El gobierno Macron da un tímido paso atrás
Este sábado 1 de diciembre, eran cien mil en toda Francia, ocho mil en París, los “gilets jaunes” (chalecos amarillos) que han mantenido manifestaciones, bloqueos y acciones diversas, iniciadas hace ya tres semanas por mas de tres cientas mil personas, para reclamar que cese el aumento de tasas sobre el carburante.
Ante la sordera gubernamental, este movimiento espontáneo y mal organizado, ha ido creciendo localmente y en las redes sociales, extendiendo sus reivindicaciones a una temática más amplia social y política: la demanda de devolver a los franceses el dinero regalado a los millonarios por Macron con la supresión del ISF (impuesto sobre la fortuna) para financiar así la pretendida transición ecológica que preconiza el gobierno; el aumento del salario mínimo; la reducción del precio del gas y de la electricidad, el aumento de las pensiones de los jubilados, en definitiva medidas concretas para elevar el nivel de vida de los franceses, y también la denuncia de los privilegios de una clase política que incrementa la desigualdad social mientras empobrece a las clases medias. Las reivindicaciones son hoy múltiples y se cristalizan en el grito de “Macron dimisión”, como respuesta a la actitud arrogante del jefe del Estado en la gestión del conflicto.
La violencia y la sociedad del espectáculo
La provocación y la violencia de elementos incontrolados “casseurs”, en el interior de esa multiplicidad de manifestaciones no autorizadas por las respectivas prefecturas ha provocado la conocida “espiral de la violencia”, es decir la represión policial y la radicalización de los enfrentamientos, cuando los manifestantes pacíficos se encuentran rodeados por esos choques violentos. La sociedad del espectáculo en que vivimos ha hecho el resto poniendo en escena esa violencia y esas imágenes de los Campos Elíseos profanados, con incendios, escaparates saqueados, gases lacrimógenos y mangueras de agua en plena acción.
Ante esas provocaciones o “desbordamientos” violentos, que a veces se producen también en manifestaciones sindicales perfectamente organizadas y autorizadas, y que tienen lugar en este caso en un fecundo campo de desorganización propio al movimiento de los gilets jaunes, la pregunta como periodista y observador de la vida política, social y cultural en Francia es: ¿Quien se beneficia de esa violencia y de esa puesta en escena bien sesgada en el tratamiento informativo de las cadenas de información continua en televisión?
La amalgama entre las justas y múltiples reivindicaciones de los “gilets jaunes” y la violenta provocación de los «casseurs” (reventadores) es vieja como el mundo en las luchas sociales, ya que el poder nunca ha cedido una sola reivindicación frente a un movimiento obrero, ciudadano o popular, si no es al termino de una larga lucha que generalmente conduce a la parálisis económica del país.
Macron, su gobierno y sus parlamentarios denuncian la tentativa de recuperación política del movimiento por la oposición. Sin embargo la realidad es que este movimiento espontáneo ha sorprendido a unos y otros., cuando la gota de agua ha desbordado un vaso demasiado lleno de injusticia y desigualdad social.
Si bien podemos establecer analogías por su espontaneidad con el movimiento “Nuit debout”, lo cierto es que ambos movimientos corresponden sociológicamente a sectores muy dispares de la población francesa.
“Nuit debout”, aunque espontáneo, era un movimiento más urbano, más politizado, con más participación de jóvenes y de sectores pequeño burgueses de la población, mientras que los “gilets jaunes” reúnen a una multitud de franceses de clase media y clase media baja, desempleados, comerciantes, beneficiarios del salario mínimo o del RSA ( renta mínima de inserción), en zonas rurales, en provincias y en las grandes ciudades del país, lo que le da un peso social y simbólico muy superior.
Es esa Francia que vive en la precariedad, olvidada y despreciada por el poder, en regiones donde los servicios públicos tienden a desaparecer, y que ante los aumentos de tasas del carburante y la carestía de la vida, la que ha salido a la calle, al comprender por fin la injusticia social inherente a la política de Macron.
Esos cientos de miles de personas no salieron en cambio a la calle en las manifestaciones sindicales masivas contra la ley trabajo, y reivindican hoy su carácter “apolítico” , fuera de partidos y sindicatos. Una característica que tenia también el movimiento “Nuit debout”. De ahí la dificultad de hacer converger esa rebelión ciudadana con la movilización sindical y la acción política de la oposición.
Grave crisis institucional en Francia
Siendo movimientos de protesta radicalmente diferentes en su origen y en su composición, establezco esta analogía para mejor entender cómo en ambos casos la movilización se transforma en grave crisis institucional en Francia. Olvidados de orígenes diversos se rebelan contra las instituciones de esta Quinta República presidencialista, que llega a mi entender al final de su existencia y de sus posibilidades democráticas.
Mientras el bipartidismo fue estable, entre la derecha conservadora y los socialistas, el sistema electoral presidencial por sufragio universal y legislativo mediante un sistema mayoritario, funcionó excluyendo de la vida parlamentaria a los pequeños partidos. El aumento de la abstención, y de fuerzas políticas como el Rassemblement nacional, o la Francia Insumisa, acabó con esa ecuación. Pues los millones de franceses que se abstuvieron, o los que no votaron en la primera vuelta por Macron, se vieron ante el dilema de escoger entre el cáncer y el cólera… la extrema derecha o el liberal Macron, que solo obtuvo 24 % de votos en la primera vuelta.
Macron, con su movimiento En marcha (hoy llamado REM Republica en marcha) logró romper el partido socialista, un desastre preparado antes por Hollande y Valls, pero ha fracasado en cambio en su tentativa de romper la estructura partidaria de la derecha conservadora (LR, los republicanos). Su fracaso es doble además, pues la casi desaparición de los socialistas ha reforzado la Izquierda de Francia Insumisa, y el debilitamiento de LR ha traído agua al molino de la extrema derecha.
La mayoría parlamentaria de la REM, obtenida tras la elección presidencial, a las ordenes de Macron como líder máximo o monarca presidencial, es sin embargo de una fragilidad total, pues sus diputados sin implantación local, ni experiencia política, pueden ser barridos en las próximas elecciones con la misma rapidez como llegaron al hemiciclo.
La falsa promesa de transformación de la clase política, con la llegada de nuevos rostros al Parlamento duró apenas un año, las dimisiones de varios ministros, los conflictos de interés, las cacerolas que arrastran unos y otros, los evidentes privilegios de esa clase política, y la propia actitud arrogante de Macron y de sus portavoces, han puesto de manifiesto la composición sociológica de los representantes de LRM ( todos ligados al mundo de la dirección empresarial) y en absoluto en contacto con las preocupaciones de esa Francia que sufre a diario de la carestía de la vida.
El gobierno da un tímido paso atrás
Paralelamente a los “gilets jaunes”, los agricultores han llamado a manifestaciones, como también los estudiantes de enseñanza media en los liceos, o los conductores de ambulancias, la bronca es grande en el gremio de camioneros… pero hasta la fecha las organizaciones sindicales a nivel nacional guardan silencio, para no ser acusadas de “recuperar” el movimiento. Ante la amenaza de una confluencia de luchas sociales y ciudadanas el primer ministro Edouard Philippe ha pronunciado hoy una declaración solemne, destinada a calmar los ánimos.
El gobierno se compromete a suspender durante seis meses las tasas sobre el carburante, congelar el alza de tarifas del gas y la electricidad, suspender el encarecimiento del control técnico obligatorio de los automóviles y abrir un tiempo de dialogo. Por su parte, el presidente Macron guarda el más absoluto silencio, a pesar de que la furia de los manifestantes se ha cristalizado contra su persona en estos últimos días.
Diversos portavoces de los gilets jaunes han declarado ya que continuarán su lucha pues consideran insuficiente el paso atrás del gobierno, destinado a ganar tiempo y calmar la violencia. Las primeras divisiones han aparecido no obstante entre los que aceptan negociar con el gobierno, y los que piden simplemente que cedan a sus reivindicaciones, sin ninguna moratoria.
En los próximos días veremos si la confluencia de luchas llega a cuajar. El riesgo es que el poder opte por una política represiva, sin verdaderas concesiones en su política social y económica, lo que no hará sino agravar el conflicto, y la evidente fractura social, verdadera amenaza para la democracia y para el contrato social de la Rex publica.
En el Parlamento la respuesta de la oposición de izquierdas no se ha hecho esperar, denunciando este anuncio gubernamental como un “bricolaje” para ganar tiempo hasta las próximas elecciones europeas que se anuncian desastrosas para LRM.
“No se trata de aplazar el aumento de las tasas, sino de suprimirlas. Aumenten el salario mínimo y las jubilaciones, devuelvan el ISF, cedan ante el grito de ese pueblo digno, harto de ser despreciado. Cedan o váyanse!” ha declarado hoy en el hemiciclo la diputada de Francia insumisa Caroline Fiat.