Han pasado siete largos años entre la desesperación, la angustia y la muerte. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) durante esta guerra que aún no tiene visos de terminar, han fallecido más de medio millón de personas; entre ellos, 20.000 niños y cerca de 150.000 civiles.
La guerra de Siria es la guerra de nadie; la tierra en donde aprovechando intereses particulares potencias como Rusia, Irán o Turquía; organizaciones del estado islámico o los kurdos, se han unido al origen que no fue otro que la protesta popular contra el régimen de Al Asad. Allí ha tenido lugar todo; una guerra religiosa; fuerzas yihadistas contra otras que lo rechazan; confrontaciones entre Estados Unidos y Rusia o enfrentamientos de kurdos con turcos. Comenzó como la represión de un brote revolucionario por parte del gobierno y se ha convertido en una guerra que no tiene justificación ni razón alguna, a la que ahora se han unido otros conflictos como el de Ucrania o la crisis diplomática por los ciberataques rusos.
Siria parece ser invisible ante los ojos de Europa que no ve que es un país mediterráneo y está teniendo graves consecuencias para la Unión Europea.
Una contradicción en sí misma porque Turquía acogió a cerca de tres millones de desplazados por el conflicto. Hablar de Siria es describir la mayor devastadora crisis de refugiados desde la segunda guerra mundial. Cerca de 12 millones de sirios han tenido que abandonar su hogar; su vida; su familia para terminar en un artículo como este que recuerde que detrás de ellos están las personas; familias, niños, mujeres, ancianos que no van a ser tipificados dentro de un crimen contra la humanidad, sino que nadie será juzgado ante la corte penal internacional de la Haya; nadie, porque legalmente hay un problema de jurisdicción y pasará sin pena ni gloria.
Para la ONU, uno de cada cien habitantes ha perdido la vida y el 20 % de la población vive como refugiada en un país de acogida. Una cámara de tortura según describe la Organización de la Naciones Unidas que no se materializa en justicia, en reparación de los millones de víctimas del conflicto sino con la vida del día después que es a lo máximo a lo que aspira la población. Niños que no van a la escuela, carencias médicas, enfermedades, dolor y pérdidas son las consecuencias de la población infantil que muere ante los ojos del mundo civilizado que no habla más de ellos.
Las cifras son escalofriantes si hablamos de casi 15 millones de personas que necesitan ayuda dentro del país; casi la mitad de ellos no disponen de agua, de bienes o de un hogar en donde refugiarse. Casi 800 niños asesinatos; 900 reclutados para combatir y el resto para prostituirse o para trabajar.
Se ha documentado esta guerra por organizaciones de derechos humanos, por Amnistía Internacional; por las agencias de la ONU y la consideración de este crimen de lesa humanidad, crímenes de guerra entre los que figuran ejecuciones extrajudiciales, tortura, malos tratos, vejaciones y ataques deliberados contra los civiles; contra médicos; mujeres; niños; ancianos que han sido del todo desproporcionados y son todos un crimen contra la humanidad en toda regla.
Quizá el fin de la guerra no sea como el que esperamos sino una victoria militar del ejército gubernamental frente a una oposición dividida; la fuerza militar frente a la negociación inviable. La guerra ha desencadenado una crisis humanitaria sin precedentes a la que Europa, claramente ha dado la espalda. Una situación que no parece terminar y en el interim, seguirán muriendo personas ante los ojos del mundo; esos que hoy, no ven que han pasado siete años ya.