Este martes 3 de abril ha empezado en Francia la anunciada huelga de la SNCF para oponerse a la política antisocial de Emanuel Macron, que prevé una apenas disfrazada privatización de los ferrocarriles franceses nacionalizados en 1937. Huelga intermitente que los sindicatos han previsto durante los tres próximos meses, con el objetivo de oponerse al autoritario método de las “ordenanzas”, aplicado ya por Macron para desmantelar el código del trabajo y que consiste en pasar rápidamente sus proyectos de ley, sin debate parlamentario y con un simulacro de concertación sindical.
La pretendida “reforma” de la SNCF prevista por Macron, no es sino la aplicación ideológica de la política económica “liberal” de la Comisión de Bruselas, controlada actualmente por conservadores y socialdemócratas. “La apertura a la competencia” preconizada por esa instancia poco democrática, empezó ya en Francia en 2014 con la escisión de la SNCF en tres ramas: un Holding y dos filiales.
Como antes Sarkozy, y luego Hollande, Macron (el presidente de los ricos, como le denominan aquí algunos comentaristas) prosigue hoy esa política “liberal” que es en realidad una política antisocial de desmantelamiento de los servicios públicos y de regresión de todo lo adquirido por los trabajadores a lo largo de medio siglo de luchas y reivindicaciones. La definitiva apertura al sector privado, iniciada ya en otros países como Alemania, Suecia o Gran Bretaña con controvertidos y pésimos resultados , está prevista aqui para 2020.
Los principales medios informativos en Francia, tanto en la prensa escrita como audiovisual, radio y televisión, sostienen hoy de forma abierta o solapada la política antisocial de Macron, utilizando elementos de lenguaje tan falsos como inexactos, que retoman los argumentos del gobierno para hacer pasar su supuesta “reforma”, que insisto no es sino la anunciada destrucción del servicio público para abrirlo a la competencia privada. Los usuarios del servicio publico son transformados en clientes de una empresa cuya única regla es la rentabilidad económica. El servicio para el público se transforma así en prestación privada que el publico deberá pagar cada vez más cara.
Para encontrar voces discordantes queridos lectores, deberán buscar ustedes en la prensa francesa en internet, como Le Media, Acrimed, Mediapart, La bas si je suis, o mensuales como Le Monde Diplomatique, ejemplos vivos aunque limitados de que otra prensa, y otro periodismo liberado de la censura y de la autocensura es posible.
Órganos de prensa que con su excelente trabajo, y pese a sus escasos medios financieros, intentan contrarrestar las voces de los perros guardianes del sistema, dispuestos siempre a repetirnos los mismos elementos de lenguaje del gobierno: “Los ferroviarios son privilegiados”.
Personalmente pienso que ni los ferroviarios, ni los jubilados, ni el personal hospitalario, son privilegiados. Si quieren encontrar verdaderos privilegios tendrán que buscar del lado de los senadores y la élite que nos gobierna, o en esa casta económica de empresarios del CAC 40, que se nutre de millonarias remuneraciones y que coloca sus ganancias en paraísos fiscales.
“Hay que terminar con esos privilegios porque la deuda de la SNCF es insoportable”. Si tal deuda existe no es debida al estatuto profesional obtenido en sus luchas por los ferroviarios, sino a la pésima gestión de la empresa por esas mismas élites que hoy pretenden “reformarla”, perdón, quise decir desangrarla o destruirla poco a poco. “Qui veux noyer son chien l’accuse de la rage” (Cualquier excusa es buena… aunque sea falsa) dice el refrán francés.
Otra de las expresiones favoritas de la servidumbre voluntaria de cierta prensa :“Los franceses rehenes de la huelga decretada por los sindicatos”. En mi opinión el único que ha tomado a los franceses como rehenes es Macron, ya que los que votaron contra Le Pen en las presidenciales, no sostienen necesariamente su actual política antisocial.
Esta crónica se propone pues, con toda modestia, aportar mi granito de arena contra la intoxicación de esa “prensa” que nos anuncia como económicamente “ineluctable” la decisión ideológica de Macron y de la Comisión de Bruselas, con falsos argumentos y sesgados elementos de lenguaje. Es por eso que deliberadamente utilizo el termino antisocial como sinónimo de “liberal” entre comillas (cuando se habla de economía evidentemente).
La batalla que empieza en Francia será decisiva para el resto de Europa y no se trata de una simple “reforma”, lo que esta en juego es una lucha entre dos opciones de sociedad:
Por un lado la defensa del servicio público, en los ferrocarriles, los hospitales, el correo y las comunicaciones, de un nivel de vida digno y justo para los trabajadores, una sociedad basada en la solidaridad entre generaciones, el derecho a la vivienda, la defensa del medio ambiente, la generosidad y la justa distribución de las riquezas.
Por otro, la aceptación de una sociedad basada en la carrera a la rentabilidad y el beneficio a corto plazo, que destruye la naturaleza y aumenta las desigualdades sociales, enriqueciendo a una minoría, mientras genera miseria y austeridad para la mayoría de los ciudadanos.
El éxito o el fracaso de las huelgas que empiezan, dependerá de varios factores esenciales: evidentemente la participación de huelguistas activos en el movimiento y de su capacidad de resistencia. De la confluencia de las diversas luchas sociales hoy en curso, estudiantes, jubilados, hospitales, y otras categorías sociales afectadas. Pero también y sobre todo del apoyo solidario activo o pasivo, del resto de los franceses a ese movimiento que solo será eficaz si conduce a una movilización masiva y general.
¡Resistence!, es una consigna a menudo voceada con ímpetu aquí en las manifestaciones sindicales, en efecto solo la Resistencia podrá imponerse frente a nuestro peor enemigo, esa servidumbre voluntaria, de la que ya hablaba Etienne de la Boetie en 1576.