Guto Aguayo y su pop andino

Guto Ajayo es el pseudónimo de un artista pop, nacido Augusto Mendoza Mendieta, en La Paz (Bolivia 1990) y residente en Madrid desde 2017, creador de un estilo propio, el pop andino, cuyo empeño es probar que #LosAndesAreCool.

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Guto Ajayu: guerrero andino

Este arte pop, cool y andino, abarca la pintura y la escultura, si bien en las performances con que presenta sus exposiciones, el artista echa mano también de su propia poesía. Con su arte quiere representar la unión entre dos mundos y dos eras, también entre el pasado y la actualidad más viva, pues en su obra, la simbología precolombina mezcla, con sin igual sabiduría e indudable instinto, las huellas del arte antiguo y el pop más urbano.

De este modo, el sentido sagrado del arte antiguo queda embebido en una celebración constante de la vida que invita a compartir a través de sus creaciones. Una celebración llena de ironía e irreverencia como los colores de Guto Ajayo.

Se trata de un arte de imágenes potentes, libertad de trazos, gran colorido -que rehúye no obstante los colores chillones- y una aparente ingenuidad que calificaríamos de naïf. Pero lo cierto es que con su frescura ha conquistado Madrid, donde a lo largo de todo el verano de 2018 hemos podido disfrutar de sus creaciones de la manera más inesperada en los sitios más diversos (Tabacalera, escaparates y bares de Malasaña, Galería ILK, donde actualmente expone…) y sus ventas  viento en popa y sobre la marcha, van siendo el denominador común, con un par de obras vendidas in situ antes de arrancar cada inauguración.

Particularmente famoso es su guerrero dorado (GD), un guerrero andino coronado por el sol que transmite una gran alegría puesto que como su nombre indica, es un guerrero pop andino que, en la concepción de su creador, camina alegre hacia la batalla.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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