Juan de Dios Ramírez-Heredia[1]
Empiezo a preocuparme. Especialmente porque a una persona supersticiosa como yo, no le gusta hablar de estas cosas. De los muertos hay que hablar siempre con respeto, sobre todo si son de nuestra familia. Pero de “los otros” muertos cuanto menos se hable, mejor. Hay cosas y circunstancias de las que es mejor no hablar, porque hacerlo suele traer “mal fario”. Ese del que hablaban los latinos españoles hace dos mil años cuando para referirse a las cosas horribles decían “malfarium”.
Esma RedzepovaA nosotros, los gitanos y los “gadchés” (los “payos”, palabra horrible que tendríamos que descartar de nuestro lenguaje), nos gusta más decir “mala bají”, ―mala suerte― expresión mucho más precisa y más acreditada porque hunde sus raíces en el “rromanó” que es el idioma común que hablamos los 14 millones de gitanos que poblamos el planeta.
Y digo esto porque llevo escribiendo con demasiada frecuencia de personas que han muerto y que son queridas, admiradas algunas de ellas, y siempre relacionadas con nuestro pueblo. Se mueren, unas por viejas, otras por causa de enfermedades y la mayoría porque les llegó la hora. Hoy, pues, me toca hablar de Esma Redzepova, quien murió hace un par de días a los 73 años, en un hospital de Skopie, capital de Macedonia, y que ha sido conocida en los ambientes artísticos como “la reina de los gitanos”. Título que no tiene más valor que el puramente publicitario y que le otorgamos en la India, en 1976, para señalar a una de las mujeres más valientes, más concienciada y más luchadora por los derechos de nuestra comunidad allí donde con tanta frecuencia son conculcados.
Una artista inmensa con una voz privilegiada
“Mi voz ―le dijo un día a una periodista―fue elegida la segunda mejor del mundo, tras Ella Fitzgerald. Para mí fue importante, porque se trataba de un reconocimiento artístico”– Sus ojos brillan: “Pavarotti sólo fue séptimo”.
Desde estas líneas quiero rendirle homenaje por varias razones: la primera por ser una artista grande como la copa de un pino. Esma ha sido una revolucionaria de la música y de los estilos gitanos a la hora de interpretarla.
Y puedo hablar de esta faceta de su vida con conocimiento de causa. Conocí a Esma Redzepova hace cuarenta años en la India, concretamente en Chandigar, capital del Punjab, y posteriormente en Nueva Deli. A ella le oí por primera vez cantar el Gelem, Gelem, himno internacional gitano, de forma profesional. Junto a ella su marido y sus hijos formaban el conjunto más maravillosamente estruendoso que se pueda imaginar. Estoy hablando de 1976 y mi experiencia internacional de conocimiento y convivencia con el resto de los gitanos europeos aún necesitaba de algunos años más de rodaje.
Fue en 1971, durante el Congreso Gitano de Londres, cuando alcancé a ver y saborear la importancia del violín cuando son unas manos gitanas las que le arrancan el sonido. Javier Pérez Senz, que sin duda es uno de los periodistas más acreditado en el mundo de la música clásica, ha escrito que “El gran público conoce las Rapsodias húngaras, de Franz Liszt, pero no todos saben que para escribirlas incorporó melodías populares auténticamente romaníes y trató de imitar el estilo, el fulgor técnico y el encanto de los más famosos compositores y violinistas gitanos de su tiempo, con János Bihary y Antal Csermák como señeras figuras.”
Pero con Esma Redzepova aprecié y descubrí el encanto, la fuerza y el metal de la trompeta cuando se erige en protagonista de la melodía colectiva gitana. Me quedé anonadado escuchando y contemplando en la lejana India, la fuerza con que aquella familia formada por Esma, su marido Stevo Teodosievski y sus hijos revolucionaban los sentidos de quienes, sin dudarlo, sabíamos que estábamos en el país de las mil y una noches. Cuando una trompeta emite sonidos claros y cristalinos como los que yo escuché aquel día, arropados por el ritmo del tambor y la pandereta, teniendo por compañeros de viaje el acordeón y el contrabajo, difícilmente puedes olvidar un momento tan impactante. Hoy, el trompetista gitano disfruta de un excelente reconocimiento. Tanto, que en el último Festival Anual de la Trompeta, celebrado en Guca (Serbia), donde los trompetistas gitanos son los verdaderos protagonistas, se ha alcanzado la cifra record de más de medio millón de espectadores.
La voz de Esma era como una mariposa, o mejor, como un colibrí que inquieto volaba deteniéndose unos seguntos en cada instrumento. A mí no me extraña que Esma Redzepova haya interpretado como nadie los sonidos modernos de los jóvenes de los Balcanes, especialistas en la música pop y electrónica. Esma Redzepova, ―lo han dicho todos los especialistas―, ha dado más de 9.000 conciertos en infinidad de países, ha grabado 20 álbumes y ha intervenido en media docena de películas.
Activista adelantada a su tiempo
La segunda razón por la que rindo homenaje a esta extraordinaria mujer es por reconocer en ella a una activista adelantada a su tiempo en la defensa de la comunidad gitana y especialmente de las mujeres. Desde que la conocí en el norte de la India he coincidido con ella en muchos lugares. Hemos estado juntos en Bruselas, en París, en España. Un día fueron a verla un grupo de gitanos jóvenes del Barrio de la Mina en Barcelona. SOS Racismo, en su informe de 2005, dice que un grupo de jóvenes gitanos se lamentaron de las duras condiciones en que vivían. Esma les animó a luchar para superar los obstáculos y que reclamasen su derecho sagrado a la igualdad utilizando las mismas armas de que se vale la sociedad mayoritaria. Y les dijo: “En Macedonia hay tres partidos políticos gitanos, dos canales de televisión y 32 emisoras de radio que emiten en lengua romaní. Ese es el camino, añadió, para desmontar algunos tópicos que afectan a la cultura gitana”.
Ella cuenta que “La primera y única vez que fui discriminada fue en la escuela. Era la única gitana y nadie quería sentarse a mi lado. Así que me senté al lado de un muchacho. ¡Un escándalo, pues los chicos y las chicas se sentaban separados unos de otros! No exagero cuando digo que luego fui la estrella del colegio. Ya entonces derribaba barreras”.
Derribó tantas que a lo largo de su vida recibió infinidad de testimonios de afecto y reconocimiento por la labor humanitaria que desarrolló especialmente con los niños. Se sabe que adoptó a decenas de muchachos desvalidos y que realizó una importante labor en su tierra, Skopie, donde ahora reposa, mientras fue concejal de su ayuntamiento.
La Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña (FAGIC), en la V Edición de sus acreditados Premios, hizo mención a la tía Emilia Clavería, gitana luchadora y valiente donde las hubiera, y a la figura mundialmente querida y respetada de Esma Redzepova. En el «Festival de Experiencias Gitanas» celebrado en Moscú en el año 2000, Esma fue proclamada Laureada y cantante romaní del siglo. Y en una de las reuniones del Parlamento de la Unión Romani Internacional, celebrada a finales del pasado siglo, se le llegó a proponer para el premio Nobel de la Paz, por ser «la mejor embajadora de los gitanos en el mundo».
Esma fue una militante activa de la vida política
La tercera razón por la que rindo homenaje a Esma Redzepova es por la identificación con que ambos hemos caminado por la vida, convencidos de que con el compromiso político se puede lograr el cambio de las estructuras sociales que sustentan el racismo y la marginación de los más débiles de nuestra sociedad. En el penúltimo Congreso Mundial de la Unión Romani celebrado en Sibiu, Rumanía, ambos nos integramos en la candidatura que resultó elegida, presidida por el fallecido Florin Copiaba. Yo fui elegido vicepresidente de la organización y Esma Redzepova, comisaria de Cultura y embajadora de la Unión Romani Internacional.
Finalmente deseo dejar en el ánimo de mis lectores la belleza de un planteamiento que a Esma le gustaba mucho repetir y que yo hago mío. Ella decía: “Los gitanos estamos en contra de las fronteras, somos cosmopolitas. Las fronteras solo sirven para dividir a los pueblos. Nuestras casas están siempre abiertas. Nuestra filosofía es que el hombre llega desnudo a la Tierra y está desnudo cuando se va de ella”.
Esma Redzepova creó una fundación y en ella acogió y educó a medio centenar de niños de la calle a los que hizo sus hijos. Y a ellos les inculcó ideas tan “subversivas” como las siguientes: “Debéis ser buenos ciudadanos. Y los buenos ciudadanos son aquellos que saben compartir lo que tienen con quienes no tienen nada. Pero, sobre todo, debéis viajar mucho. Es muy, muy importante viajar, ver otros lugares, conocer otras costumbres”.
Tal vez por eso, Esma Radzepova, mi amiga y mi compañera, no tenía ninguna dificultad, como tampoco la tenemos ninguno de los 14 millones de gitanos que vivimos en el mundo, en confesar que tenemos una doble nacionalidad: la del país donde hemos nacido y la que nos otorga nuestra condición de ser ciudadanos del mundo.
Lokhi phuv lake (que tenga una tierra fácil. Que descanse en paz).
- Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista, presidente de Unión Romaní