Desde hace varios años, ofrezco un servicio de asesoramiento jurídico gratuito en la Casa Parroquial de la Iglesia Católica de Guantánamo. El objetivo preferente es asesorar y redactarle escritos a los reclusos y a otras personas que no tienen dinero para acudir a un Bufete Colectivo, o porque sencillamente no desean ser atendidos allí. Estos últimos son los que más acuden a mi consulta, escribe Roberto Quiñones Haces*.
Recientemente, un ciudadano solicitó mis servicios con un raro requerimiento: quiso que le redactara una carta de petición de ayuda económica a Su Majestad, el Rey de España, Juan Carlos de Borbón. Cuando le pedí que me explicara su caso, me percaté de que estaba en presencia de otra víctima de la debacle económica que impera en nuestro país.
El interesado, Florencio Alberto Valls Álvarez, natural de Guantánamo, vecino de Martí No. 709, entre Narciso López y Jesús del Sol, es un técnico en comunicaciones, hoy desempleado. Acudió a verme porque, según me explicó, su familia se encuentra en la inopia y no recibe ningún tipo de compensación del gobierno.
Consideré un tanto ingenuo de parte suya pensar que el Rey de España atendería su carta, pero no hice más que decírselo cuando me enseñó otra misiva que remitió a Su Majestad, con fecha 19 de octubre del 2012, y la respuesta ofrecida por la señora María Sáenz de Heredia, jefa de la Secretaría del Despacho del Rey, fechada el 7 de diciembre del 2012. Yo, que conozco sobradamente cómo se trata el derecho de queja en nuestro país, quedé admirado por la prontitud y, sobre todo, por la amabilidad de la respuesta, algo que deberían imitar los burócratas cubanos.
Mediante esos documentos conocí que Florencio es descendiente directo de españoles y que un ascendiente suyo, el señor Florencio Leonardo Álvarez Arce, recibió la Orden Caballero Cubierto, por haber salvado a las infantas de la Reina María Cristina en un accidente. Esa es la causa por la cual Florencio Alberto, quien, por falta de dinero, no ha iniciado los trámites para hacerse ciudadano español, se ha sobrepuesto a su vergüenza para solicitar ayuda al gobierno de España.
En el diálogo que sostuve con él, también supe que en 1959, su abuelo, Urbano Álvarez Arce, era el propietario de la finca Burene, 27 caballerías de tierra situadas al oeste de Guantánamo. Un mal día, llegó un teniente del Ejército Rebelde -quien, según Florencio Alberto, es hoy bolitero-, y puso a toda la familia en el camino real. Durante varios años, mientras el abuelo y la mamá de Florencio Alberto estuvieron vivos, el gobierno pagó al primero, y luego a la segunda, la suma de doscientos cincuenta pesos mensuales. Ahora su familia está en la penuria.
Burene era una finca ganadera y de producción agrícola, que siempre rindió pingües dividendos a su familia, los cuales le permitieron construir dos viviendas sumamente confortables en plena ciudad de Guantánamo, y vivir libre de preocupaciones económicas. Ahora esas tierras dan lástima por el abandono en que se encuentran. Desgraciadamente, en nuestro país hay miles de casos parecidos al de Florencio Alberto.
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