rojiza que el gélido viento alborota son parte del ritual practicado para cumplir mis deseos. Le rezo a San Patricio una oración pronunciada al revés para que en lugar de exorcizar los lugares por donde anduvo, me haga sucumbir a su influencia.

¡Oh, Goblins jovial, cruza el océano! No estarás solo en este otro lado del mar: también acá tenemos duendes y encantos: sáparos, chimichimitos, momoyes y ceretones.

I Sáparos y chimichimitos

Cuando comienza a caer la noche en los campos del oriente venezolano se escucha el croar ronco de los sapos. Se confunden con el coro de batracios pero frecuentemente quienes cantan son espectrales seres noctámbulos que vigilan la oscurana con ojos de linterna incandescente.

Los sáparos tienen el cuerpo achatado y verrugoso con cola de iguana y dedos deformes que concluyen en garras de arpía. Su cabeza es el rostro grotesco de los hombres y mujeres que nos quieren mal. Se burlan de nuestros temores y recuerdan que el peor de los espantos no está en los espacios de la muerte sino en las acciones de humanos descontentos, envidiosos o resentidos y amargados.

Hay dos maneras de librarse de su espanto, una, es unirse a su canto en forma de canon y romper la polifonía imitando sus voces a intervalos fuera de tiempo. Pero este conjuro a veces falla ya que los sáparos se adaptan al ritmo y su estridencia se impone a la voz humana arrastrándola tras ellos. La otra, ésta si ciertamente rompemaleficio, es ir en compañía del ser amado a la laguna pantanosa donde habitan y, cuando los rostros enemigos emerjan de las aguas, darse un beso apasionado demostrándoles que el amor vence los miedos.

Los chimichimitos en cambio son seres diminutos que habitan en cuevas y se alimentan de huevos de guácharos. Dicen en el pueblo que durante la Colonia, los sacerdotes en su afán de dominar por el temor, decían a la gente que eran las almas de los niños y niñas que mueren sin bautismo.

Luego la tradición le reconoció el protagonismo a los seres que eran despreciados en la comunidad y les puso a bailar en parejas (el cojo y la coja; la vieja y el viejito…). Así es que si se presta atención, el viento trae el canto alegre de quienes se enfiestan enamorándose, que es la condición más sobrenatural de la realidad.

No importa si soy la bruja o la loca. Lo que yo quiero es sacar buenas notas en tu corazón pentagramado. ¡Tamboré!

II Momoyes

El momoy está enredado.

Se dice que alguien lo hizo prisionero y estando tras las rejas no ha podido cuidar la laguna. Ese es el motivo de los recientes aguaceros: el momoy ordena llover sin medida para asegurarse que el nivel de las aguas se mantenga en alto. Lloverá hasta que liberen al momoy.

La pequeña Abril asegura que no está preso. Ella lo vio correteando por los páramos huyendo despavorido del rustiqueo que lo amenaza con una muerte espantosa: los oídos reventados por el ruido de vehículos infernales, o su cuerpo atropellado por los cauchos super fangueros que causan destrozos en la flora y fauna andina.

Lo cierto del caso es que el momoy, luego de haberse escabullido de los ritos satánicos de la secta antiambiental, mientras estaba una tarde tranquilamente peinando el légamo del fondo de la laguna fue sorprendido por una granizada. Trató de atrapar las piedras para arrojárselas por la espalda a quien fuera que estuviese lanzándolas, pero eran rocas insustanciales.

Subió a la superficie y observó que un grupo de excursionistas lanzaba sus tweets al agua. Comprendió el momoy que debía buscar formas alternativas de lucha. No bastaba ya con apagar el fuego y esconder los fósforos para que no se produzcan incendios forestales; así como también sería bastante banal meter la basura en la carpa de algunos campistas desconsiderados.

Su misión ecológica tenía mayor envergadura y tendría que ser cumplida con las armas de los humanos. Se buscó un muro bien grande desde donde poder encampañarse y cada día constata con alegría el aumento de quienes siguen su cuenta.

Pero sabe este duendecillo, quien se la pasa caminando por el filo de las letras, que su twitter @momoydelalaguna y el muro de su facebook ha de usarlos con conciencia. Un mensaje en beso puede convertirse en herida versada.

Nadie puede pronosticar la trayectoria intraorgánica de su palabra en cuerpo ajeno.

III Ceretones

¡Ah, mundo cuando yo pensaba corrío! De no ser por el llamado a la memoria que me hiciera el vecino del balcón de enfrente, me hubiese olvidado que a los ceretones les gusta lanzarse por los haitones de la Sierra de Coro para ir a parar con sus alpargatas en el Reino de Asturias y pellizcarle los huevos al cuélebre.

Así, los alegres duendecitos invisibles originarios de las tierras de Falcón y Lara, se burlan de esos bicharracos en extinción, dragonúos, avaros y capitalistas que custodian tesoros para nada. Pese a los alardes de falso poder que el cuélebre o quienes se alinean en su propuesta de terror lanzan a los seres de la clase baja (en estatura) estos reafirman su rumbo al estado comunal. ¡Ceretones serranos, uníos!

En sus carreras subterráneas los ceretones ocasionan temblores benignos. Pero basta que se les obstruya el paso o se levanten construcciones que atenten contra la arquitectura tradicional o el ecosistema para que los duendes diminutos adquieran una fuerza telúrica que provoca graves terremotos.

Otra de sus travesuras consiste en encaramarse en el chasis del camión utilizado en el transporte de la producción agrícola y artesanal hasta un lugar previamente seleccionado para truekearlas.

Una vez en el sitio y habiendo garantizado que los y las asistentes van a poder compartir un sancocho preparado en colectivo, ellos se dedican a enamorar mujeres con su caricia invisible arrancándoles para siempre suspiros furtivos.

Según el testimonio de decimistas y salveros, existe un ritual para convertirse en ceretón pero su efecto es irreversible. Por mi parte, yo prefiero un instante de carnal encuentro a una eternidad con un espíritu aferrado al cuello bebiéndome entrecortadamente el aroma.

  • Palabra: Ileana Ruiz
  • Ilustración: Xulio Formoso
Ileana Ruiz
Ileana Ruiz (Venezuela). Activista de derechos humanos, investigadora social y periodista. Asesora en resolución de conflictos, educación popular, participación ciudadana y derechos humanos y profesora de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad. Articulista en el semanario venezolano “Todosadentro” del Ministerio de la Cultura desde 2006. Premio Nacional de Periodismo de Opinión, 2013. Entre sus publicaciones: De la indignación a la implicación (2006); Pueblo de agua: Cuentos para la educación en derechos humanos sobre la identidad del pueblo warao (2009); Servicio de policía bajo la mirada ciudadana (2010); La clave del acuerdo. Practiguía para la resolución pacífica de conflictos (2011); Pasos dados poco a poco. Memoria y cuentos del proceso de constitución de los Comités Ciudadanos de Control Policial (2012).

4 COMENTARIOS

  1. Aqui se expresa la riqueza de la creatividad de los pueblos, que tu recoges con tanta sabiduria para contarnolas desde tu pluma poetica pero tambien bajo el criterio de señalar aspectos pernicioso al ambiente y a la gente. Otra cosa el duendecillo es del Magallenes?

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