Se han dicho tantas cosas de esta representación de las dos zarzuelas (Enseñanza libre, de Gerónimo Giménez, La gatita blanca, compuesta al limón con Amadeo Vives) en una, que no se sabe ya qué decir ni por dónde empezar: «un nuevo despropósito», «apuesta valiente y… peligrosa» (ambos juicios de Arturo Reverter para El Mundo y Beckmeser respectivamente); «una gatita que no araña” (por Alberto González Lapuente para ABC).
Por consiguiente, me limitaré a lo que yo vi y oí desde la silla que conseguí ocupar en el último segundo, una muy bien tapizada, por cierto, en el palco más cercano a lo que ahora es el escenario, destinada como estaba a ser una de las 200 sillas que ocupan ahora el antiguo escenario. Porque -también esto lo subrayan todos los especialistas- el escenógrafo de la función -y actual director del Teatro de la Zarzuela-, Daniel Blanco, ha dado para la ocasión la vuelta al teatro a fin de acoger holgadamente en el nuevo escenario del patio de butacas (resultante de levantar de él todas las butacas ), la unión de estas dos zarzuelas que se representan en una, dos en una, dos por el precio de una, como dice el texto de esta versión unificada y que alguien se encarga de recordarnos durante la sesión.
Según contó el autor de la actual versión y director de escena, el cantante Enrique Viana, se ha tomado de Enseñanza libre la magnífica música y la letra de cada una de sus picantes canciones, a la que se ha añadido el texto de La gatita blanca. Enseñanza libre trataba de cómo educar a la mujer para la casa y la familia en un sistema lo más alejado imaginable de la Institución Libre de Enseñanza, así que no convenía ir contra los tiempos. Claro que está por ver la recepción que hubiera tenido un texto así hoy en día debidamente tratado y contextualizado, nos quedamos sin saberlo.
Enseñanza libre y La Gatita blanca, estrenadas la una el 11 de diciembre de 1901 en el Teatro Eslava y la otra el 23 de diciembre de 1905 en el Teatro Cómico de Madrid, fueron catalogadas entonces como de “género ínfimo”, algo así humoradas cómico líricas para momentos muy bajos del género, y no creo que como tales humoradas, nos hubieran escandalizado.
La intriga estaba en quién había compuesto cada pentagrama, si Giménez o Vives, dada su amistad, lo que daba morbo a la representación. No se habían vuelto a estrenar hasta hoy. Leyendo a Josep Pla, me entero de que Amadeo Vives tenía problemas económicos a causa de las mujeres y que por ello resultaba bastante enigmático en sus formas de expresión. Esto me deja perpleja.
Sentada en mi palco, el que con la nueva disposición queda más cercano a la escena (aunque mi silla no estaba en primera fila ni falta que hace: la señora sentada en primera fila delante de mí hubo de venir a mi vera porque la cercanía de los bailarines le impedía ver el conjunto), tengo a mi derecha la orquesta en pleno del Teatro de la Zarzuela, que ocupa la parte posterior del patio de butacas a la que se accede desde la puerta principal, y de frente tengo el enorme espejo circular de mármol con un ojo de cristal en el centro que ahora es el escenario. Entre mí y los músicos, hay tan solo una puerta por la que entran y salen, cuando tienen que entrar y salir, coristas y bailarines. Digo esto porque la mayoría de las chicas se encuentran sentadas en sillas colocadas en hilera sobre el mármol delante de la orquesta en el momento de empezar el espectáculo, como si de público se tratara, así que esas en concreto no tenían que salir por ahora porque ya estaban allí. Hay números musicales que descienden por el graderío catedralicio (de sillas) del antiguo escenario.
Desde mi puesto, el deslumbre es total: bailarines y coristas me guiñan un ojo -o eso creo, tal es la cercanía que nos une- y con sus guiños y sus brillos voy de sorpresa en sorpresa: cambian de traje como otros de malos pensamientos y, entre jotas y canciones achispadas, casi lo que menos importa es el texto. A la entrada al Teatro muchos extranjeros y supongo que van por el mismo camino que yo. No me importa que la fiesta dure más de dos horas, estoy en el limbo, digo, por quedarme corta. Vislumbro por dónde va la peripecia de La Gatita, que quiere impedir a toda costa la boda por dinero de su novio con una ricacha de Cuenca. Veo a los de Cuenca con sus casas colgadas por montera, no sé para dónde mirar ni adónde atender.
El teatro se ve lleno, que es como dice verdad, y creo que ha merecido la pena tanto derroche de imaginación y de personal. Misión cumplida para los que idearon esta estratagema de poner patas arriba todo, la sala y las dos obras en una.
- Gerónimo Giménez: Enseñanza libre. Gerónimo Giménez y Amadeo Vives: La Gatita blanca.
Dirección musical: Manuel Coves.
Dirección de escena: Enrique Viana.
Escenografía: Daniel Bianco.
Iluminación: Albert Faura.
Coregografía: Nuria Castejón.
Teatro de la Zarzuela, Madrid
Del 6 al 28 de mayo de 2017.
Función comentada: 12 de mayo de 2016