Afincado en Paris desde hace largos años en donde se instaló con su esposa Renate Sachse, el cineasta chileno Patricio Guzmán prosigue su brillante carrera de documentalista, mientras que ella le asiste como productora y durante el proceso de escritura y documentación de sus obras. Con motivo del estreno en Francia de “El botón de nácar”, hemos conversado ampliamente sobre su película.
Desde “Pueblo en vilo” 1995, “La memoria obstinada” 1997, “El caso Pinochet” 2001, o “Salvador Allende” 2004, el tándem Guzmán / Sachse ha ido acumulando éxitos en Francia, que culminaron en 2010 con “Nostalgia de la luz”, una película que sacaron a pulso con muy pocas ayudas y cuyo éxito internacional les ha permitido ahora producir en mejores condiciones “El botón de nácar”. Oso de Plata al mejor guión el pasado mes de febrero en el festival de Berlín, un premio que da cartas de nobleza a ese género documental, a menudo olvidado o despreciado en los grandes festivales internacionales.
“Si, -explica Renate Sachse- el éxito de Nostalgia de la luz nos ha permitido tener múltiples ayudas en esta coproducción de Francia, con España y por primera vez con participación chilena del Fondo de Cultura. El costo de producción de “El botón de nácar” ha sido de un millón doscientos mil euros, es decir, el doble que en la película anterior. Logramos incluso ayudas para los trucajes o efectos especiales realizados por una reputada empresa francesa”.
Desde ‘Memoria obstinada’ hasta hoy nunca antes Patricio Guzmán había tenido el apoyo de Chile, esta es la primera vez, lo que representa el 10 % de la producción. El estreno en Chile está previsto en una decena de salas, pero en acuerdo con la distribuidora chilena, la película será proyectada en los colegios de primaria y secundaria y en la universidad. Habrá también una distribución alternativa al mismo tiempo que la exhibición comercial.
“Casi todos los cines en Chile son cadenas norteamericanas, que distribuyen solo una película chilena o europea, el resto es cine estadounidense –explica Patricio Guzmán-. Es muy difícil conseguir salas buenas para la distribución comercial, por eso es mejor utilizar esa distribución alternativa para llegar a más gente. ‘Nostalgia de la luz’ la vieron quince mil personas en Chile. La televisión chilena la difundió en una hora tardía, a la una de la madrugada, y para colmo se equivocaron en el orden de las bobinas. Luego se excusaron y volvieron a pasarla”.
Con “Nostalgia de la luz” se abrió una nueva época en la filmografía de Patricio Guzmán, que si bien mantiene como una constante su obsesión por la recuperación de la memoria del pueblo chileno, introduce nuevos elementos narrativos en sus guiones. Con este proyecto de trilogía cuyo segundo capítulo es “El botón de nácar”, su escritura aporta al mismo tiempo poesía y reflexión filosófica a la siempre presente denuncia política de la dictadura pinochetista.
“Desde ‘Memoria obstinada’ hasta acá mis películas han ido incorporando datos personales míos, porque además yo soy el narrador y también algunos aspectos que no son directamente militantes, sino que son anécdotas o pasajes de los personajes que no tienen nada que ver con la política. Nostalgia de la luz era una película sobre las estrellas, el universo y el desierto de Atacama. Esta vez ‘El botón de nácar’ va mucho más lejos aun, del desierto de Atacama, a los observatorios, el genocidio de los pueblos del sur, la Antártida, los paisajes y finalmente la gente que tiraron al mar… hay mucho material que no es directamente tema de protesta o critico, sino que es un panorama más amplio de Chile”.
Para quien no haya visto nunca una película de Patricio Guzmán, le sorprenderá ver que la película empieza con un tono de documental ecológico sobre los océanos y la naturaleza, para derivar luego hacia lo etnográfico, lo histórico y lo político, con una serie de historias que van encontrando un nexo de unión entre si. Esa es precisamente la magia de su brillante guión.
“La película comienza con una descripción del Chile Austral, un archipiélago gigantesco, un conjunto de islas, donde hay de todo, fiordos, entradas de mar, ventisqueros, glaciares, de una belleza insólita. Por la noche se ve toda la vía láctea distorsionada, como hay mucha humedad se ven más grandes las estrellas y se ve su reflejo en el agua” -explica Guzmán-
“Es una maravilla haber filmado eso. Es un paraíso, el ultimo paraíso que queda en la tierra. En la Patagonia chilena a diferencia de Argentina, el mar ha entrado formando un archipiélago infinito. Está lleno de cementerios indígenas, porque esos indígenas eran nómadas del agua, no hacían ciudades sino que plantaban sus tiendas, eran campamentos que se desplazaban cada tres cuatro años. Tenían una religión animista, pensaban que al morir se transformaban en estrellas y estaban convencidos de que su vida era solo un instante, un momento de paso por la tierra. Se desplazaban con canoas hechas con troncos de árboles, eran muy osados. Llegó a haber una población de diez mil indígenas, en los periodos de mayor apogeo”.
“Yo tengo la intuición de que no venían del estrecho de Bering, que es lo que dicen todos los libros. Son catorce mil kilómetros de distancia, con una cultura esquimal parece imposible. Yo creo que vinieron de Australia, atravesando la Antártida, cuando las costas no estaban heladas y se podía llegar hasta Chile. Pero es una teoría no comprobada, puesto que en la Antártida no se han encontrado rastros de nada, ya que todo esta cubierto de hielo. Es una etnia completamente diferente. Si los comparas con un araucano o un mapuche, no tienen nada que ver. El idioma parece que viene del polo norte. Hay seis lenguas distintas, y no tiene consonantes”
Adicto al género documental, Patricio Guzmán apoya siempre sus guiones en una serie de personajes reales, testigos o comentaristas de los hechos relatados. Sus entrevistas tienen un tono de absoluta sobriedad, pero son el resultado de un largo trabajo de preparación y documentación, para hacerles hablar de esos hechos ignorados, olvidados o deformados por la historia oficial, en su empecinada tarea de restablecimiento de la memoria histórica.
“Hay pocos personajes. Solo quedan hoy dieciocho o veinte indios auténticos, los demás son todos mestizos, mezclados con chilenos o mapuches. De esos dieciocho yo localicé a cinco, los otros estaban perdidos en islas inaccesibles, y de esos cinco dejé tres: Gabriela, Cristina y su hijo Martin. Eran los que tenían una historia detrás de sus palabras. Encontré también una señora que aparece en las fotografías de los supervivientes, pero la descarté porque no hablaba nada, no quería hablar su lengua natal, estaba un poco descentrada. Eran cinco etnias principales: Kawesqar, Haush, Aoniken, Selknam, y yámanas”.
“En las entrevistas la cámara esta cerca y los encuadres son convencionales, pero mi manera de hacer la entrevista es muy diferente. Yo empiezo hablando de sus padres, de su vida, de sus hijos, que hacían de pequeños, cuando empezó a vivir sin sus padres, porque, esas cosas son el 90 % de la conversación y de repente hago la pregunta que va a ser central. Lo filmo todo, pero solo guardo esa parte central que estaba prevista. A veces no resulta…”
“Con la foto fija de los supervivientes de la isla de Dawson mi intención era retratar un conjunto, me gusta la forma del retrato frontal de un grupo, mi única pregunta es: ¿cuanto tiempo estuvieron presos? es una forma rápida de mostrar ese pueblo perseguido, encarcelado, empujado hacia una isla donde no había nada. Es la ultima tragedia colectiva de ese pueblo. La anterior fue la matanza de los indígenas, un verdadero genocidio. Muchos de ellos murieron también de enfermedades trasmitidas en contacto con los colonos, en las Misiones”.
“Los libros de historia en Chile narran como una epopeya, de una manera hipócrita, el genocidio indígena. El genocidio de los mapuches que se rebelaron contra los españoles capitaneados por Pedro de Valdivia, es narrado diciendo que hubo resistencia, que los indios eran valientes, les cortaron los brazos, los empalaron, fue terrible. En los libros de historia se canta la gesta del indio chileno valiente, explican que era una raza valiente, y como los chilenos somos descendientes de una raza heroica, pero nada mas”.
“Mientras, continúa hoy la expoliación de los indígenas mapuches en Chile. Pero en el caso de los pueblos aborígenes del sur, nadie conoce esa historia y se ha mantenido oculta. Los colonos blancos contrataron a fusileros que asesinaban a los indios y que eran pagados cuando traían una oreja, un dedo de niño o un seno de mujer. Unos murieron así y los otros en las misiones. Fue un genocidio total. Murieron todos en un periodo record de cuarenta años. Desde fines del siglo XIX hasta 1930.”
Es sorprendente en la construcción de este guión, ver que existen pocas imágenes de archivo sobre los hechos relatados, y como Patricio Guzmán hace trabajar su imaginación para reconstituir la memoria tanto del genocidio indígena como de los crímenes de la dictadura militar. Ambas historias tienen en común esa tentativa de los genocidas por ocultar y hacer desaparecer las huellas de los crímenes cometidos, en esos mismos paisajes magníficos del sur de Chile.
“Si, hay pocas imágenes, pero lo cierto es que es tan bello el espectáculo allá abajo, la neblina en la mañana, los cerros que se despejan y aparecen delante de ti, un viento fuertísimo, que cualquier cosa sirve, no es difícil encontrar imágenes para narrar lo que tu quieras. La tierra es tan buena que da para todo, el océano es magnifico, los canales tienen un gran encanto, es una tierra mágica. Es una suerte que la única ciudad importante es Ushuaia, ahí llega la gente que alquila barcos y aviones para visitar la región, pero por suerte es la única que hay, no existe una infraestructura. Lo único que contamina es esa gente que va una semana, o cuatro o cinco días… es una tierra completamente virgen. Es magnifica”.
“Katell Dijan , la directora de fotografía francesa, con la que trabajé también en ‘Nostalgia de la luz’, estaba preocupada por hacer una imagen lo mejor posible, y optó por una cámara que era muy pesada, pero las condiciones climatológicas eran difíciles con el viento, y una parte la filmamos también con una cámara mía más pequeña. Hay también cuatro secuencias artificiales, con trucajes hay pocas, debido también al precio de esos efectos especiales. Hay una larga panorámica al comienzo de la película, que va del golfo de Penas hasta la punta de América Latina, está hecho como si fuera un satélite, eso es un trucaje. Esa panorámica costo varios meses de trabajo”.
“Hay una secuencia también con la constelación de Gliese, con varios sistemas solares, uno de los cuales tiene un planeta muy parecido a la tierra, en una zona en donde podría haber vida, son exoplanetas en donde se ha detectado agua. No hay instrumentos para visualizarlo, pero la señal que envía indica que hay mucha agua. Hay otros sistemas solares con agua, eso muestra que dentro de veinte años puede que haya otros planetas habitados, eso es seguro, es una cuestión de tiempo…” Añade Guzmán.
«Es una empresa francesa Micros, quien hizo esos efectos y trabajaron muy bien -añade Renate Sachse- Lo importante es que el grafista de esa empresa se entendió muy bien con Patricio, a nivel creativo, tuvieron varios encuentros, y es lo que hace que el resultado es tan bueno. Se entendieron muy bien, fue un encuentro artístico, y eso no es muy frecuente”.
Lo que seria luego el título de la película, ese botón de nácar nexo de unión entre dos genocidios, apareció durante las localizaciones en Chile, en ese largo tiempo de escritura y documentación, antes del rodaje propiamente dicho…
“Cuando fui al sur a buscar a los indios y donde habían vivido, en Punta Arenas, la ciudad mas al sur leí varios libros sobre los indios y en uno de ellos estaba la historia de el botón de nácar luego descubrí que la historia de Jimmy Button está en todas partes, si buscas en internet. El primero que escribió de eso fue un escritor chileno Benjamin Subercaseaux”.
“En el caso del botón de nácar la escritura duro como ocho meses. Hice dos guiones, uno antes de las localizaciones, que era un guión real e inventado al mismo tiempo, porque había cosas que aun no sabía, y luego un segundo guión cuando hice el viaje y determiné las cosas concretas que iba a dejar, añadí cosas y quite otras. Ese segundo guion definitivo es bastante fiel a lo que es la película, pero es un guión corto de unas veinte páginas. Lo que pasa es que cuando filmo, no miro cada día el guión, sino que lo dejo en el hotel o no lo miro, porque frente a la realidad no puedes andar filmando con un papel, te vas por otro lado, se te ocurren cosas nuevas… el guión sirve para los productores y para el realizador en la primera etapa, pero luego se deja aparte”.
“Después de ese viaje al sur, volví a Santiago y visité el museo de Villa Grimaldi, una casa de tortura transformada en Museo, allí hay un lugar en donde hay veinte railes encontrados en el mar, llenos de microorganismos del mar oxidados, y en uno de ellos hay un botón y un trozo de tela destruida. Un botón al fondo del hierro aplastado. Ahí me di cuenta que entre los dos botones había un nexo evidente. Ahí me dije: Ya tengo dos ideas claves para articular lo que quiero filmar”.
“Si no hubiera encontrado ese botón no se lo que hubiera hecho, tendría que haber seguido buscando en el sur de Chile algo parecido, algún otro elemento en relación con los indígenas. Estaba también la isla de Dawson como nexo de unión de ambas historias, pero la isla está ocupada por los militares y no se puede entrar. Había la posibilidad de ir a la isla en un viaje organizado, pero no me pareció que en un viaje tan corto pudiese encontrar lo que quería. Si no hubiera encontrado ese botón, habría necesitado otro leitmotiv para evocar ese nexo de unión entre el genocidio indígena y los detenidos arrojados al mar por Pinochet”.
Si Salvador Espriu veía España como una piel de toro extendida, Patricio Guzmán ve Chile como una larguísima piel que los mapas escolares suelen representar de forma fragmentada, el norte, el centro y el sur. Ese país tan alargado con 6435 kilómetros de costas, sugiere a Guzmán esta metáfora, sobre un país fragmentado, y es la artista chilena Emma Malig la encargada de poner en escena esa representación cartográfica…
“Si, le pedí a mi amiga Emma Malig, con la que ya había trabajado en ‘el caso Pinochet’, que me hiciera un mapa de Chile largo, de quince metros de largo, sin poner la cordillera. Porque la cordillera es muy ancha y pertenece a Argentina y a Chile. Si la representas es como cortar por la mitad un cerro. Entonces le pedí representar la silueta de Chile tal como es, con una textura arrugada, como una piel. Cuando te acercas a mirar parece una piel pero no lo es”.
“Y con ese color ocre que es el color que ella utiliza a menudo en sus trabajos. Me gustó mucho trasladar ese mapa al plató y desenrollarlo ante la cámara, para decirles a los chilenos: esto es el país. Es un larguísimo corredor, que en épocas posteriores la cordillera se lo va a comer, se va a hundir. Si el ser humano sobrevive de aquí a dos mil años, Chile habrá desaparecido antes. Lo filmamos muy de cerca para que se vean las rugosidades, las montañas, los valles, es un país arrugado, lleno de venas, es como una piel, como si fuera una piel humana seca, como una momia. Disfrutamos mucho haciendo ese mapa”.
“Fue muy interesante trabajar con ella, porque entendió la idea inmediatamente. Hace muchas capas, con un material que parece arpillera, pero no lo es, y las va pegando una tras otra. Es muy bueno el trabajo artístico de Emma Malig”.
En espera de la tercera parte de esta trilogía, que debería centrarse esta vez en la cordillera de los Andes, sobre la que ya han empezado el trabajo de reflexión, escritura y documentación, Patricio Guzmán y su esposa Renate Sachse se han fijado ahora como objetivo inmediato trabajar en la restauración en Francia de “La batalla de Chile”, y también de su opera prima como cineasta que lleva por titulo “El primer año”…
“Si, es la película que hice antes de ‘La batalla de Chile’, es un largometraje que Chris Marker me compró a su paso por Chile, cuando Costa Gavras fue a filmar ‘Estado de sitio’. Se incluyó en el equipo con el propósito de ir a buscar películas sobre Chile, vio los cortometrajes que había, y luego vino a casa y me dijo: le compro ‘El primer año’.
¡Yo casi me caigo de la silla! Yo tenia veinte años y admiraba a Chris Marker, del que había visto su película ‘la jetée’. Y me dijo: su película representa lo que está pasando ahora en Chile. Me pidió permiso para subtitularla, doblarla y quitar algunas secuencias, diez o quince minutos, porque era demasiado larga”.
“En total la película quedó en 90 minutos. En el doblaje participaron François Perrier, Françoise Arnoul, Yves Montand, Simone Signoret y muchos más… y quedó estupendo. Afortunadamente tengo una versión en magnético perforado original, de tal manera que voy a hacer una versión con la voz de Chris Marker y una versión con mi voz. Esto depende ahora de las subvenciones del ministerio en Francia, para avanzar en la restauración”.
“De la cordillera de los Andes, tengo ya un proyecto escrito de cinco paginas que muestra un poco lo que va a ser la nueva película. La idea es partir de la cordillera como muro entre Chile y el mundo. Los chilenos siempre se topan con el océano infinito y con la cordillera que es un muro imposible de atravesar. Hay que ir en avión. La gente atraviesa en avión, pero nadie baja para ver qué es la cordillera, nadie camina por ella, pocos lo hacen. Yo quiero hacer eso, ir al encuentro de la cordillera, de los pequeños pueblos que hay, quiero saber quién vive ahí y quiero preguntar a la gente que vive al pie de la cordillera que es lo que piensan de ese cerro, ¿Por qué ese cerro aísla a Chile por completo?”.
“Es como vivir con un muro detrás, pero un muro de cinco mil metros. El país se ha desarrollado entre ese muro gigantesco y la inmensidad del océano. En ese corredor que es Chile, hay una clave para comprender lo que es el país y la historia de Chile con todas sus contradicciones. Quiero preguntarme sobre lo genuino del ser chileno, por qué somos tan diferentes de otros pueblos de América latina por vivir en ese estrecho corredor. No se lo que voy a encontrar en esa búsqueda, pero quiero hacerlo, si montamos la producción en los próximos tres años”.
Toda la obra cinematográfica de Patricio Guzmán, es una lucha por recuperar la memoria histórica del pueblo chileno, en ese país desangrado y mutilado por la dictadura militar de Pinochet.
La memoria obstinada de Guzmán tiene lectura universal, es una lucha contra la impunidad de los que intentan ocultar el pasado y pone de relieve paso a paso, desde ángulos diversos, el papel clave que el golpe de estado en Chile en 1973, con el apoyo de los Estados Unidos, tuvo en el desarrollo del neoliberalismo actual y del poderío mundial de las multinacionales.
Del mismo modo que no se puede entender la segunda guerra mundial, sin comprender la guerra de España, no se puede entender hoy el mundo actual sin comprender el derrocamiento de Allende en 1973. “Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías”, asevera Patricio Guzmán.
Conocí a Guzmán ya hace años cuando hizo una visita a Cádiz. Aportar que siempre será recordado por su documental ‘La batalla de Chile, la lucha de un pueblo sin armas’, el guión me lo firmó ya que se publicó en libro en España, es un reportaje periodístico en blanco y negro desde marzo hasta el 11 de septiembre de 1973. Su cámara, Jorge Muller fue asesinado, él tuvo más suerte fue encarcelado pero pudo salir del país. Está calificado como el mejor documental chileno de todos los tiempos y uno de los diez mejores del mundo por la revista estadounidense Cineaste. Ganó seis grandes premios en Europa y América Latina y su visión se hace imprescindible para conocer lo que fue la vía chilena al socialismo.