Greenpeace identifica diez empresas «trileras del clima»

Tras la narrativa del «cero emisiones netas en 2050» existe una política empresarial continuista sostenida por argucias y falsas soluciones

Greenpeace ha publicado un informe, «Haciendo Trampas al Clima. Resistencias y malas prácticas del sector empresarial ante el reto de la descarbonización», que pone de manifiesto una nueva retórica empresarial que sitúa la lucha contra el cambio climático en primer plano, pero solo se traduce en medidas tramposas que se alejan del cumplimiento del Acuerdo de París.

El informe hace un análisis de las diferentes estrategias de lucha contra el cambio climático y alineamiento con los compromisos del Acuerdo de París por parte de un grupo de diez empresas «marca España» de muy diferentes sectores económicos: financiero, aéreo, energía y electricidad, agroalimentario, gestión de residuos y deportes.

Las diez empresas «trileras del clima» identificadas por Greenpeace son el Banco Santander, BBVA, Campofrío, Coren, Ecoembes, Endesa, Iberia, Naturgy, Real Madrid C.F. y Repsol.

Acompañando al informe, Greenpeace ha lanzado un vídeo y una colección de memes que muestran a CEO de distintas empresas jugando una partida de mus «por el clima» con cartas marcadas.

El informe revela que estas empresas, que son representativas de sus respectivos sectores económicos, están eludiendo los cambios sistémicos necesarios para reducir las emisiones brutas de gases de efecto invernadero en el horizonte de 2050, como recomienda la comunidad científica que asesora a Naciones Unidas.

Así, han optado por elaborar una narrativa y poner en marcha unas iniciativas que, bajo el eslogan de «cero emisiones netas en 2050», buscan mantener el actual modelo económico y, en ocasiones, contribuyen incluso a agudizar la actual crisis climática.

«Son unos trileros del clima. Están haciendo trampas con el Acuerdo de París, jugando con el lenguaje y la comunicación mientras siguen sin asumir que la transición ecológica implica cambios en los modelos de negocio, en las cadenas de valor, en las pautas de consumo o en el comportamiento empresarial», ha señalado Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace España.

Agrega Soto que «para no introducir estos cambios, pero parecer verdes ante la opinión pública, han decidido desplegar una retórica grandilocuente llena de buenismo empresarial y medidas que suenan ‘eco’ que no están sustentadas en acciones y cambios concretos. Se resisten a reducir sus emisiones brutas, pero diseñan argucias y falsas soluciones que al final son palos en la rueda de la gobernanza climática mundial».

A través de un análisis pormenorizado de los discursos, las memorias de sostenibilidad y los compromisos de reducción de emisiones en estas diez grandes empresas españolas, Greenpeace ha detectado siete trampas y falsas soluciones sin base científica a través de las cuales las empresas quieren mimetizarse con el mainstreamde la transición ecológica y el compromiso con el Acuerdo de París o los Objetivos de Desarrollo Sostenible:

  • Parecer. El buenismo corporativo es la práctica de firmar, suscribir y adherirse a pactos, principios y estándares voluntarios (1) sin medir los progresos ni cambiar las prácticas empresariales.
  • Apelar a la neutralidad tecnológica, teoría según la cual todas las tecnologías sirven para luchar contra el cambio climático y deben ser tratadas en igualdad de condiciones en la regulación y en el reparto de fondos económicos, sin criterios discriminatorios, incluso aquellas que son importantes fuentes de gases de efecto invernadero.
  • Uso y abuso de los términos eco, bio y verde en productos y servicios, con objeto de confundir al consumidor. Esta publicidad engañosa en materia de emisiones o de cambio climático supone el incumplimiento de las normas de Autocontrol en lo referente a la publicidad.
  • Trucar la contabilidad de emisiones de CO2 o falsear la huella de carbono, eludiendo contabilizar las emisiones procedentes de toda la cadena de valor o de la cartera de inversiones y préstamos en el caso de las entidades financieras.
  • Comprar energía con certificado verde como forma de compensar las emisiones en vez de abordar reducciones directas de sus emisiones o de su demanda real de combustibles fósiles. Dada la regulación actual, la energía verde es un concepto confuso que no asegura avances en la producción de energías renovables.
  • Plantar árboles para intentar «compensar» las emisiones, pese a la controversia científica sobre la capacidad de muchas regiones de albergar más árboles o los cambios que se están produciendo en los bosques a causa del cambio climático, que está mermando su capacidad de influir positivamente sobre el ciclo del carbono.
  • Posponer la descarbonización en espera del desarrollo de la captura y almacenamiento de carbono, una tecnología que no estaría disponible de manera comercial antes de 2040 y que forma parte del paquete de expectativas de las empresas energéticas del gas y el petróleo que persiguen el «balance cero neto» (no las reducciones brutas) a través de tecnologías cuyo desarrollo y viabilidad económica están todavía por demostrar.

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Greenpeace: meme de Iberia con Carlos Gómez. Arriba meme de Florentino Pérez, Real Madrid

Según la comunidad científica que asesora a Naciones Unidas en materia de Cambio Climático, la humanidad necesita alcanzar la neutralidad de carbono para mediados del siglo veintiuno y la próxima década es decisiva: diez años en los que se “necesitan transiciones rápidas y de gran alcance“ en los sectores de usos del suelo, energía, industria, edificación, transporte y ciudades.

«El tiempo de la voluntariedad y de la falsa Responsabilidad Social Corporativa ha quedado atrás. No podemos aceptar el discurso empresarial de las ‘emisiones cero netas’ que busca mantener el actual ‘status quo’ para no abordar los profundos cambios que demanda la comunidad científica» ha recordado Soto.

El informe pide al Gobierno y la UE condicionar las ayudas, el reparto de fondos y los rescates al cumplimiento de la hoja de ruta para la descarbonización real de la economía; un órgano de control y regulación independiente en materia de política energética; la obligatoriedad en el reporte de huella de carbono e indicadores de reducción de las mismas; una ley de Debida Diligencia sobre medio ambiente y derechos humanos; el desarrollo reglamentario de la Ley de Información No Financiera y Diversidad; un Tratado vinculante sobre empresas y derechos humanos en el marco de Naciones Unidas y, finalmente, la prohibición de la publicidad y el patrocinio por parte de la industria de los combustibles fósiles.

Greenpeace también recuerda al Gobierno la necesidad de aumentar la ambición climática a nivel nacional, elevando la reducción de emisiones al menos hasta el 55 por ciento para 2030 respecto a 1990, y un objetivo para alcanzar el cero neto de las mismas en 2040, en línea con las recomendaciones científicas.

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