Mientras que el ilegitimo gobierno de Michel Barnier sigue aplicando la política de Macron, los sindicatos CGT, FSU y Solidaires han organizado este 1 de octubre una primera jornada de huelga general (más seguida en los servicios públicos que en el sector privado), con manifestaciones en todo el país.
La CFDT y FO, estaban ausentes en este llamamiento a defender los servicios públicos, aumentar los salarios, y abrogar la ley de pensiones.
Veinte mil manifestantes en París, 170.000 en toda Francia, según los organizadores. Una respuesta, limitada y tímida pero necesaria, de las organizaciones sindicales por vez primera desde el final de las vacaciones y de la tregua olímpica, teniendo en cuenta la gravedad de la situación política y económica en el país.
Tal ha sido la respuesta del movimiento sindical mientras Barnier, sin sorpresas, hacia su primera intervención ante el parlamento.
Macron ausente de la escena nacional e internacional, ya no chulea, diciendo a los franceses «vengan a buscarme», ahora se esconde detrás de un gobierno ilegitimo y de una minoría política sostenida en cuidados paliativos por los fascistas del RN.
Yo sé que es menos brusco decir neofascistas, o ultraderechistas, pero no más exacto, es tan solo un sinónimo; como también sé que la prensa bien educada prefiere decir que «Francia avanza hacia un régimen iliberal», que decir simplemente que estamos a dos pasos de una verdadera dictadura, y que Macron y Le Pen aliados intentan hacer añicos el estado de derecho.
Los que pensaban que Macron no era lo mismo que el RN (la ultraderecha fascista en Francia) tienen ahora la confirmación de la alianza ya no implícita sino explicita con el partido de Marine Le Pen, quien acaba de confirmar que no votará la censura del gobierno Barnier/Macron, mientras que sigan siendo caniches obedientes a su servicio.
El nuevo ministro del interior Bruno Retailleau, salido como el primer ministro Michel Barnier de las filas del LR (el partido de derechas, antaño gaullista, que perdió las elecciones llegando en cuarta posición) se alza como portavoz de las ideas xenófobas, retrogradas y racistas del RN, negando incluso la legitimidad del estado de derecho. El espíritu del general De Gaulle debe estar dando brincos ahí donde se encuentre.
«El estado de derecho no es intangible ni sagrado… no existe definición matemática del estado de derecho», afirma el titular de interior. Lo que no cabe lugar a duda es que la ecuación Macron, Barnier, Retailleau, Le Pen, nos conduce matemáticamente al abismo de la xenofobia.
Lo he dicho muchas veces y repetido, y eso mantiene mi personal esperanza, qué en este país la magistratura, los abogados y los contrapoderes democráticos siguen resistiendo con vigor y valentía a esa ofensiva antidemocrática neoliberal sostenida por la ultraderecha. La declaración del citado ministro ha provocado numerosas y airadas reacciones.
En la Asamblea Nacional, los diputados de Francia Insumisa y del Nuevo Frente Popular continúan una remarcable tarea de oposición política, una izquierda parlamentaria como no habíamos visto desde hace mucho en este país, respetuosa del orden constitucional, pero que enarbola un decidido programa de ruptura con el neoliberalismo político y económico. Por fin una oposición que se opone.
Pero mientras el RN sostenga al moribundo Macron y su gobierno ilegitimo, esa acción parlamentaria, aunque útil y necesaria, no será suficiente. Habrá que esperar a las próximas elecciones presidenciales, para medir por fin más allá del hipócrita voto inútil por el menos peor, si los franceses quieren la vía del neofascismo o la de la democracia.
A menos que de aquí a entonces se produzca una nueva explosión social de respuesta a las ya anunciadas políticas de austeridad para los de abajo y de regalos fiscales a las multinacionales.