Este sábado 16 de noviembre de 2019 se cumplía el primer aniversario desde el comienzo de la movilización popular de los ‘gilets jaunes’ (chalecos amarillos). Importantes manifestaciones han tenido lugar en París y en varias ciudades de provincias, 44 000 manifestantes según el colectivo “nombre jaune” y 28 000 según el ministerio del Interior para reiterar sus reivindicaciones al grito de “Macron dimisión”.
La provocación en París de los enmascarados black blocs… ha dado lugar a enfrentamientos con la policía, y servido nuevamente de pretexto para una represión indiscriminada de los manifestantes, incluidas las manifestaciones cuyos recorridos habían sido autorizados. Mi pregunta de observador es: ¿Quien manipula los black blocs?
En París, Toulouse, Lyon, Nantes, Marsella, Montpellier y otras ciudades de provincias, la movilización de los chalecos amarillos sigue siendo importante y significativa, si bien es cuantitativamente más reducida que al comienzo del movimiento debido a la política represiva policial y judicial ordenada por el presidente Emmanuel Macron. De nuevo en la manifestación de este acto 53 ha habido personas pacíficas mutiladas por los disparos de granadas explosivas GLI F4 y balas de goma por la policía. Entre ellos un periodista, que llevaba visiblemente el brazalete de prensa.
La política represiva del gobierno consiste en provocar el miedo en las manifestaciones e impedir su desarrollo pacífico, para evitar así que los simpatizantes de ese movimiento popular se unan a la manifestación, convertida en lugar de riesgo permanente. La libertad de manifestación se encuentra así amenazada por vez primera en Francia. Macron está haciendo realidad lo que intentó Manuel Valls y lo que no pudo hacer Sarkozy.
Como lo denuncia con valentía el reportero independiente, escritor y documentalista David Dufresne, con la política represiva de Macron, de su primer ministro Edouard Philippe y de su ministro del interior Christophe Castaner, “ha habido más heridos durante los últimos doce meses que durante veinte años en Francia”.
Dufresne ha constatado 860 casos de violencias policiales, durante las manifestaciones de los chalecos amarillos, entre diciembre de 2018 y junio del 2019. Diez mil personas detenidas, 3100 condenas y de ellas cuatrocientas personas condenadas a penas de cárcel, sin poder beneficiar de libertad condicional.
La impunidad por el contrario es la regla general en todos los procesos intentados para denunciar la violencia policial, no obstante las advertencias, condenas y llamadas de la ONU, del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo al gobierno francés.
La prensa llena de nuevo sus páginas con fotos espectaculares de enfrentamientos violentos y coches incendiados, pero sigue sin prestar verdadera atención a las profundas reivindicaciones de este movimiento popular que no han variado en su esencia: demanda de mayor justicia social y fiscal, contra la supresión del impuesto sobre la fortuna patrimonial (ISF), referéndum de iniciativa popular, lucha contra la evasión y la “optimización” fiscal, reducción del IVA sobre los productos de primera necesidad, reducción de las tasas sobre el carburante y del precio del gas y la electricidad.
El perfil sociológico de los gilets jaunes es el de una clase media baja pauperizada y precarizada que reclama poder vivir dignamente de su trabajo. No hay en ese movimiento ni trabajadores inmigrantes, ni desempleados, sustratos de la población totalmente desmovilizados por su aun mayor precariedad.
El movimiento de los “gilets jaunes” representa a sectores de la población francesa en todo el territorio nacional, que se han movilizado, con razón, al margen de las organizaciones sindicales o políticas. Su espontaneidad constituye su fuerza y al mismo tiempo su punto débil al no lograr transformar el movimiento en solución política alternativa.
El 5 de diciembre: Huelga general interprofesional
A dos semanas de la anunciada huelga general y nacional del 5 de diciembre de 2019 convocada por la mayoría de las organizaciones sindicales y de la juventud contra el proyecto gubernamental de reforma del sistema de pensiones y cuando el malestar afecta a sectores muy diversos de la sociedad francesa, víctimas de la carestía de la vida y del alza de precios -estudiantes, profesores, personal hospitalario, trabajadores precarios, bomberos etc. -la cuestión que está hoy sobre la mesa es : ¿Será posible la convergencia de luchas contra la política neoliberal de Emmanuel Macron?
El tema de las pensiones puede en efecto ser el detonador de esa convergencia de luchas, ya que afecta a la totalidad de los franceses, y es uno de los puntos culminantes de la política ultraliberal de privatizaciones de Macron, tendiente a desmantelar el sistema de protección social vigente en Francia desde el fin de la segunda guerra mundial. El nuevo sistema de pensiones por “puntos” pensado por Macron, y aplaudido por las compañías de seguros, es una verdadera estafa, que deja en manos del gobierno la decisión del valor anual de esos puntos. La valorización o no de las pensiones con respecto a la inflación estaría así en manos del gobierno.
La denominada “loi travail” (ley trabajo), iniciada ya por Hollande, Valls y Macron, fue el primer eslabón en esta ofensiva generalizada contra el movimiento sindical y el derecho laboral. La pretendida reforma de las pensiones sería el punto culminante de esa ofensiva contra el sistema generoso y paritario francés, con el objetivo de neutralizar la participación y el control que ejercen en él las organizaciones sindicales. A menos que la resistencia del pueblo francés les obligue una vez más a cambiar de opinión.
Macron no inventa nada, vuelve a la carga, al servicio de los mismos amos, ahí donde Jaqcues Chirac, y Alain Juppe tuvieron que dar marcha atrás en 1995, tras una huelga general que paralizó el país.
SNCF Ferrocarriles, RATP transporte urbano y metropolitano, transporte por carretera, transporte aéreo Air France, hospitales, escuelas y universidades, sector audiovisual, serán afectados por el movimiento de huelga general nacional del próximo 5 de diciembre, una fecha en todo caso importante y probablemente decisiva. SNCF y RATP llaman ya a una huelga reconducible e ilimitada.
La convocatoria de huelga interprofesional concierne tanto al sector público como privado, pero evidentemente es sobre todo el sector público el motor de la movilización, por la simple razón que es ahí donde las organizaciones sindicales son un contrapoder importante frente a la organización patronal y frente al gobierno.
Se dice a menudo que los franceses suelen hacer ‘huelga por delegación’, es decir, que el sector público es el que arrastra y crea una dinámica, ya que el sector privado está menos protegido sindicalmente. Fue exactamente lo que sucedió en 1995, cuando la mayoría de la población, sin participar en la huelga, se mostró solidaria con el bloqueo del país provocado por los huelguistas.
Único sindicato obrero que no llama a la huelga: la CFDT (históricamente allegado al partido socialista o a lo que queda de él) y hoy cómplice de Macron y de su pretendida “reforma”. Sin embargo, como fue el caso en la movilización sindical contra la “ley trabajo”, los militantes CFDT no siguen siempre ciegamente las consignas de su dirección nacional.